(Foto: Paco Mora)
El ganadero desgrana su tristeza viendo pasar por última vez el trabajo de cuatro o cinco años, que se dirige a una muerte sin gloria. Toros que en vez de a la luz del sol y ante la admiración de miles de espectadores por su bravura, morirán de un mazazo electrónico descargado sobre la testuz en la oscuridad de un matadero.
Oigo, patria, tu aflicción...
Paco Mora
AplausoS / Junio 2020
Cuando el ganadero de la viñeta, sentado triste en la loma, “Asia a un lado, al otro Europa y allá a su frente Estambul” -manes de La Canción del Pirata- recita in mente aquello de “Oigo, patria, tu aflicción...” no está haciendo patriotismo al uso ni siquiera patrioterismo ramplón. Piensa con el corazón en su auténtica patria que es el campo. Un campo que es su mundo, su afición y su trabajo. Puede que heredara la ganadería de bravo de sus antepasados y que sienta en el alma cómo se diluye el fruto de tantos años -quizá siglos- de esfuerzo por mantener y mejorar la especie. O es posible que sea un ganadero de nueva estirpe que ha empleado en crear una ganadería de toros bravos en su pequeño campo, el dinero ganado en otros trabajos en vez de hacer el montoncito en el banco pensando en “el mañana”, en el que no le quedara otra que vivir modestamente de los ahorros de toda una vida de esfuerzo.
El “Oigo, patria, tu aflicción...” del hombre sentado en la loma viendo cómo su mayoral conduce hacia una muerte sórdida y triste la camada que debía lidiarse esta temporada en las principales ferias de España, no es el “Oigo, patria, tu aflicción, y escucho el triste concierto que forman, tocando a muerto, la campana y el cañón”, con que comienza la Oda al Dos de Mayo de Bernardo López García en su llanto poético ante la invasión napoleónica.
El ganadero desgrana su tristeza viendo pasar por última vez el trabajo de cuatro o cinco años, que se dirige a una muerte sin gloria. Toros que en vez de a la luz del sol y ante la admiración de miles de espectadores por su bravura, morirán de un mazazo electrónico descargado sobre la testuz en la oscuridad de un matadero. Hay que conocer de cerca a esos hombres del campo bravo de Andalucía, Extremadura, Salamanca, Castilla-La Mancha, Navarra, Aragón, País Vasco, Comunidad Valenciana y tantos otros enclaves geográficos españoles en los que, en mayor o menor medida, se cría el toro bravo, para entender la explosión espiritual del hombre de la viñeta ante la imagen que ofrece la misma.
Hay que conocer y tratar a los criadores de reses bravas para entender lo que de vocacional y profundo tiene para ellos tal cometido.
He tratado a los Guardiola, Algarra Polera, Policarpo de la Maza, Fernando Domecq, Don Álvaro y su hijo del mismo nombre y apellido, a Pablo, José Luis y Eduardo Lozano, con los últimos vestigios Núñez diluidos en su encaste de Alcurrucén, a los dos Danieles, Ruiz y Martínez, a Ricardo Gallardo, creador de un hierro con personalidad propia a partir de la semilla de los Jandilla de Borja Domeqc, tristemente desaparecido en los primeros días de la pandemia del Covid-19...
En fin, y muchos otros que harían esta lista demasiado larga y abusiva para la paciencia del lector. Todos ellos tienen por patria el campo. De ninguno sé cómo piensa y siente políticamente, tendrán sus ideas pero se las callan. Pero sí que conozco sus opiniones respecto a la cría del toro bravo, a la que dedican el cien por cien de su tiempo activo.
Y tengo serias dudas sobre que sueñen con el triunfo electoral del Partido Popular, del PSOE ni siquiera de Podemos, aunque solo sea porque su líder luce coleta natural como Pedro Romero, El Chiclanero y Paquiro. Pero sí estoy seguro de que sueñan, mientras duermen, con inmensas praderas pobladas por manadas de hermosos y bien encornados toros de lidia en armónico movimiento, en busca de los mejores pastos que los pongan a punto para ser lidiados en todas las ferias de España, Portugal, el sur de Francia y los países americanos de habla hispana.
El del toro y sus circunstancias es un mundo tan atractivo que estoy convencido de que si estos esnob que creen que para estar bien situados en política deben ser enemigos de la Fiesta Brava, se acercaran a su entorno, con intención de conocerla, quedarían atrapados por su belleza y sus profundos valores.
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