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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 15 de junio de 2020

Nostalgia taurina y verbenera / por Lope Morales


¿Habrá cosa en el mundo más social, más humana, más cordial, más excitante, más vital, más divertida y más plural que una verbena de pueblo en su plaza principal? ¿Y los toros? 

Nostalgia taurina y verbenera

LOPE MORALES
No sé si será por haber nacido en domingo, pero tengo que reconocer que la idea de quedarme sin fiestas me produce cierto desasosiego. No me refiero, evidentemente, a las propias del descanso laboral ni a las entrañables de ámbito personal o familiar, como los cumpleaños o las bodas. Sino a aquellas otras que, año tras año, marcan en el calendario los ciclos de nuestra vida en los mismos días y con similares ritos que lo hacían con nuestros antepasados. Cada uno tiene sus fiestas —que no tienen por qué limitarse a las de su pueblo— y cada fiesta tiene su programa y su patrón. O su patrona. 


Ya nos dice Antonio Gala que “aquí, en las ferias de los pueblos, imprescindibles solo hay dos cosas, una virgen y un toro”. Pero todas cumplen una función social necesaria al convertirse en una especie de terapia colectiva que cada cierto tiempo viene a recordarnos que somos precisamente eso, “sociedad”. Que somos personas, y como tales necesitamos vernos, hablarnos, rozarnos, abrazarnos, estar juntos y también ayudarnos. Dejar a un pueblo sin fiestas es desalmar su propia identidad. Por eso pocas cosas hay que puedan impedir su celebración. Algo que solo ocurre en tiempos de guerras o epidemias. En éstas porque nos puede matar el virus y en las guerras porque estamos ocupados en matarnos nosotros. También el virus de la discordia, cuando se propaga, puede tener efectos devastadores. 


En la España fiestera, aparte de las ceremonias oficiales o religiosas, hay dos actos sociales por excelencia: los toros y las verbenas. A la verbena ya el director de este diario le dedicó una nostálgica y oportuna contraportada hace unas semanas. Pero es que es verdad. ¿Habrá cosa en el mundo más social, más humana, más cordial, más excitante, más vital, más divertida y más plural que una verbena de pueblo en su plaza principal? ¿Y los toros? Ver una plaza llena, con ese colorido de sol y de sombra, con ese molinillo en el estómago de las grandes tardes, escuchando el run run previo al toque de clarines y timbales mientras los más rezagados buscan sus localidades... Solo eso, es ya emocionante. Como lo es esperar un encierro o la violenta y desafiante salida de los toros en San Marcos. Como lo es siempre —con toros o sin ellos— ver un pueblo unido en una ilusión o en un proyecto compartido y solidario. 

Ojalá volvamos pronto a la normalidad también para poder irnos de fiestas. Mientras tanto lo mejor que podemos hacer es estar con los que nos ayudan a pasarlo bien en ellas, porque ahora son ellos los que lo pasan francamente mal. Apoyemos con fuerza tanto a nuestros feriantes, caseteros, turroneros, taquilleros, porteros, mulilleros, camareros y cocineros, como a los artistas primordiales de estos festejos: los músicos y los toreros.

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