la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 24 de junio de 2020

Bajemos el telón / por Pla Ventura

 Hablemos de la grandeza de nuestra fiesta, la cultura que de ella emana, de las heroicidad con la que se juegan la vida los toreros, de la gallardía de los empresarios que, de forma honrada, intentan montar espectáculos que, en un año como el presente, todo aquel que monte un festejo ya podremos calificarle como un auténtico héroe;

Bajemos el telón

Toros de Lidia / 23 junio, 2020
Nosotros, los medios de comunicación somos los auténticos culpables para que, variopintos personajes, por no llamarles por su nombre, difamen contra la fiesta de los toros sin tener la más mínima idea de lo que dicen; digamos que, ostentando un grado de ignorancia que, de pequeños, sus padres deberían de haberles llevado a la escuela. Últimamente, el caso más representativo y sangrante ha sido el tal Luis Hamilton que, comportándose como un retrasado mental –que quizás lo sea- ha atentado contra los toros.

Son muchos los imbéciles de la calaña del citado piloto que, sin saber nada pretenden dar lecciones. Eso es el colmo de la estupidez elevada al cubo porque, durante toda la vida, el que no ha sabido, ante todo preguntaba para aprender pero, amigo, los tiempos han cambiado a velocidad de vértigo y, ahora, cualquier irresponsable, dado que tienen la malditas redes sociales, se pronuncian pero, insisto, somos nosotros los que, al sentirnos ofendidos, respondemos a tales mensajes que solo merecen el olvido y el desprecio; prestarles atención es el gran error que todos cometemos, yo el primero.

Es cierto que, los mal nacidos que nos atacan saben muy bien donde nos duele; saben que, como fuere, siempre intentaremos defendernos pero, a su vez, sin darnos cuenta, les damos protagonismo a unos seres que no merecen la más mínima atención parte de ninguna persona normal que, me consta, somos la inmensa  mayoría. Convengamos que las guerras siempre se ganaron con las mejores estrategias y, nosotros, respeto a los toros, no estamos empleando las mejores. El olvido, la indiferencia y aquello de que para nosotros no existen, sería la mejor arma para ganarles la batalla.

Lo dicho. No existen esos tipos. No entremos al trapo de las líneas rojas que ellos nos marcan; dejémosle con sus miserias, con su ignorancia, con ese grado de subnormalidad que arrastran que, en definitiva, ya van bien servidos. Riámonos de esos personajillos de la farándula, del mariconeo y de gentecillas de esta estipe y, por favor, no nombremos a nadie que ellos solos desistirán en su cometido porque, insisto, estas gentuzas les importa un carajo los toros, lo único que quieren es protagonismo al precio que fuere.

Las redes sociales se han convertido en un hervidero de “autores” que, todos, sin distinción, la mayoría retrasados mentales por aquello que antes decía por no haberles llevado a la escuela de pequeños, ignorantemente, se pronuncian como si de auténticos novelistas se tratare; vamos que, Oscar Wilde ahora sería un gracioso. Y mira tú por donde, estos personajes han encontrado, en los toros, la horma de su zapato. Eso sí, para destruir aquello que no conocen, que no saben, y que no son conscientes de la gran realidad del mundillo taurino; digamos que, todos ellos, albergados por su jefe de filas, el tal Pablete de Podemos les alecciona para la maldad.

Como antes decía, la ignorancia sería la peor de las puñaladas que les podríamos dar y, en las putas redes sociales que escriban lo que quieran que, cuando comprueben que no tienen eco alguno muy pronto se cansarán y se dedicarán a otros menesteres porque, como seamos capaces de demostrarles, que contra los toros no deben de tener futuro, ellos mismos asumirán su derrota. Seamos sagaces; no nos pongamos a su altura puesto para que, de este modo les ridiculicemos y se marchen todos al carajo o, a ser posible, mucho más lejos.

Lo dicho, seamos indiferentes ante las proclamas de estas gentes barriobajeras que, ya ve, para entretenerse y buscar notoriedad, nos mandan mensajes para que entremos al trapo de sus mezquindades y, por favor, repito por millonésima vez, no nombremos ni a uno solo; dejemos que en su pecado lleven su penitencia que, haciéndolo así ya están bien servidos. Hablemos de la grandeza de nuestra fiesta, la cultura que de ella emana, de las heroicidad con la que se juegan la vida los toreros, de la gallardía de los empresarios que, de forma honrada, intentan montar espectáculos que, en un año como el presente, todo aquel que monte un festejo ya podremos calificarle como un auténtico héroe; ese debe ser nuestro camino, lo demás todo zarandajas de estúpidos que, de forma ignorante, atacan aquello de lo que no saben pero que, haciéndole caso a un grupo de mal nacidos, los demás se apuntan como si en ello les fuera la vida.

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