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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 7 de junio de 2014

Ante la Abdicación del rey, "Asumir la Historia" / Por José Utrera Molina



"...Ningún historiador riguroso puede negar, sin incurrir en una clamorosa parcialidad, la tenaz voluntad de Franco para instaurar en España el régimen monárquico continuando la línea dinástica de Alfonso XIII, su padrino de boda..."


Ante la Abdicación del rey, "Asumir la Historia" 
(Ante la negativa del Diario ABC a publicarlo, "Arriba" lo hace con orgullo.)

Por José Utrera Molina
Tras escuchar atentamente a su Majestad el Rey de España, hacer un resumen de su vida sin hacer la menor mención a quien fue el verdadero artífice de que la monarquía se instaurara en España, me he preguntado sobre la oportunidad y acierto de esta omisión, en mi opinión injusta, aunque políticamente comprensible. Hago mías, aquí, las palabras de Nietzsche citadas por Ortega, precisamente, en su elogio a la Monarquía británica por mostrar su afán de continuidad escrito en «La rebelión de las masas», «cuando define al hombre superior como el ser de más larga memoria»
Relatar el presente inmediato mutilando parte de los eslabones que explican la continuidad con el pasado, no deja de ser una operación cosmética que disimula pero no puede borrar el pasado. Nadie, nunca, comienza enteramente de nuevo. El pasado es el patrimonio singular del hombre como especie, su privilegio y señal. Asumirlo, sin jactancias y olvidos, es propio del hombre seguro de sí.

Ningún historiador riguroso puede negar, sin incurrir en una clamorosa parcialidad, la tenaz voluntad de Franco para instaurar en España el régimen monárquico continuando la línea dinástica de Alfonso XIII, su padrino de boda. Jamás tuvo la menor vacilación en su decisión cuando no fue una cuestión nada fácil, políticamente hablando, dentro del Régimen anterior, donde los monárquicos no eran precisamente legión y D. Juan de Borbón- sin duda mal aconsejado-, no ayudó precisamente con su célebre e inoportuno Manifiesto de Laussane. Me encuentro en la obligación de señalar este pequeño detalle de olvido por un elemental imperativo de justicia. Y es que hubiese bastado una levísima señal que en modo alguno le comprometiera ante nadie. Asumir la historia en su integridad es muestra de fortaleza, de superación valiente de añejos rencores.

Ojalá que el nuevo Rey de España, que estoy seguro que el pueblo espera y aclamará, mantenga una sabia neutralidad y distancia en relación con tantos y tantos vuelcos que ha tenido la historia española. Que sirva con su innegable juventud a España enfrentándose a los riesgos del futuro. Yo lo espero así porque tiene condiciones suficientes para cumplir su misión limpiamente. Él no debe nada a nadie sino a su padre y es depositario de una tradición histórica secular.

Pido a Dios que le asista en su andadura. No hay en mí el menor reproche a su imagen y a las palabras que hasta ahora ha pronunciado. Creo en él y pido a Dios que le asista para que España fuertemente unida alcance los ideales de bienestar y de grandeza que muchos españoles seguimos soñado.

1 comentario:

  1. En este resumido escrito tratamos de exponer lo que fue la transición, de Franco a la Monarquía y cómo pudo darse. Fue de una forma de dominio dictatorial franquista.

    Toda manifestación del mundo existencial tanto física como espiritual se sustenta en una base material, sin base material en que sustentase seria imposible cualquier manifestación de vida.
    Desde una interpretación con base científica de los fenómenos políticos, económicos y sociales, necesariamente tenemos que hacer referencia al concepto Estado.
    Al Estado se le considera como algo divino, que está por encima o al margen de las relaciones humanas existentes en una sociedad dividida en clases sociales antagónicas, en explotadores y explotados, en ricos y pobres, un Estado creado por la gracia divina de no se sabe quien.

    A los que así lo interpretan Marx decía que al Estado “lo cuelgan del cielo”. En resumen, el Estado capitalista es democrático para la burguesía organizada como clase dominante, pero de hecho es una dictadura para los explotados. Y viceversa, cuando el Estado sirve a los intereses de la mayoría social trabajadora organizada como clases dominante de hecho es una dictadura para la minoría social burgalesa y capitalista al impedirla disfrutar de los privilegios que disponían cuando estaban en el poder. La burguesía define a esos Estados de los trabajadores como dictaduras comunistas.
    Lo cierto es que históricamente siempre el Estado se ha configurado respondiendo a las necesidades de la clase social en el poder. El Estado ante todo es un poder represivo contra toda manifestación que vulnere unas leyes impuestas por la clase dominante a través de la llamada clase política puesta a su servicio. El Estado capitalista es para los que disfrutan de los grandes bienes generados, gracias a la labor social productiva, al trabajo de la mayoría social que son los trabajadores. Solo el trabajo genera riqueza en forma de bienes y también en forma de capital cuando los bienes generados solidariamente no se reparten solidariamente y se acumulan en pocas manos.
    En esa concepción divina de los Estados que se denominan democráticos, o Estados de Derecho, ya sea bajo la formulación monárquica o republicana, se dice que se establece una divina división de poderes a través del llamado sufragio universal que da lugar a los “independientes” poderes: el parlamentario, el ejecutivo y el judicial, más ese otro que se le denomina cuarto poder, el mediático.

    Y ahora diremos algo sobre la transición a la Monarquía.

    Escribe José Utrera Molina “Ningún historiador riguroso puede negar, sin incurrir en una clamorosa parcialidad, la tenaz volunta de Franco para instaurar en España el régimen monárquico continuando la línea dinástica de Alfonso XIII, su padrino de boda…”

    Tanto Franco como Pinochet murieron tranquilamente en la cama. Pinochet reestableció la democracia. Franco, después de hacer jurar los principios del Movimiento Nacional a Juan Carlos de Borbón, saltándose la dinastía monárquica que correspondía a su padre D. Juan, le nombró Rey de España.

    Aniceto Silva


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