El espacio es la forma del poder de los hombres, el tiempo es la forma de su impotencia. Nuestro espacio ha sido ocupado por nuestros enemigos, a los que llenamos de agasajos con esa forma sensiblera y estúpida de eutanasia colectiva que llamamos tolerancia. Y nuestro tiempo, paradojicamente la dimensión y la medida de nuestra grandeza y de nuestra impotencia, se ha acabado.
Los bárbaros están dentro
EDUARDO GARCÍA SERRANO
El Correo de España - 16 Junio 2020
No cerréis las puertas. No hace falta. La barbarie está dentro, entre nosotros. Occidente se odia a sí mismo, sus clases dirigentes, sus élites y sus masas son los mejores aliados de los bárbaros que llevan siglos tratando de destruir la Luz de la Civilización con sus faltriqueras llenas de odio untado por océanos de dinero del liberalismo homicida, de las tiranías socialcomunistas, por el oro del Corán, por las finanzas de los narcos criollos y de todos los frustrados enriquecidos en la piratería sin blasones y sin hidalgos.
El espacio es la forma del poder de los hombres, el tiempo es la forma de su impotencia. Nuestro espacio ha sido ocupado por nuestros enemigos, a los que llenamos de agasajos con esa forma sensiblera y estúpida de eutanasia colectiva que llamamos tolerancia. Y nuestro tiempo, paradojicamente la dimensión y la medida de nuestra grandeza y de nuestra impotencia, se ha acabado. Comenzamos a agotarlo en vez de prolongarlo cuando en vez de evangelizar bárbaros homologamos sus ritos dándoles patente cultural, cuando equiparamos la flauta andina a una sinfonía de Beethoven, cuando igualamos a sus druidas con nuestros filósofos, a sus chamanes con nuestros médicos y cuando admitimos que el salvajismo de su modus vivendi era tan respetable y digno como el nuestro.
Hemos destruido dos construcciones formidables que sólo son efecto de la Historia para ser mejor sus causas: el Imperio y la Iglesia Católica. Ambas se cruzan en Roma, pero hoy lo hacen como dos viejos peregrinos con pasado y sin futuro que van a morir entre las carcajadas iconoclastas de sus herederos, entusiastas mercenarios de los bárbaros que hoy destruyen las estatuas y los monumentos de Colón y de los españoles que llevaron la Filosofía Griega, el Derecho Romano y la luz del Evangelio más allá de los estrechos horizontes que Occidente había trazado en sus mapas. No cerréis las puertas. No hace falta. Los bárbaros están dentro. Somos nosotros.
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