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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 4 de septiembre de 2017

LA NEGACIÓN DE ESPAÑA (Francisco Vázquez Vázquez Embajador de España. Alcalde que fue de La Coruña)



Escrito así su nombre, puede que a alguno le resulte hasta desconocido, porque D. Francisco es una de esas personas cuyo prestigio excede al formalismo de su propio nombre. Pero si les decimos que hoy tenemos el honor de contar en este blog con la pluma y las ideas de “Paco Vázquez” más de uno exclamará: “¡Ah, carallo!” y así se lo presentamos porque es él quien nos pide que le consideremos nuestro amigo en esta iniciativa: POR LA UNIDAD DE ESPAÑA.

Ahora si sobran las palabras para introducir las de quien ha sido 23 años regidor de esa bellísima ciudad, La Coruña, “La ciudad en la que nadie es forastero”, como queremos que lo siga siendo España. Senador y diputado en las Cortes Generales por el PSdeG-PSOE y Embajador de España ante la Santa Sede, avalan la personalidad y el prestigio de un auténtico hombre de Estado que siempre ha defendido con convicción sus ideas, y que hoy se une a nosotros en defensa de la unidad de España.

Don Francisco: Para nosotros es un honor. Tiene Vd. la palabra.


LA NEGACIÓN DE ESPAÑA

Francisco Vázquez Vázquez
Embajador de España y Alcalde que fue de La Coruña
Blog: generaldavila.com - 3 septiembre 2017
Algunos españoles, pienso que más muchos que pocos, tenemos la impresión que al igual que a Cristo en su pasión, hoy a España se la niega hasta tres veces: En su historia, en su lengua y en su nombre, que es tanto como negar su propia existencia como nación.

Su historia se enseña y se transmite de forma desvertebrada conforme a los criterios y a la visión ideológica de cada gobierno autonómico. De manera sectaria, falseando y deformando sus contenidos, la verdad se pone al servicio de los fines últimos de proyectos políticos que buscan la ruptura de la unidad de España y que en las aulas de los colegios o desde los medios de comunicación pública que controlan de manera constante, exaltan lo propio y las singularidades diferenciadoras, reduciendo los valores comunes a una circunstancia ajena y extraña, cuando no, las más de las veces hostil.

Su lengua y consiguientemente su cultura son hoy marginadas oficial y administrativamente en todos los niveles oficiales de numerosas autonomías. Su enseñanza se margina en los planes educativos, se proscribe su uso comercial, publicitario y en los medios de comunicación públicos, imponiendo por ley el uso de las lenguas vernáculas, conculcando el artículo 3 de la vigente constitución, al negar incluso el derecho a usarla, aunque venga refrendada por sentencia judicial firme, sobre todo en materia de planes de estudio.

Se niega el nombre de ESPAÑA

Y su nombre se le niega…, se sustituye eufemísticamente por conceptos abstractos o administrativos tales como país o Estado. Su bandera y sus símbolos se retiran de instalaciones oficiales, su himno se vitupera de forma impune. Su unidad se resquebraja en el lenguaje cotidiano de medios, comunicadores y políticos al contraponer siempre las partes al todo, como si cualquier autonomía no fuera parte integrante de España, en vez de una realidad diferenciada como interesadamente se pretende. Ser y sentirse español se considera expresión de un reaccionarismo rancio propio de tiempos pasados y reflejo de ideologías de corte totalitario, mientras que se jalea como expresión de modernidad y libertad la exaltación de los símbolos autonómicos.

Y ante este escenario algunos españoles, sigo pensando que más muchos que pocos, tenemos la impresión que España no tiene quien la defienda porque la realidad es tozuda al demostrarnos que de nada sirven los silencios y las concesiones que inevitablemente terminan convirtiéndose en complicidades, cuando no incluso en traiciones que hacen de los mandatos y deberes constitucionales auténtico papel mojado.

Al incumplimiento de las leyes se une un retador desacato a las resoluciones y sentencias de todo tipo de tribunales, incluido el Supremo y el Constitucional, poniéndose en entredicho el estado de derecho, una y otra vez conculcado por quienes simplemente buscan su destrucción y su desaparición.

Y todo ello no es fruto de la acción o de la amenaza de un enemigo exterior, sino que paradójicamente surge de un enemigo interior que ni oculta sus intenciones ni se frena en el desarrollo de sus estrategias. Como es obvio, me refiero a los nacionalismos separatistas y su nutrido corifeo de justificadores, compañeros de viaje y pescadores en río revuelto.

Nacionalismos separatistas

Nacionalismos separatistas que allí donde alcanzan el gobierno, sea una autonomía o un ayuntamiento, acometen de inmediato políticas excluyentes y monopolizadoras, que al final llevan a cabo los mismos excesos, abusos y arbitrariedades que desde siempre desde el campo nacionalista denunciaron como las supuestas formas de actuar del denostado centralismo español y como las causas principales contra la discriminación y acoso contra su cultura y sus manifestaciones diferenciales.

Lo cierto es que, tal como resumí en las tres negaciones, las situaciones de intolerancia, exclusión e intransigencia permanecen hoy en España, aunque las víctimas son otras. Constantemente los nacionalistas excluyen lo diferente, niegan lo diverso y ponen barreras a las políticas e ideas de integración, tolerancia y universalidad. La exaltación de lo propio y la glorificación de sus “hechos diferenciales” son parte fundamental de su ideario.

Han llamado conflicto político a lo que simplemente era terrorismo. Reescriben la historia borrando la memoria y el recuerdo del adversario. Ensalzan solo las efemérides, los personajes y los valores culturales propios. Censuran los acontecimientos y los sucesos nacidos de la confrontación. Relegan al olvido todo lo que refleje unos valores y unas circunstancias históricas y culturales compartidas. Lo que no es nacionalista es ajeno y extraño, potencialmente es incluso una amenaza.

Sus avances continuados son para ellos simplemente la satisfacción de una deuda histórica o la reparación de un agravio comparativo. Lo obtenido de las concesiones constantes de los sucesivos Gobiernos de España, no tiene más valor que la devolución de lo debido y siempre es menos importante que lo que queda por alcanzar.

Y si hay algo que agradecerles es que nunca han ocultado sus intenciones, ni ayer ni hoy. Su objetivo último es logar la independencia de sus territorios, aprovechando todas las coyunturas y oportunidades que se les presenta, sobre todo la debilidad del Estado, recurriendo incluso a la traición, como cuando en los últimos meses de la guerra civil, la Generalidad de Cataluña encabezada por Companys intentó negociar internacionalmente a espaldas del Gobierno de la República una rendición pactada que les garantizase la independencia o una fórmula de autogobierno.

Hoy no caben las equidistancias, tan solo un claro alegato a favor de España, de ese proyecto común que generación tras generación ha proyectado en el mundo una cultura, una historia y una civilización universales.

Libertad y tolerancia

Permítanme elevar mi alegato como un pequeño eslabón más de esa larga cadena de ilustrados, afrancesados, constitucionalistas, liberales, krausistas, regeneracionistas, republicanos y cristianos que lucharon por los valores e ideales permanentes de igualdad, libertad y solidaridad, buscando para su Patria los caminos de libertad y tolerancia que definen a las sociedades modernas y que con otros españoles tan patriotas como ellos y legítimamente adversarios, pusieron unos y otros juntos los cauces de convivencia y diálogo que hasta hoy nos han permitido vivir en libertad, en democracia y en paz, tan en peligro en el presente por la amenaza separatista.

Y en un foro impulsado por quienes con honor sirvieron a España en sus Fuerzas Armadas, permítanme terminar haciendo mías las palabras de aquel gran patriota y Ministro de Defensa que fue Indalecio Prieto, quien en pleno año de 1936 decía a sus correligionarios socialistas: “A medida que la vida pasa por mí, yo aunque internacionalista, me siento cada vez más profundamente español. Siento a España dentro de mi corazón y la llevo hasta en el tuétano mismo de mis huesos. Todas mis luchas, todos mis entusiasmos, todas mis energías derrochadas con prodigalidad que quebrantó mi salud las he consagrado a España. No pongo por encima de ese amor a la Patria, sino otro más sagrado: el de la justicia”.

Francisco Vázquez
Embajador de España
Alcalde que fue de La Coruña

Otrosi, a guisa de corolario final: Nada digo que no lleve diciendo y denunciando desde hace décadas y nada describo que no sea público y notorio, salvo para quienes tienen la obligación de remediarlo.

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