Apodado Gallito, el Gallo y después el Divino Calvo. Miembro de una célebre familia de toreros, la familia Gallo. Fue su padre Fernando Goméz García "El Gallo", casado con la bailaora de etnia gitana Gabriela Ortega Feria (Señá Grabiela), sus tres hijos fueron toreros: Rafael, Fernando, y José "Joselito el Gallo".
RAFAEL GOMEZ ORTEGA… GENIO Y FIGURA!
A Berthica
Cuando Gallito y yo llegamos al toreo, ya lo había inventado Rafael, que, además, ha sido el que mejor ha toreado de toda la historia". Juan Belmonte.
"Querido compañero y amigo Fernando: Ayer vi torear a tu chiquillo y paso a decirte que si se cae de un quinto piso, cae torero. Un abrazo de tu amigo y compañero. Rafael Molina “Lagartijo”.
"Rafael el Gallo ha ejecutado todas las suertes del toreo y las ha ejecutado no sólo a la perfección, sino impregnándolas de un sello personalísimo, una gracia y un donaire, no ya insuperables, sino incopiables, inigualables”. José María de Cossío.
"El Gallo ha sido el torero más genial de todos los tiempos...” Rafael Ríos Mozo.
Rafael Gómez Ortega nació circunstancialmente en Madrid, donde su padre se encontraba toreando las corridas de abono, el 17 de julio de 1882. Murió en Sevilla, el 25 de mayo de 1960.
Apodado Gallito, el Gallo y después el Divino Calvo. Miembro de una célebre familia de toreros, la familia Gallo. Fue su padre Fernando Goméz García "El Gallo", casado con la bailaora de etnia gitana Gabriela Ortega Feria (Señá Grabiela), sus tres hijos fueron toreros: Rafael, Fernando, y José "Joselito el Gallo".
Las tres hijas del matrimonio también se casaron con toreros; Graciela con Enrique Ortega; Trinidad con Manuel Martín-Vazquez, y Dolores con Ignacio Sánchez Mejías. Rafael estuvo casado, por menos de un año, con la bailaora Pastora Imperio.
A los seis años de edad Rafael se trasladó con sus padres a Sevilla. La familia Gómez Ortega se instaló en la finca “La Huerta. Su padre mandó edificar una placita de tientas y allí aprendieron a torear Rafael y sus hermanos. A partir de los nueve años, comenzó Rafael a torear becerras.
El Gallo tomó la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1902, de manos de Emilio Torres Bombita, que le cedió, en presencia de su hermano Ricardo Bombita Chico. Su mejor época transcurrió entre 1910 y 1915, llegando a torear en 1912 ochenta y dos corridas. Se despidió definitivamente de los toros el 4 de octubre de 1936 en Barcelona.
Rafael Gómez Ortega fue un torero único, inimitable. Con una desbordante personalidad y un sentido bohemio de la vida y de su profesión. Era un hombre generoso, desprendido. Se decía que era capaz de hacer lo mejor y peor en la misma tarde…¡incluso en el mismo toro!
Llevó una vida personal y profesional aventurada y azarosa. Irregular, con vaivenes y altibajos.
Como torero fue genial, elegante y variado. Humano. Sencillo. Conversador formidable.
Chispeante. Ocurrente. Anecdótico. Nunca se sintió eclipsado por el brillo de José y Juan. Él brillaba con luz propia. Con la fuerza de su incontenible personalidad dentro y fuera de los ruedos.
Leamos lo que escribió acerca de él Néstor Luján, que nos da cuenta de la forma tan particular de ser de este genial torero:
“Rafael El Gallo es el torero de personalidad más fascinadora que se recuerda. Fascinadora y compleja, pues pasaba sin solución de continuidad del triunfo más asombroso al fracaso más absoluto. El Gallo ha sido el personaje más rico en anécdotas, más fabuloso en su vida privada. El hombre más mitológico y lunático que ha dado el toreo. Al Gallo es difícil clasificarle en ninguna época ni en ningún estilo. Como torero fue un caso aparte.
Toreó clásicamente cuando quiso, creó un toreo barroco cuando bien le pareció y fue cobarde, desmedulado de miedo, cuando se le antojaba. Nunca se podrán saber las causas de sus súbitos ataques de pánico. Él intentó explicarlo infinidad de veces con frases gráficas y contradictorias, coloreadas por su imaginación.”
Asi es. Famoso por sus conocidas “espantás”, producto del miedo insuperable, afirmaba: “Las broncas duran 5 minutos, las cornás meses”.
Aportó importantes innovaciones, como la serpentina, el par del trapecio, los cambios de manos por la espalda, el pase del celeste imperio —que posteriormente, en tiempos de Manolete, pasó a llamarse “estatuario”. Don Gregorio Corrochano insistía en su clasicismo, que a veces quedaba oculto por su estilo florido y sus desplantes.
Su propio hermano Joselito decía: "Yo no he sabido de ningún torero que, habiendo conocido a Rafael el Gallo, no haya sido partidario acérrimo suyo. Posiblemente, de los treinta pases que se dan en el toreo, veinte fueron invención suya: el pase por alto, las banderillas al trapecio, las largas cambiadas, el pase con la muleta por la espalda, el molinete con la mano izquierda, el pase afarolado, el llamado del "quiquiriquí"...
Cierta tarde en Madrid tuvo una de esas tardes aciagas. El público comenzó a gritar, insultar y lanzar almohadillas al ruedo.
Al terminar el Gallo le preguntó a su mozo de espadas:
- Oye, esa gente, ¿Qué decía de mí?
- Maestro, hubo división de opiniones, pero de usted nadie dijo nada malo.
- Pero he oído insultos y palabras muy gruesas.
- Es verdad, pero nada era en contra de usted. Unos se referían a su madre y otros a su padre de usted, maestro, pero de usted nadie dijo nada.
Así fue la trayectoria taurina de Rafael Gómez Ortega. El público le ensalzaba una tarde y le abroncaba en otra.
Por eso, siempre la gente,
con reiteración frecuente,
cuando se trataba de él,
decía maquinalmente:
“¡Las cosas de Rafael!
Veamos algunas de esas “cosas de Rafael”:
---A la capilla de la Maestranza la bautizó como “la sala de espera”
---Cuando se impuso el uso de los petos, Rafael protestó de la medida al delegado de plaza:
“Pero usted se cree que se puede picar a los toros con los caballos disfrazados de Felipe II”
En una ocasión que iba a torear en Andalucía, Rafael El Gallo le pidió a un amigo que le buscara una pensión apartada. Eso sí, le pidió que fuera limpia. Cuando llegó se encontró en la cama una chinche; el fondista le aclaró que estaba muerta. A la mañana siguiente le preguntó el dueño de la pensión si había pasado buena noche y si le había molestado algún insecto. Rafael le contestó “la chinche muerta no me ha molestao, pero las que han venido al entierro se han cebao conmigo”.
---En otra ocasión le presentó José María de Cossio a don José Ortega y Gasset y le dijo que era filósofo y uno de los más grandes pensadores de España. El Gallo, tras ser informado por José María, de lo que era un filósofo, contestó, muy respetuosamente pues siempre lo fue, con una frase que ha hecho historia: "Hay gente pa to".
---Rafael El Gallo dilapidaba su dinero. No era extraño que cogiera taxis e indicara que a Paris. ¿a la calle Paris?, le preguntaban los taxistas. No a Paris de La France, decía el Gallo.
---Decía, no tengo superstición, tengo miedo. Su superior y supremo conocimiento del toro, le permitía percatarse antes que nadie las intenciones malévolas del mismo. Inventar “la espanta”, necesita mucho arte.
“Las broncas se las lleva el viento, y las cornadas se las queda uno”. Rafael El Gallo
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