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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 13 de marzo de 2016

Ojalá le tuviesen como ejemplo / Por Paco Delgado



Antoni Asunción, socialista, Ministro de Interior, apoyó firme y decididamente a la fiesta taurina.


Ojalá le tuviesen como ejemplo

Paco Delgado 
Valencia, 12/03/2016
Hace unos días pasamos una temporadita nefasta -hay rachas, y lo tengo comprobado, que se acumulan las desgracias- y en menos de una semana se nos fueron muchas personas que han tenido que ver en nuestras vidas. Y aunque es ley natural, no deja de ser doloroso ver como desaparece gente a la que quieres, aprecias o, simplemente, conoces o has tenido trato o relación con ella.

En poco menos de una semana nos dejaron los colegas Fernando Carrasco, a quien conocí hace muchos años en uno de aquellos festivales de periodistas en Sevilla, Gaspar Rosety, voz inconfundible del fútbol radiofónico, el tenor albacetense José Ferrero, con quien compartí burladero en la última feria de Albacete, Ray Tomlinson, programador informático estadounidense a quien debemos uno de los grandes inventos de nuestros días, el correo electrónico y el simbolito que lo identifica, Tomás García, aficionado y enamorado de la fiesta taurina, y a quien hace unos meses dediqué un artículo con motivo de la publicación del libro en el que contaba sus vivencias y experiencias, y -con la esperanza de que aquí acabe la cosa...- Antoni Asunción.

Asunción, que comenzó su carrera siendo alcalde de Manises, la ciudad valenciana en la que nació, fue presidente de la Diputación de Valencia, Director General de Instituciones Penitenciarias y Ministro de Interior. Un currículum impresionante y que le convierten en uno de los valencianos más ilustres y destacados de los últimos tiempos.
Militante socialista desde los primeros años setenta del pasado siglo, fue también aficionado a los toros, demostrando que una cosa no quita la otra y que, como ya dejó bien claro Jean Cau, el espectáculo taurino no es de derechas ni de izquierdas. Y lo escribió alguien para nada sospechoso, pues, como toda su familia, el autor del libro Las orejas y el rabo estuvo siempre cerca de la extrema izquierda y fue secretario de Jean-Paul Sartre, perfecto exponente del marxismo humanista y que rechazó, en 1964, el Premio Nobel de Literatura, explicando en una carta a la Academia Sueca que él tenía por regla declinar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin necesidad de pasar para nada por las instituciones.

Siendo presidente de la Diputación, Asunción -primo del actor José Sancho y con quien gustaba de comer y beber bien- fue el responsable de que la plaza de toros de Valencia volviese, en 1985, a ser autogestionada por la propia corporación provincial, buscando como gerente al entonces principiante en lides empresariales Simón Casas. Una decisión que desató una soterrada batalla entre el taurineo, que tenía al coso de Monleón como bocado exquisito, y no tan soterrada en la propia ciudad del Turia, con los voceros locales -a sueldo de los taurinos que se quedaron con la miel en los labios- repartiendo estopa y denuestos contra los defensores de la fórmula y hasta contra quienes dieron la noticia. Finalmente, la política entró en liza y los intereses opuestos a Asunción -que sólo buscaba lo que pensaba mejor e idóneo para los aficionados y la plaza-, a través de medios de comunicación afines y otras lindezas, acabaron torpedeando y hundiendo un proyecto que, a día de hoy, sigue siendo el ideal para Valencia. Y para muchas otras plazas.

Además, promovió la cultura taurina, editando los ya míticos cuadernos taurinos, exposiciones en la propia plaza, invitando a que los carteles de las ferias valencianas los firmaran artistas como Miquel Barceló, Eduardo Arroyo, Manolo Valdés, Daniel Torres..., recuperando la corrida de la prensa y agitando, en suma, el ambiente en torno a los toros, promocionando, difundiendo y divulgando la fiesta. Igualito que los políticos de ahora, muchos de ellos de su mismo partido y en la misma Diputación desde la que él defendió a este espectáculo, que no deja de ser una clarísima manifestación de nuestra esencia, y que ahora ningunean, atacan y hasta niegan

Y, por si fuera poco, tuvo la decencia, lo que le honra a ojos de quien no le conociese, de dimitir como Ministro de Interior en una época en la que el PSOE ya había perdido el rumbo totalmente y hasta el mismísimo director de la Guardia Civil se dedicaba a robar descaradamente a sus propios subordinados.
Ojalá que a muchos sirva de ejemplo.

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