José Ramón Márquez
Sábado, 3 de Julio de 2010
Todo el mundo sabe lo peculiares que son los estadounidenses. La verdad es que con el tiempo nos vamos pareciendo más y más a ellos, con esos centros comerciales ‘shopping malls’ que han hecho alrededor de todas las ciudades, con la cantidad de gente que padece obesidad mórbida, con la proliferación de vestimentas de los suburbios de Los Ángeles en los suburbios de Madrid y hasta en el Ikea, que despegas de Madrid con un Ikea a la vista y aterrizas en New Jersey con otro igualito en la ventanilla.
El pasado fin de semana se ha celebrado en Petaluma, California, el concurso en el que se elige al perro más feo del mundo, el ‘World’s Ugliest Dog Contest 2010’. La triunfadora ha sido una perrita chihuahua llamada ‘Princesa Abby’, de capa gris, negra y café, y en su elección se ha tenido en cuenta la pequeñez del animal, la deformidad de sus patas y el hecho de tener un ojo cerrado permanentemente.
Digo yo que, por si a alguno se le ocurre la idea de traer esta iniciativa a España, la podíamos hacer, pero con los toros, para darle un aire más nuestro. En ese sentido, yo quiero poner cuanto antes mi voto, no vaya a venir por ahí alguno a ponerse la medalla, porque el día 25 de mayo, en la Corrida de la Prensa nos echaron el toro más feo que hemos visto y veremos en este año. Recibió en vida esa inmundicia ganadera el nombre de Garlitero, número 154, de la ganadería de Toros de Cortés, de Guadalix de la Sierra, ganadería aspirante a llegar al paraíso de la Unión de Criadores, procedencia puro Victoriano del Río, con 530 kilogramos de feúra en sus lomos.
Fue Garlitero horrible, desproporcionado y feo de pura fealdad desde el momento en que su destartalada anatomía abandonó el frescor de los toriles donde gobierna Florito, como Caronte, y se mostró ante el atónito público hasta que las mulillas se lo llevaron por la puerta de arrastre. Su aspecto desagradable y grotesco era una ofensa a los buenos ganaderos, a los que crían toros bien hechos y con trapío, de los que Garlitero era una macabra caricatura.
Con su lomo hundido, al igual que la Princesa Abby, con su aspecto de adefesio con su cuerna tan levantada como la penca del rabo, tan alto por detrás como por delante y hundido al centro; con unos pelos alborotados e hirsutos que festoneaban la penca del rabo, el torezno Garlitero sólo podía a duras penas componer la figura de un toro bravo porque lo que en realidad trotaba por el ruedo ante Cayetano y su cuadrilla era un mamarracho escurrido y zancudo que era toro bravo sólo porque las guías veterinarias decían que lo era.
Y esta rechifla de animal, este insulto a la belleza, a la armonía de las líneas del ganado selecto ni fue silbado ni contempló el flamear de los pañuelitos verdes en el celoso tendido que capitanea el tal Faustino, el Rosco; que como él es también de Guadalix como Garlitero, no querría acaso tirar piedras contra el terruño, y además que el infratoro fue bendecido y aprobado Nihil Obstat por la Inquisición Veterinaria, y si ellos lo aprobaron por algo sería.
Por lo tanto, queda propuesto formalmente desde aquí el Garlitero como candidato para el ‘World’s Ugliest Bull Contest 2010’. Propongo, además, que el premio para el ganadero triunfador sea un fin de semana con Moncholi y con el Rosco. El primero para que le explique todos los tópicos y lugares comunes sobre la ganadería de forma pormenorizada, y el segundo para que le explique con detalle las teorías de la Gestalt sobre la percepción.
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