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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 14 de septiembre de 2014

El Pana / por Ignacio Ruiz Quintano


El Pana en Guadalajara

"...En Frascuelo ves la dignidad estética, y en El Pana, la dignidad festiva, porque la fiesta mexicana (el constante advenimiento de lo insólito) no es sólo un exceso (Paz): también es una revuelta, una súbita inmersión… en la vida pura..."

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Once de septiembre.

A la hora que Barcelona jugaba en la calle a independizarse de España (“¿Independencia? –decía Pla, tirando una ceja al aire–. "Los catalanes podemos fabricar muchos calzoncillos, pero no tenemos tantos culos”), los de Madrid fuimos a Guadalajara a despedirnos en la plaza de El Pana y Frascuelo, dos mundos que desaparecen. 

Frascuelo es Madrid y la pureza del arte clásico, que pide un punto de vista lejano. 

El Pana es México y el exceso del arte barroco, que pide un punto de vista cercano. 

Los filósofos dicen que todas las grandes decisiones de los hombres son excesos, desde el caminar de pie hasta el hablar al aire, pues toda palabra humana es un disparo a lo abierto.

¡Brindó un toro a las putas! –le espetó el Loco al Pana en un plató.

Cierto. “Dios las bendiga por haber amado tanto”, dijo en aquel brindis televisado El Pana, cuya fascinación por esas mujeres sólo es equiparable a la que su compatriota José Luis Cuevas (el artista vivo más grande del país) confiesa a cada paso: el burdel como su “lugar preferido entre todos”, afición que le viene, dice, del cine mexicano de los 40 y 50, con sabor a Emilio el Indio Fernández. Y cuando a Cuevas treinta y dos mujeres empresarias le dieron en Madrid un almuerzo de homenaje y le preguntaron si era feminista, contestó:

–No. Yo soy mujeriego.

Contra el exceso arraigado en la naturaleza humana, los antropólogos predican moderación, que es esta socialdemocracia que contra el alzamiento de las barretinas toca el piano y sin embargo se aspa ante un torero que hace el paseo con puro y sarape y que se atreve a decirle al Loco:

–He podido con los toros más fieros, pero no con el de Domecq, que está en un litro. 

Todo es viril con Frascuelo y El Pana. 

En Frascuelo ves la dignidad estética, y en El Pana, la dignidad festiva, porque la fiesta mexicana (el constante advenimiento de lo insólito) no es sólo un exceso (Paz): también es una revuelta, una súbita inmersión… en la vida pura.

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