la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 15 de septiembre de 2014

Portento en Murcia. La Marcha Real / por J.A. del Moral

Murcia, 15/09/2014.- Cuando Enrique Ponce inició la vuelta al ruedo portando en sus manos las dos orejas y el rabo simbólicos que el presidente de la plaza de toros de Murcia acababa de concederle tras varios minutos de unánime e insistente petición del público en pos de que se perdonara la vida al bravísimo e interminablemente nobilísimo animal que, sin terminar de embestir por su inagotable y dulce casta, acababa de ser toreado como si el matador valenciano fuera un dios mortal, la banda de música arrancó una pieza que, en medio de la algarabía, logramos apreciar se trataba de la Marcha Real. No cabía mejor música para acompañar y celebrar lo sucedido: que el rey del toreo había llevado a cabo la quizá mejor y más larga faena de su vida.


Un banquete muy del mejor Ponce con aperitivos, tres platos, sorbetes para desengrasar, postres variados, café, copa, puro…. Una sucesión divinamente encadenada de suertes fundamentales y de adornos, adobados con esa manera de hacer que parecen las de un ángel celestial tejiendo la túnica que cada día estrena Dios. El total relajo, el abandono sublime, la alegría de lo que solo por verlo enciende los corazones y nos provoca lágrimas de puro contento y la carne de gallina, los vellos de punta, las gargantas roncas de tanto gritar….


Una faena que en realidad fueron tres seguidas. La primera, de por sí interminable, justo hasta el momento que algunos espectadores empezaron a pedir que se le perdonara la vida al animal. La segunda, hasta que el presidente sacó por fin el pañuelo naranja cuando habían transcurrido suficientes minutos para que ordenara a los clarines que anunciaran el tercer aviso. Y la tercera, la que incansable y cada vez más increíblemente templado, llevando el engaño a cámara lenta de parados los relojes en una sucesión de muletazos de exquisita factura y de variadísima gama, llevó a cabo antes de que simulara la suerte de matar con su prodigiosa mano derecha.

Sin saber que su perseverante resistencia a sacar el pañuelo del perdón había sido la causa del portento, fue precisamente el presidente quien tuvo la “culpa” de que el genial trasteo hubiera dudado tanto y tanto y tanto hasta decir basta.
Pero, ¿cuántos faenones parecidos al de ayer llevamos vistos y gozados por obra y gracia de Enrique desde que tomó la alternativa hace 25 años?… Incontables. Y de estos de indulto, ni se sabe. En esta plaza de la Condomina, muchos y de indulto tres, aunque uno ya no sabe cuáles fueron los que más nos arrebataron a cuantos tuvimos la suerte de verlos in situ. El de ayer sumaba el número 42 de los conseguidos por quien ostenta el inalcanzable record de reses más o menos bravas indultadas. Y si digo esto es porque Ponce ha indultado a tantos toros que se lo merecían como a los que no, pese a su bondad. El de ayer, con el hierro de doña Olga Jiménez, la señora madre de los hermanos Matilla y curiosamente llamado Filósofo – entre filósofos anduvo el reto –, por supuesto que lo mereció. Solo que aún más por la inacabable y portentosa obra muletera que ahí quedó para la historia del toreo.


Haciendo memoria, el primer toro que indultó Ponce en Murcia y en su vida, fue el llamado Bienvenido, de Jandilla, hace nada menos que 22 años. El segundo, ayer se cumplieron 17 y un día porque fue el 15 de septiembre de hace 17 años cuando indultó el llamado Halcón de Juan Pedro Domecq que Ponce brindó al gran aficionado inglés Michael Wigram quien ya llevaba varias temporadas siendo el más fiel seguidor del maestro. Y el tercero, el último por ahora… ¿Quien puede ni siquiera adivinar cuantos le faltan a Ponce por indultar todavía…?

Señores, uno ya no sabe qué decir… Se nos agotan los adjetivos que coloquen definitivamente a Enrique Ponce en el pináculo de su interminable permanencia en lo más alto del toreo actual y en el que abarca la entera historia del toreo. Digamos tan solo para aproximarnos, que Enrique Ponce Martínez pertenece por derecho propio a elenco de los más grandes entre los grandes que hayan existido y por existir. Y esto ya no hay quien pueda ni se atreva a negarlo, so pena de quedar en el más absoluto de los ridículos.
  • Tuvo lugar el 14 de septiembre de 2014. En medio de una tarde calurosísima y con dos tercios de entrada – otra vez más como tantas, este año se lo perdieron los que no asistieron –, con un paciente público que aguantó una primera mitad de corrida sin más historia que la decepción. Los tres primeros toros de los Matilla, justitos de todo, no dieron juego y tan solo El Fandi tocó el pelo de la oreja del tercero gracias a lo bien que sabe manejar los resortes del entusiasmo. El suyo y el de la gente. Y claro, también gracias al espadazo con el que lo mató.
Pero, llegada la tradicional pausa para merendar, todos especulábamos ciertamente entristecidos sobre qué no acabaría de decepcionarnos del todo en la segunda mitad del festejo. Siempre que ocurre algo como lo de ayer, recurrimos al dicho que usan los gitanos afirmando que los malos principio son el anuncio de muy buenos finales. Y así fue como tantas veces. Los manes del destino. La conjunción de los planetas. El qué sabe quien ni qué…obró este nuevo milagro poncista que nos transportó a la gloria más bendita del toreo que nadie puede imaginar.

Quedaban los dos últimos toros por catar. Dos animales que, como el castaño perdonado cuarto, tuvieron bastante más envergadura corpórea que los ya lidiados. Pero, ay, no tanta bravura ni tanta calidad. Fue por ello el momento de que El Fandi y José María Manzanares tuvieron la ocasión de responder a lo hecho por Enrique Ponce. Algo verdaderamente inalcanzable por nadie de los que ahora se visten de luces. Aparte del terno que ayer estrenó Ponce, un serísimo carmelita y oro que se quedó colgado en la percha durante la feria de Bilbao y que contrastó mucho con los vestidos que se pusieron el granadino, un blanco y plata; y el alicantino, un marino de borrados en oro poco recamados, la inimitable difícil facilidad con que torea el de Chiva ya hemos dicho que jamás la tuvo nadie y que, hecho lo hecho, ni Manzanares ni El Fandi serían capaces de superar, pero sí dar el do de pecho como lo dieron ambos desde sus respectivas cualidades y calidades. Fue una alegría verles luchar en pos del triunfo para conseguir acompañar al maestro en su clamorosa salida en hombros.

Y vaya que lo consiguieron dándolo todo y estando muy por encima de las condiciones de sus enemigos. El Fandi sensacional en todo lo suyo, por supuesto que como siempre con su templado capote, sus portentosas facultades y soberbias habilidades técnicas en banderillas, su muletear sorteando lo que le venga y su eficaz espada triunfadora. Manzanares, jugándosela de verdad porque su toro tuvo momentos de peligrosa guasa que aguantó y resolvió con su juvenil magisterio en una faena de oreja que fueron dos por una de sus grandes estocadas que le valió la segunda.

Y así pues, los tres a hombros tan felices y contentos como todos los que tuvimos la inmensa suerte de estar allí, al mismísimo borde el rompernos las camisas…. Dios sea loado por regalarnos tanta dicha…

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