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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 7 de enero de 2015

México: ¿Cuál Igualdad? / por Bardo de la taurina




"... ¿por qué estaban todos listos? pues porque aparte de lo ya asentado sabían que en el ruedo estaba una dama perturbada, indefensa, sin técnica, desorientada, sin facultades pa’ enfrentar un toro (¿Quién se atreve a rebatir esto?, incluyendo a la víctima)..." 


¿Cuál Igualdad?

La petardeada que se pegó la Plaza México el último domingo del año, con la puesta en escena del show fémino, con los resultados escritos a ritmo de bolero desgarrador que me recordó mucho a lo que se sacaba del sentimiento el guayaquileño Julio Jaramillo con esa su voz cachondona a más no poder con la que se la rifaba con eso que dice;

Nuestro Juramento
Benito de Jesús

No puedo verte triste porque me mata 
tu carita de pena, mi dulce amor 
me duele tanto el llanto que tus derramas 
que se llena de angustia mi corazón.

Yo sufro lo indecible si tu entristeces, 
no quiero que la duda te haga llorar 
hemos jurado amarnos hasta la muerte 
y si los muertos aman, 
después de muertos amarnos más.

Si yo muero primero, es tu promesa, 
sobre de mi cadáver dejar caer 
todo el llanto que brote de tu tristeza 
y que todos se enteren de tu querer.

Si tu mueres primero, yo te prometo, 
escribiré la historia de nuestro amor 
con toda el alma llena de sentimiento 
la escribiré con sangre, 
con tinta sangre del corazón. 

Y es que así con tinta sangre es como hay que escribir lo ocurrido en el ‘domingo dantesco’ donde por cierto el artista Francisco Álvarez, ‘El de los pinceles que cantan’ se llevó la nota de arte al inspirarse en la embestida o ¿sería acometida? (Por aquello de la enchufada) al pintar con dramática inspiración el momento aquel cuando el toro D’ Guadiana va a encontrarse con las nalgas de ‘gamuza’ que eran las más atrayentes, esas que se mueven en el salón Los Ángeles, ( al son de ‘Toma este puñal y ábreme las venas) entre todas la que tenía de frente, bueno la realidad era que no las tenía en la mira se las pusieron a tiro de piedra algún o algunos capotes, que no eran capotes cañones sino capas desorientadas y es precisamente hablando de ellos los de las capas y las banderillas, la seda y la pasamanería que se salió a la luz un hecho que nos sirve o más bien nos da pie para puntualizar que en el ruedo como en la vida urbana no todo es parejo y si no ahí les va ‘ladies & gentemen’ pregúntense ¿si en el ruedo hubiese estado un matador de esos que torean cada año bisiesto y que ni nombre tienen, las cuadrillas hubieran estado tan al pendiente de lo que ocurriese en la arena?, si usted se pone a contar cuantos capotes auxiliadores brotaron en un instante contara más de diez, es decir casi la totalidad de los de todas las cuadrillas y aquí viene nuevamente la pregunta 


¿Por qué?, pues por varias razones sería la respuesta, la primera porque la integridad a cuidar y salvar era la de una piel tersa, apiñonadita, curveadita, jacarandosita, coquetonsilla, perfumadita y frágil ¿a poco cuando se la han dejado ir a cualquier matador le han caído los ángeles de la guarda en diluvio?, ¿por qué estaban todos listos? pues porque aparte de lo ya asentado sabían que en el ruedo estaba una dama perturbada, indefensa, sin técnica, desorientada, sin facultades pa’ enfrentar un toro (¿Quién se atreve a rebatir esto?, incluyendo a la víctima) y que tal esa escena en que no obstante que la señora estaba de pie una figura de las infanterías la cubría de frente con su propio cuerpo, y esto no debe de extrañar porque desde el momento mismo en que la condenaron con su solo anuncio (¡inmeritorio! a todas luces) a ser carne de cañón, sabían los subalternos y los monosabios que iban a trabajar extra, entonces; ¿hay o no igualdad en la vida torera?

Venga mi Memo Martínez usted que es orfebre de la seda y la sarga, bendito con el don del sentimiento dual de torero y cantante, además de majo en los alberos y en los escenarios que recuerda a toreros de su tierra tapatía como el inmenso Pepe Ortiz o a cantantes como el de aquella voz de alamares Enrique Álvarez (el del Trio Calavera y por añadidura marido de la ‘Doña’ La Félix) o autores de los alberos como ‘El Zapopan’ y de las letras como Pepe Guizar, ¡Venga! artista arránquese con esa inmensa del inmenso músico y bohemio Gabriel Ruiz, tapatío hasta la médula y a sacarle los pañuelos blancos como a usted Guillermo Martínez, con ese quite de diamantes que recién pegó en la Plaza Monumental y que le va a servir de Llave de Sol pa’ abrir una tercia cualquier domingo de estos y entonces sí, a dar el do de pecho.

Usted
Gabriel Ruiz

Usted es la culpable
de todas mis angustias
y todos mis quebrantos

Usted lleno mi vida
de dulces inquietudes 
y amargos desencantos

Su amor es como un grito
que llevo aquí en mi alma
y aquí en mi corazón

Y soy aunque no quiera
esclavo de sus ojos
juguete de su amor

No juegue con mis penas
ni con mis sentimientos
es lo único que tengo

Usted es mi esperanza
mi última esperanza
comprenda de una vez

...Usted me desespera
me mata me enloquece
y hasta la vida diera,
por vencer el miedo de besarla a usted...


Y es que mira Guillermo, tú que eres sibarita de los oles y los aplausos, debes de saber que los alberos con sus caprichos y sus misterios, no son propios para las damiselas por cuestión de su constitución natural y también por romanticismo y si en cambio lo son todas las demás aristas de la fiesta pues ahí están sobre todo el tendido que es un escaparate esplendoroso para las guapas, por cierto me pregunto ¿si alguien ha visto que un caballero llegue a la plaza con un mantón de Manila como los que usa Falete envolviendo en el regazo un ramo de claveles colorados y reventones y los arroje a las zapatillas de la más frondosa de las toreras? o ¿que algún señor le lance a la lidiadora en aprobación de triunfo un puro que es símbolo de sobriedad, elegancia y masculinidad exclusiva de esos hombres de pelo en pecho y de los toreros que huelen a tabaco, vino y mujer? y es que; cada quien en su lugar y sobre todo en las barreras donde las majas tarde a tarde son rociadas de piropos como aquel que platica Bernabé Jurado 'El licenciado ladrilló' (en el libro 'El Abogánster' de la autoría de Eugenio Aguirre y editado por Planeta) referente a una tarde en el Toreo de la Condesa en la que lidiaban Fermín Espinosa 'Armillita', Jesús Solórzano 'El Rey del Temple' y Cayetano Ordóñez 'El Niño de la Palma' y en la que cuando apareció en su barrera la señorial y taurinísima Dolores del Río el popular 'Cojo' que era un cojinero le lanzo aquel castizo piropo; 'Tiene usted más salero que la Cibeles meando', así la cosa, los machos cojonudos en la arena y las manolas agraciadas en las gradas, gozando de la admiración y sobre todo con el palmito a buen resguardo.

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