"...La elegantísima facilidad de Ponce, su manera de torear sin agacharse nunca ni retorcerse ni crisparse. La natural compostura con que cose los muletazos con cristalino ritmo. Su imperceptible y no por ello auténtica entrega. Esos cambios de mano que son como rayos de luz que iluminan el
firmamento…"
Final de la Feria de la Salud en Córdoba
Gran faena de Ponce, delicias de Morante y bien Talavante
- Fernando Domecq debe estar desprendiéndose de todo lo que le quedaba mayor de edad antes de entregar la vacada a quien se la compró hace poco por un dineral. Son los mexicanos Bailleres quienes la adquirieron justo después de negárseles todo en su pretensión de adueñarse de La Maestranza. ¡Qué petardo han pegado¡
J. A. del Moral
Enrique Ponce, como casi siempre, tuvo el peor lote y anduvo muy por encima de sus dos toros. Con el menos malo cuarto lo bordó dejando al público con la boca abierta, pero un insensible presidente le negó la solicitadísima segunda oreja pese a matar pronto y bien. La tarde de Morante fue un festín de imágenes, pinturas y esculturas, pero con su primero – el único con gran clase de lote de Zalduendo – no estuvo a la altura que pedían sus maravillosas embestidas. Cortó una oreja. Otra merecida cortó Alejandro Talavante del buen sexto. No pudo hacer nada con el inválido tercero. Muy buena entrada y gran ambiente en la plaza. Fue la única corrida que mereció la pena verse en esta decadente feria.
Córdoba. Plaza de Los Califas. Tarde veraniega con posibles tormentas y buena entrada – más de dos tercios de entrada. Bastante más de lo esperado.
Siete toros de Zalduendo, incluido el sobrero que reemplazó al devuelto primero tras romperse un pitón. Con casi seis años de edad y de varia aunque más que sobrada presencia y juego. Muy tardo aunque enrazado en noble en primero. Con mucha clase aunque débil el segundo. Inválido el tercero por derrumbarse nada más iniciarse la faena de muleta. Noble sin ninguna clase el cuarto. Manejable en cortito el quinto. Muy noble un poco venido a menos al final el sexto.
Enrique Ponce (celeste y oro): Estocada tendida y dos descabellos, gran ovación. Buena estocada, oreja, fortísima petición de la segunda y vuelta clamorosa con posterior bronca a la presidencia por no concederla.
Morante de la Puebla (almirante y oro): Media estocada trasera algo tendida, oreja. Dos pinchazos y estocada trasera, gran ovación.
Alejandro Talavante (cobalto y oro): Estocada que hizo guardia y otra estocada, leve división. Tres pinchazos y estocada, ovación.
Malos vientos taurinos han corrido y todavía corren por Córdoba y su gran plaza de toros llamada de Los Califas. Con la crisis como común telón de fondo y la desastrosa experiencia que se vivió el año pasado en una feria que terminó con saldos muy negativos, fundamentalmente económicos, la feria de este año 2014 empezó aquí hace tres días con una suspensión por orden de la autoridad al no disponerse de suficientes toros mínimamente presentables, una vez terminado el reconocimiento; otra corrida con no más de 2500 espectadores – el aforo es de 16.000 –; y la que nos ocupa en esta crónica que fue la única que mereció la pena y, desde luego, mi viaje de huida madrileña. Hoy mismo volveré a Las Ventas donde queda poco que cortar salvo en las actuaciones de El Juli, Perera y Fandiño aunque éste sin el mismo interés y tirón que los otros dos.
Enrique Ponce se quedó sin torear la feria del año pasado y no pudo actuar en el festival a beneficio contra el cáncer del pasado mes de marzo por su cornada de Fallas. Pero ayer volvió a la plaza califal y ocupó el puesto del todavía sin nombrar sexto que debería haber sido el de Finito y, por el momento, no lo ocupa nadie nacido en estas tierras.
Al valenciano le sienta bien el celeste y oro que este año lleva usando desde la tarde de su cogida en Fallas. Lo pidió a Franklin, su mozo de espadas, para la reaparición en Las Ventas y ayer se lo puso por tercera vez en Córdoba. Se nota que Enrique no es nada supersticioso. Lo sea o no lo sea, el caso de ayer fue que, para empezar, el primer toro se partió un cuerno nada más salir al chocar contra las tablas de la barrera y se ordenó su devolución. Tardaron mucho en que volviera a los corrales. Soltaron un sobrero de la misma ganadería con casi seis años. Un abuelito, vamos. Negro y con poca cara. Se frenó al tomar los primeros lances de Ponce que al menos consiguió dos o tres verónicas y nada más porque el animal se negó a seguir el percal del maestro. A Manolito Quinta nunca se le va un toro sin picar y este tampoco. Bravuconeó yendo de bravo primero y saliendo suelto después. Bien Mariano de la Viña en palos. En la faena, Ponce tanteó por bajo con la derecha para hacer que alargara su embestir por ese pitón y los buenos resultados llegaron rápidamente. Enorme, muy enfibrado, como si estuviera empezando sumó redondos y el de pecho tras cambiarse de mano. Y eso con un animal muy tardo por lo que tuvo que provocarle cada arrancada. También pegó buenos naturales de igual guisa y, además, teniendo que defenderse del viento que empezó a soplar fuerte. Y soplando a tope Eolo, más redondos ligados a otro pectoral, para finalizar con doblones por bajo torerísimos. Mató de estocada demasiado tendida por lo que tuvo que descabellar dos veces perdiendo una bien ganada oreja. La ovación fue de gala.
Serio el negro cuarto. Y alto de agujas. Ponce casi atraviesa la plaza ganado terreno al toro por verónicas de creciente armonía. Fue de bravo al primer puyazo aunque salió suelto. Dos picotazos recibió en el segundo. Magnífico Mariano de la Viña en la brega del segundo tercio. Y brindis de Ponce entre una gran ovación de este público que le considera cordobés. La elegantísima facilidad de Ponce, su manera de torear sin agacharse nunca ni retorcerse ni crisparse. La natural compostura con que cose los muletazos con cristalino ritmo. Su imperceptible y no por ello auténtica entrega. Esos cambios de mano que son como rayos de luz que iluminan el firmamento… Todo eso lo hizo Ponce a este toro que no fue nada de particular ni mucho menos tan claro como la obra que llevó a cabo. Con las dos manos, sueltas o a la vez, en los adornos justos, en los desplantes sin alharacas… y, en definitiva, siempre fresco como, si en vez de llevar 25 años en la cumbre, estuviera tratando de alcanzarla por primera vez… Y como a este toro sí que le mató como debería matar a todos, las dos orejas fueron pedidas unánimemente sin que un insensible presidente quisiera darle la segunda. Dio una vuelta al ruedo como si en la mano llevara al rabo del toro y la ovación que recogió en los medios pareció no tener fin.
El segundo toro tuvo más cara que el anterior y, de salida, no le dejó estirarse a Morante. Le cuidaron mucho en varas. Cosa rara en Morante que, cuando no le gusta un toro, suele mandar que se lo maten en el caballo. Buena señal pues. Bien los peones en palos. En la primera parte de la faena anduvo a gusto y confiado Morante con la muleta creando cuadros de su sin igual arte aunque no toreando en el más amplio sentido de la palabra porque el animal pareció no tener fuerza. Pero luego pudo hilvanar más los pases con ambas manos Más a derechas que al natural pese a pegar algunos de cartel. No obstante estas desigualdades, la obra fue in-crescendo en el sentimiento del torero y sobre todo, del público que no había olvidado su grandísima tarde del año pasado en esta plaza y feria. Mató de media estocada tendida trasera que fue suficiente pese a tardar en doblar. Cortó una oreja.
Al más terciado quinto le enjaretó buenas verónicas al lado de otras de manos altas a sabiendas de que al toro no le sobraban las fuerzas. No obstante, el animal acometió impetuoso al caballo y cumplió en banderillas. Morante inició su segunda faena con chispazos preciosistas marca de la casa. Y siguió a derechas sacando partido de los medios viajes que el toro tuvo por el lado derecho de uno en uno y provocando con la voz al muy tardo animal. A dos ayudados por alto incompletos, añadió naturales sin remate salvo en un par de ellos que cerró de nuevo con ayudados altivos, otros a pies juntos, más naturales cortos aunque bonitos e insistiendo ya sin resultados que, sin embargo, no llegaran al tanto al tendido salvo en unas trincheras y en un macheteo de su fantasía particular. Repitió pinchazos.
Alejandro Talavante encaró el tercero, otro con casi seis años. Fernando Domecq debe estar desprendiéndose de todo lo que le quedaba mayor de edad antes de entregar la vacada a quien se la compró hace poco por un dineral. Son los mexicanos Bailleres quienes la adquirieron justo después de negárseles todo en su pretensión de adueñarse de La Maestranza. ¡Qué petardo han pegado¡ A este toro, castaño y bien puesto, Talavante lo recibió con templados lances a pies juntos muy celebrados. Le picaron trasero. Lo que no se debe hacer. Quitó por chicuelinas de manos bajas y amplia revolera perdiendo el capote. Bien lo banderillearon. Una buena tarde de todos los rehileteros. Pero todo lo bien que iba la cosa, cambió a mal nada más empezar Alejandro su faena. El toro estaba inválido y tuvo que matarlo rápidamente y mal por cierto. Muchos no entendieron que lo matara tan pronto.
Bonitas, relajadas y relajantes verónicas de Talavante en el recibo del sexto toro. Tras cumplir en el caballo sin que le pegaran mucho y ser banderilleado con desigual fortuna – no hubo quites – Talavante brindó al público la faena que le debía tras no haber podido dar un solo pase al tercer toro. La alegría de este sexto al acudir a los estatuarios con que empezó Alejandro su trasteo, presagiaron lo que vendría después con la mano derecha. Tandas largas, intensas y ligadas sin que el torero moviera los pies hasta que el toro empezó a venirse abajo y a quedarse más cortito aunque continuó muy noble. Alejandro lo resolvió con salerosos aditamentos, un arrimón enjoyado con adornos que emocionaron al tendido, naturales con sabor a sobredosis y las inevitables manoletinas que sobraron. Por eso pinchó y se le escapó la oreja.
Que este J. A. del Moral, es un fanático de Enrique Ponce, eso es de sobra conocido por parte de todos los aficionados, digo aficionados NO PUBLICO.
ResponderEliminarUn periodista o critico taurino, puede tener sus toreros preferidos, pero a la hora de informar lo primero que hay que hacer es se honesto con su profesión y no escribir MENTIRAS.
Porque como se puede decir refiriéndose a su segundo toro “Buena estocada” cuando según otro crítico escribe “Al valenciano le pidieron las dos orejas tras un bajonazo incalificable”.
Estos son detalles de crónicas del mismo festejo
Sin embargo, ninguna de las faenas antes reseñadas hubiese merecido las dos orejas atendiendo a la reacción del respetable público, que sin embargo se despatarró con una faena vistosa, estética, rápida y voluntariosa de Enrique Ponce frente a un toro alegre pero también sin clase. Al valenciano le pidieron las dos orejas tras un bajonazo incalificable. Para más inri...( Esta es de burladero.com).
Faltó el toro y faltó la emoción. O sea, la esencia. Y la tarde, al final, quedó en detalles. Aquí la técnica de Ponce. Allí la pinturería de Morante. Para ambos una oreja. Pero nada arrebató, nada cautivó. Hubo plasticidad, estética y belleza salpicada en pasajes discontinuos. También muletazos sueltos de Talavante. Pero, ¿y el toro? ¿Y la emoción? No vale hablar de crisis en la Fiesta, de escasa asistencia de público a las plazas, de campañas antitaurinas, de falta de apoyo institucional si las figuras, las únicas capaces de meter gente en las plazas como quedó demostrado ayer, se olvidan del gran protagonista: del toro. No solo de su presentación, caballo de batalla perdido en esta y otras tantas plazas cuando los espadas de relumbrón hacen el paseíllo, sino de su fondo. Porque cambiar la bravura por la docilidad, restando fuerzas y acometividad, es un pecado que lleva penitencia: el aburrimiento. Y si el espectáculo no interesa, para qué buscar enemigos fuera.
Poco pudo hacer Ponce en su primero, animal de poco fuelle que protestaba al tercer viaje. Entre esto y el aire que molestó, voluntad e intentos de conducirlo sin que la faena tomara vuelo. En el cuarto sí hubo más, desde un largo saludo con el capote, en el que destacó alguna verónica templadas, hasta una faena de muleta marca de la casa: de técnica y pulso. Eso sí, siempre sin forzar al animal, templando a media altura, toreando de uno en uno con la izquierda, acompañando por el otro pitón para que el ejemplar no protestara. Una faena poncista , con el hombre entregado y por encima de un animal con poca clase, aplicando todos los conocimientos que requiere el medio toro y adornando la labor con cambios de mano, trincherazos y otras cositas, todo eso con la gente muy a favor. Tanto que aún le pidieron la segunda oreja. La gente es generosa... (Esta es de Diario Córdoba).
Ahora juzgue ustedes.
P F