DE AQUEL INSIGNE COLEGIO DEL SACRO-MONTE, AL SUEÑO DE SU RESCATE / Por Juan Miguel Núñez Batlles

Otra vez en Granada, con toda la carga emocional y de apasionada admiración que tiene para mí esta tierra.

DE ANGEL INSIGNE COLEGIO DEL SACRO-MONTE,

 AL SUEÑO DE SU RESCATE

Juan Miguel Núñez Batlles, antiguo alumno

Hoy me trae un encuentro, mañana, sábado, con los Antiguos Alumnos del Sacro-Monte, el Colegio cuya denominación ha de escribirse con guión para recalcar su sagrado significado.

Víspera ilusionante de la vuelta al  Colegio. Y digo bien Colegio, a secas, como fórmula para arrogarnos los que hemos vivido allí en época escolar una cierta "propiedad" de la esencia y el valor que encontramos en la monumental y hermosa Abadía del Sacromonte (ahora "los modernos" le suprimen la raya), considerada, y llamada así, la gran obra cristianizadora y formativa de su creador, don Pedro de Castro, cuyo cuarto centenario de su muerte es el motivo de esta especial convocatoria. 

Una cita tradicional cada año de los Antiguos Alumnos en torno a la Festividad de la Inmaculada, cuya Advocación fue preferente precisamente en la espiritualidad de nuestro insigne fundador. 

Y vuelve a ser la de mañana, Asamblea General Ordinaria de los Antiguos Alumnos, una especie de baluarte para seguir dando contenido más allá del recuerdo a la formación que recibimos en aquellas aulas cerradas parece que definitivamente en 1976. Casi cincuenta años ya, pero resistimos.

Hoy, y sin ánimo de exagerar una indebida apropiación, la Abadía del Sacromonte es, lo fue siempre, de toda Granada, y hace bien la ciudad en mantenerla y proyectarla como referente cultural, no obstante, el Colegio que albergó en estos cuatro siglos de existencia y para cuyo fin la debió concebir don Pedro de Castro, su fundador, el Colegio, insisto, es cosa y casa fundamentalmente de quienes tuvimos en ella y en él cobijo y enseñanzas. 

¿Por qué no soñar ahora con un rescate de la oficialidad e iniciativas privadas para devolverle la orientación de su fundador, don Pedro de Castro? 

Pues que no se quede todo en la suntuosidad de las valiosas obras de arte que alberga como magnífico museo. Que más allá de visitas guiadas en plan industria turística, o de suntuoso y privativo hospedaje como parador -opción que lamentablemente también se ha barajado en alguna ocasion-, podría ilustrarse y debería destinarse tan venerable escenario con la formación de nuevos alumnos de bachiller y universidad. Tal sería lo que socialmente se vuelve a necesitar.

A ver mañana qué nos dicen en la Asamblea.