El ensayista argentino critica la deificación del futbolista y señala sus hipocresías e incoherencias, su relación con el crimen organizado y su amistad con dictadores.
Un mito religioso
Resulta extraño que un hombre aparentemente simple haya suscitado comparaciones con personajes tan disímiles: Cristo, Ulises, san Genaro, la Virgen María, Napoleón, Mick Jagger y algunos más inexplicables aún, como Baudelaire, según el periodista italiano Gianni Brera.
En Nápoles se llegó a identificarlo, mediante un juego de palabras, con la Virgen: Maradona-Madonna era uno de los cantos populares. Su imagen era llevada con el mismo ritual folclórico que la Madona dell’Arco, durante una fiesta popular donde se mezclaban los elementos religiosos con los futbolísticos.
El endiosamiento llegó hasta el punto de rezarse el padrenuestro con adecuadas modificaciones: “Maradona nuestro, que descendiste sobre la Tierra / santificado sea tu nombre / Nápoles es tu reino”. Durante la Navidad se vendían “pesebres” con un muñequito de Maradona que reemplazaba al niño Jesús. La idolatría no sólo se dio en Nápoles; en Buenos Aires, el día de su cumpleaños de 1997, frente a su casa de Villa Devoto, se vio un pasacalle con la inscripción: “El 30 de octubre de 1960 nació Dios”. Ese mismo año y después de una suspensión por doping apareció otro pasacalle frente a la sede de la AFA que decía: “Amnistía a Dios”.
Nápoles y la mafia
La idolatría tuvo su consagración en Nápoles, porque para ciertos sectores sociales napolitanos el fútbol estaba más vinculado con la política, los sentimientos localistas, la religiosidad primitiva y la sobrecompensación por las frustraciones económicas que con el deporte propiamente dicho. Para la celebración del triunfo de 1987, durante una semana todas las actividades fueron interrumpidas en esa ciudad atacada por la peste emocional y Maradona fue paseado por las calles ante una multitud delirante.
Hay un aspecto siniestro de su trayectoria en Nápoles, su relación con la Camorra. Estaba destinado a vincular su carrera a los ámbitos más tenebrosos de la sociedad en la que actuaba. Si en Buenos Aires toleró que la dictadura militar se sirviera de él, y ése fue su primer escalón hacia la fama, en Nápoles se vinculó a la mafia napolitana, la Camorra, que dominaba el mundo de la droga, el contrabando, la prostitución, el juego, los lugares de diversión nocturna y también el fútbol y el “totonero”, mercado negro de las apuestas sobre los resultados de los partidos. Sin el apoyo de la Camorra no le hubiera sido tan fácil convertirse en el rey de Nápoles.
El primer contacto directo de Maradona con la Camorra fue en enero de 1986, en una fiesta en la casa de Carmine Giuliano, uno de los capos de la mafia y jefe del barrio popular de Forcella.Años después se ventilaron públicamente esas relaciones peligrosas. Cuando la policía allanó la casa de Giuliano se encontraron numerosas fotografías en las que Maradona aparecía con miembros del clan mafioso. El ‘arrepentido’ Piero Pugliese aseguró que el jugador figuró en la lista de pagos de la Camorra durante seis años. El periódico Il Mattino publicó su fotografía tomando champán con dos capos de la mafia, los hermanos Raffaello y Carmine Giuliano. Otro hermano de éstos confesó que su familia le facilitaba cocaína “siempre de primerísima calidad” para evitar que recurriera a adulteraciones que perjudicaran su físico.
Su relación con las mafias internacionales del narcotráfico no cesó. En 2004, en Bogotá, fue allanada la casa de Diego Montoya, jefe del cártel del Norte del Valle; como consecuencia de investigaciones de la DEA y el FBI, se encontró una foto del año anterior en la que aparecía Maradona junto a él y otros familiares.
Maradona político: de la dictadura de Videla a la dictadura de Castro
Existen distintos mitos que entremezclados componen el mito único de Maradona. Para el nacionalismo populista, encarna el mito de la identidad nacional; para las clases bajas sin conciencia política, el mito del mendigo que se transforma en príncipe; para los intelectuales de izquierda, el mito del rebelde social; para la juventud contracultural, el mito del transgresor.
El mito ingenuo y sentimental para uso de los “pobres de espíritu” se complementó con el mito útil para los sectores politizados, inventado por los intelectuales de izquierda, que creyeron ver en Maradona un luchador consciente contra el poder que había empezado con sus diatribas contrarias a la industria del fútbol.
Fue en Nápoles, no en Villa Fiorito, donde descubrió la atracción de la hinchada futbolera por los símbolos de la guerrilla latinoamericana, aunque despojados de todo significado político concreto y reverenciados por sus costados de coraje y violencia. Los tifosi solían usar boinas con estrellas, camisas militares, pantalones de fajina inspirados en el uniforme guevarista. Así se le reveló la existencia de un tipo humano en boga, el joven rebelde setentista, y decidió unir su figura a la del Che, para añadir otro símbolo exitoso al suyo propio. Él fue más allá de la calcomanía en la camiseta; durante un carnaval en Río de Janeiro, se tatuó la imagen del Che en un brazo y después la de Fidel en una pierna.
A su adoración por Castro agregó su fervor por Hugo Chávez y por Evo Morales, junto a quienes intervino en la Anticumbre realizada durante la Cumbre de Presidentes Americanos en Mar del Plata. A esa lista de líderes admirados sumó al presidente de Irán, negador del holocausto.
La dictadura militar advirtió las condiciones carismáticas de Maradona y decidió aprovecharlo; éste se dejó usar, y a su vez usó a la dictadura para su propia carrera. Su primer éxito, el Campeonato Juvenil en Tokio, fue utilizado por la dictadura para mejorar su imagen y distraer la atención de la gente de los crímenes que se estaban cometiendo. El dictador Videla dirigía, desde el canal de televisión estatal y por vía satélite al Japón, el operativo de saludo a Maradona. Las manifestaciones de festejo sirvieron para ocultar la visita de la delegación de la Comisión Internacional de Derechos Humanos que había ido con el propósito de investigar las desapariciones. A su retorno, lo recibieron en la Casa Rosada y Videla lo felicitó ante las cámaras de televisión.
A instancias de los militares, Maradona comenzó a dar discursos ajenos al fútbol y muy en el estilo del régimen, como el que pronunció después de firmar el trato con Austral, donde ya se alentaba el espíritu bélico que llevaría a la aventura de las Malvinas: “Ahora que soy muy feliz por servir a mi país como soldado, empiezo a entender el verdadero significado de la soberanía nacional. Significa todo. Es mi país y mi país es como mi propia familia, y si un día nuestras Fuerzas Armadas tienen que defender el país, ahí va a estar el soldado Maradona, porque antes que todo soy argentino.” Pero cuando llegó la guerra de las Malvinas, que provocó la muerte de tantos jóvenes como él, el soldado Maradona no se hizo presente.
Por añadidura, el defensor —en los discursos— de la soberanía nacional no vaciló, en 1979, en depositar todo su dinero fuera del país, en el paraíso fiscal de Liechtenstein; después partió él mismo a Europa con un contrato que lo hacía rico, asegurándole un sueldo de setenta mil dólares por mes.
El drogadicto icono del deporte y la salud
La ironía de la historia no faltaba en su vida; no sólo encabezó junto a Coppola una campaña contra la droga, siendo un impenitente adicto, sino que fue nombrado embajador de la Unicef mientras sostenía, con todo desparpajo, que su hijo natural italiano había sido «una equivocación» y se negaba a reconocerlo. No faltó la oferta de The Imago Bank, propiedad del fotógrafo Jorge Fisbern, para la creación del personaje Dieguito “ideal para la promoción en los niños de la vida sana y el cuidado del cuerpo”.
¿El mejor futbolista del mundo?
A partir de la primera prueba de doping en 1991, y a lo largo de siete años, marcó apenas doce goles en cincuenta y nueve partidos, un gol cada doscientos días. Si los goles realizados a lo largo de toda una carrera constituyen un índice de la calidad del jugador, Maradona está lejos de los mejores. Frente a los 656 goles realizados por Johan Cruyff, los 812 por Di Stéfano y los 1.283 por Pelé, Maradona sólo llegó a 266.
En encuestas más recientes sobre los mejores jugadores de fútbol realizadas por la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol, Pelé obtuvo el primer lugar y Maradona el quinto; en la Association of Football Statisticians, Pelé volvió a salir primero y Maradona, sexto. El jugador José Sanfilippo manifestó: “Pelé fue mejor que Maradona, fue setenta veces mejor porque tenía todo, le salía todo bien, sin fallas, mientras que Maradona no sabe cabecear y no maneja la pierna derecha”. A estas declaraciones, el aludido respondió calificando a Sanfilippo de “vendepatria”, porque, por supuesto, la “patria” era él.
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