Antonio Bienvenida era más que un torero; era un señor dentro y fuero de los ruedos. Sus maneras de actuar, comportarse, vivir, amar y saber, hicieron de él un hombre irrepetible.
Los que tuvimos la suerte de ver en su momento la torería irrepetible del maestro don Antonio Bienvenida, todavía nos estremecemos cuando, aquel 7 de octubre de 1975, una vaca, “conocida” de doña Amelia Peréz Tabernero acabó con la vida de tal ejemplar diestro. Como digo, han pasado cuarenta y cinco años y parece que fue ayer cuando, por ejemplo, Antonio Bienvenida le confirmaba la alternativa al mexicano Curro Rivera en unión del maestro Andrés Vázquez, todo ello en la monumental de Madrid, sellando entre aquel triunvirato, una jornada taurina memorable.
Antonio Bienvenida era más que un torero; era un señor dentro y fuero de los ruedos. Sus maneras de actuar, comportarse, vivir, amar y saber, hicieron de él un hombre irrepetible. Tantos años después -y los que vendrán más tarde- le seguimos recordando como el primer día que tuvimos la dicha de admirarle en nuestra juventud, un recuerdo que sigue vivo dentro de nuestro ser porque, toreros hemos conocido muchos, muchísimos, pero que dejen una huella eterna, son contados, como los amigos que, con los cinco dedos de una mano todavía nos sobran.
El maestro de Madrid, aunque naciera en Caracas, impregnó el mundo del toro con su torería al más alto nivel, con su señorío constatado y admirado, con su valor inmenso para, tras haber recibido múltiples cornadas, jamás se amilanó y, una vez repuesto, volvía a enfrentarse a los toros como si nada hubiera pasado y, todavía, lo que es mucho mejor y que le engrandeció mucho más, su calidad como ser humano que, hasta tuvo el valor de enfrentarse a todos su compañeros para denunciar el fraude de lo que suponía el afeitado de los toros.
¿Recordamos a otro torero con semejantes virtudes?
Don Antonio Bienvenida no murió, se nos mudó antes de tiempo para ir al lugar que iremos todos, pero quiso marcharse para hacer el despeje de cuadrillas para que, cuando lleguemos a su vera, está la “plaza” totalmente despejada, al menos de gentuza y malhechores. Bienvenida triunfó como ser humano en calidad de torero y, por su forma de ser y comportarse junto a nosotros, por ello, se ganó la eternidad, la que nadie le discutirá y la que todos los admiraremos.
En la imagen, el monumento que inmortaliza a Antonio Bienvenida frente al escenario de sus grandes éxitos, la plaza de toros Monumental de Madrid.
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