(Foto: Templaíto)
Rubén entra a matar con el corazón en la punta de la espada. Verlo volcarse en el morrillo del toro con el pomo de la espada fuertemente agarrado es un auténtico espectáculo
La espada de Rubén Pinar
Paco Mora
En su encerrona con seis toros de distintas ganaderías y diversos comportamientos, con la que dio comienzo la Feria de La Virgen de los Llanos de Albacete, Rubén Pinar alcanzó una cota difícilmente superable como estoqueador, en estos tiempos de pinchaúvas irredentos. Seis toros, siete entradas a matar. Y el solitario pinchazo, corto pero en el hoyo de las agujas. Rubén entra a matar con el corazón en la punta de la espada. Verlo volcarse en el morrillo del toro con el pomo de la espada fuertemente agarrado es un auténtico espectáculo. Desde este día 8 de septiembre de 2019, Pinar puede lucir en su tarjeta de visita el titulo de matador de toros “cum laude” con toda propiedad. Lo de Albacete fue la culminación de su tónica de toda la temporada.
Pero es que, además, el torero de Santiago de Mora (Tobarra) anda con los toros “como Pedro por su casa”. Está en un momento de madurez que hace que le sirvan casi todos los toros y no da ninguna batalla por perdida. Técnicamente perfecto y con un valor a prueba de bombardeos, el nuevo ídolo albaceteño está en camino de reverdecer en la capital manchega los laureles del gran Dámaso. Y se comprende perfectamente, porque el domingo día 8 protagonizó, si no me equivoco a la baja, su séptima puerta grande. La última ha sido apoteósica y en auténtico olor de multitudes. El nombre de Rubén comienza a sonar en peñas, corrillos, bares y centros de trabajo con el mismo orgullo que se pronunciaba el del torero que tiene su estatua para el recuerdo a la derecha de la salida de la puerta grande de la Plaza de la Calle de la Feria. De cualquier modo, la espada de Pinar quedó proclamada ayer tarde en Albacete como “la espada flamígera” del toreo actual, que no es poco en estos tiempos de pinchadores de toros.
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