Carmen Calvo lidera el rebaño de mendrugos que pastorea Pedro Sánchez con la venia de Pablo Iglesias y el nihil obstat de bilduetarras y demás hispanicidas que rebozan su inmundicia política en las nóminas que España les paga, mientras el pueblo español pide la vez en los tanatorios y en las colas del hambre.
Analfabeta
EDUARDO GARCÍA SERRANO
El Correo de España - 26 JUNIO 2020
El secreto no es algo que nadie sabe, es algo de lo que nadie habla. La ignorancia de Carmen Calvo estaría a buen recaudo de no ser porque ella misma la pregona a banderas desplegadas cada vez que eructa bellotas desde el banco azul del Congreso de los Diputados, con su discurso embutido de vulgaridades, de lugares comunes y de opiniones adocenadas. Carmen Calvo gotea sus palabras como baba de tonto y lo hace, además, acompañando el verbo con ese gesto facial tan suyo de almorrana hirviente.
Carmen Calvo lidera el rebaño de mendrugos que pastorea Pedro Sánchez con la venia de Pablo Iglesias y el nihil obstat de bilduetarras y demás hispanicidas que rebozan su inmundicia política en las nóminas que España les paga, mientras el pueblo español pide la vez en los tanatorios y en las colas del hambre. Hay cosas que no se ven por la intensidad de su misma evidencia, de ahí el éxito electoral y profesional de Carmen Calvo que es la intensísima evidencia de aquello tan acertado que afirmaba Gandhi: “cuando un imbécil llega al Poder es porque sus votantes están muy bien representados”. Luminosa evidencia cuya intensidad ciega a los fundamentalistas de la democracia, impidiéndoles ver que lo bueno, lo bello y lo justo, que la verdad y el talento no dependen de ningún plebiscito, ni del bautizo de las elecciones, ni de la comunión de las urnas. He ahí a Carmen Calvo, por cuya cunita no se pasó Jesusito a la hora de repartir caritas ni inteligencia. Por eso se acomodó, muy bien por cierto, con el iletrado Zapatero, y ahora con el ágrafo Sánchez, en cuyo PSOE cualquier disparate tiene asiento y cualquier tolili acta de diputado.
En la última sesión de descontrol del Gobierno, Carmen Calvo volvió a rebuznar cortándole las dos orejas y el rabo al célebre Abundio, el paradigma del tonto de la imaginería hispana. No fue un lapsus ni un despiste, como no lo fue su memorable identificación del término latino dixit con un ratón de la factoría Disney, ni su atribución de la propiedad del dinero público a nadie, lo cual explica, por cierto, la querencia al robo y al saqueo del PSOE, desde el oro del Banco de España a los ERE de Andalucía, pues si no es de nadie es del primero que lo trinque, y el primer trincón desde hace más de cien años en España siempre es un socialista. Otro clásico: a todos los tontos les da por lo mismo.
No fue un lapsus ni un despiste. Es que es analfabeta, por eso respondió que “no se puede restituir lo que nunca se ha tenido” en referencia a las instituciones que su partido y su Gobierno llenan de mierda, tal y como el Coronavirus llena de neumonía los pulmones de los españoles. Por una vez le debemos gratitud a Carmen Calvo pues, aún sin pretenderlo, dijo la verdad como solo son capaces de decirla los niños, los borrachos y los tontos. A ella, restitución le suena a la profesión más antigua del mundo, y restituta a la que la ejerce. Y con el infinitivo del verbo restituir se le hace un nudo en la lengua y le da un ictus. Es analfabeta. Es Carmen Calvo. No da más de sí. Por eso es una restituta del restituído Frente Popular.
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