@realmadrid
'..Es como si por dentro estuviese sintiendo ese ardor hegemónico del "y va a seguir, y va a seguir, la dictadura del Madrid...". Bellingham demuestra una pasión dominante por el Madrid y eso es extraño. Hay gente que con el flamenco se arranca y otra que no. Bellingham se arranca como un Juanito que hubiera tenido un hijo con Cunningham..'
Hughes
Pura Golosina Deportiva
Vi el partido en diferido por, como se diría antes, problemas ajenos a Torre España.
Tenía ganas de ver fútbol. Unas ganas enormes. Creo que empiezo a entrar en un territorio pitopáusico donde, en lugar de la moto de gran cilindrada, me va a dar por Bellingham.
El Valencia agradeció la sensibilidad del Madrid con Valencia. El valencianismo iba a protestar contra Lim, pero hasta eso lo hizo ya sin convicción. Acabaron con Vinicius, que les despierta una ira más viva.
La Liga española es triste. Valencia está triste tras la DANA y muy triste el histórico club que depende de Hugo Duro para evitar el descenso.
El Madrid, a su lado, o al lado del ridículo ólmico del Barcelona, parece vivir en otro planeta, respirar otra atmósfera.
Va todo tan bien en el Madrid que hasta parece inteligente y temeroso de Dios (del dios del fútbol, al menos) dejarles pequeñas victorias a los rivales. Como la de Vinicius, por ejemplo. Dejar el asunto y que se queden en eso, magro consuelo mientras sus clubes se hunden...
Pero fue grave ayer la manipulación de la imagen en la polémica. El VAR avisa al árbitro y destaca el gesto de Vinicius, que en la moviola pierde contexto, adquiere importancia, mientras se pasa por alto el del portero Dimitrievski.
Como el VAR demuestra estar manipulado o al menos ser un instrumento muy falible, es posible empezar a sospechar de otra cosa: los fueras de juego que le están pitando a Mbappé, offsides milimétricos, por el tamaño de una rótula. Todo parte de la determinación del exacto frame en que se para la acción, pero esto... ¿hasta qué punto es científico? Junto a la imagen y las famosas líneas paralelas, debería acreditarse el instante de la pausa. Mbappé, delantero supersónico, vive en el alambre, de su aceleración, y ya le han birlado dos goles apoteósicos (uno contra el Barça) por milímetros según un uso del VAR del que es perfectamente posible dudar. Dudar no como madridistas, sino como aficionados al fútbol.
Quitarle eso a Mbappé es como quitarle a Hugo su chilena. El fuera de juego en línea exige un plus de garantía en el uso de la tecnología. Parte del juego de Mbappé es el repente de pantera. Un movimiento de félido. Cuando anulan esos goles por la ridiculez de una uña es como si le aplicaran el VAR a una pantera cuando salta a por el cervatillo. "Hay que repetir", diría David Attenborough deteniendo el documental. Es como abortar la cresta de una ola o la refracción de un arco iris. Se destruye un movimiento tan plástico, tan superior, tan alto en la escala, tan perfecto que parece un boicoteo a una acción suprema del fútbol.
Pero esto sucede más en España que en Europa.
En lo tocante al carácter, el partido estuvo marcado o simbolizado por el peinado de Vinicius. Es el que lleva cuando vuelve de veraneo o Navidad. Cuando aun está un poco ahí. El Madrid estaba un poco así. Empezó con poca tensión, y la muestra fue que mejoró mucho cuando marcó Hugo Duro. Después, pudo ser la coletilla o rasta lo que estiraba Dimitrievski en la acción de la vargresión. Si no lo fuera, daría igual. Esos peinados enfatizan el bad boy en Vinicius y no le ayudan. Además, son peinados antifutbolísticos. El club debe tomar cartas capilares en el asunto.
Me gustó Tchouaméni, me volvió a gustar Ceballos, sin poderme parar a hablar de ellos. Y el partido confirmó los morbos navideños con Trent Alexander y Davies. En enero mejor que en verano, y en verano en cualquier caso. El Madrid necesita laterales.
Modric volvió a maravillar como refresco. Ahí es un lujo. En el minuto 70 entra un Balón de Oro con el handicap pulmonar equilibrado.
La estrella pudo ser Mbappé, forzando un penalti y marcando una obra de arte, pero acabó siendo Bellingham: asistencia y gol. Sobre todo su pasión al celebrarlo. Es el jugador que más besa la camiseta y lo hace tantas veces que hemos de entender que su amor es sincero. Ha rehabilitado un gesto que estaba bajo sospecha. Es una cosa rara. No es que excite el madridismo de los madridistas, es que lo renueva como una fe y alegría nuevas. Es como si por dentro estuviese sintiendo ese ardor hegemónico del "y va a seguir, y va a seguir, la dictadura del Madrid...". Bellingham demuestra una pasión dominante por el Madrid y eso es extraño. Hay gente que con el flamenco se arranca y otra que no. Bellingham se arranca como un Juanito que hubiera tenido un hijo con Cunningham.
Brillan sus goles y pases, pero lo mejor es verle controlar, hacerse sitio en la mediapunta. Es Zidane de pies, Salinas de hombros. En Internet circula un video en el que un robot juega al fútbol con Marcelo. Alto, cuadrado, Usain Bolt de metal; hace lo mismo que el brasileño. Es falso, un fake, pero el robot (estilo Boston Dynamics), es clavado a Bellingham. Quizás su madridismo sea de IA, brote de un chat GPT. Tan perfecto que es razonable dudar.
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