Rey Emérito Don Juan Carlos I al describir uno de sus últimos encuentros con el Generalísimo: “La última vez que le vi apenas podía hablar. Pero la intensidad de su mirada lo decía todo. La última frase que salió de su boca en mi presencia, cuando ya se hallaba prácticamente en agonía, fue:
‘Alteza, prometedme que pase lo que pase
mantendréis siempre la unidad de España’.
‘Alteza, prometedme que pase lo que pase
mantendréis siempre la unidad de España’.
Juan Chicharro Ortega
General de División (R)
Hoy escribo a propósito de la unidad de España.
En unas declaraciones hechas con motivo del pasado día de las FAS, Maria Dolores de Cospedal, Ministra de Defensa en ese momento, dijo explícitamente “que a partir de la inquebrantable lealtad a su Bandera cada militar tiene el deber y la obligación de garantizar la soberanía y la integridad territorial”. Sencillamente lo que dijo es lo que proclama la propia Constitución española en su artículo 8. Nada extrañas, por lo tanto, sus palabras. No es la primera vez que la Sra. de Cospedal recoge en sus palabras ese sentimiento y cabe preguntarse el porqué de este recuerdo de la misión constitucional de las FAS.
Sí, sé que estamos en el año 2018 y hoy las circunstancias no son las mismas que en otras épocas mas o menos lejanas, por la sencilla razón de que la sociedad ha evolucionado mucho, pero los valores que conformaron nuestra Patria siguen vigentes y tal parece que esos valores se encuentran hoy en una grave crisis. Una querida región española como Cataluña se encuentra sumida en un proceso en la que sus dirigentes buscan sencillamente la ruptura con España al tiempo que hemos visto una moción de censura exitosa contra el Gobierno del PP merced al apoyo de partidos que tienen el mismo objetivo: romper España.
Así las cosas, no es de extrañar el mensaje que la Sra. de Cospedal envía a las Fuerzas Armadas por la sencilla razón de que estas tienen un mandato constitucional de todos conocido. Un mandato que define a las FAS como garantes de la integridad territorial y del ordenamiento constitucional, si bien debe quedar claro que dentro del contexto general que marca la propia Constitución: la defensa del Estado corresponde al Gobierno y al Tribunal Constitucional velar por su integridad. Estas son las reglas y las FAS se atienen a ellas con escrupulosa actitud.
La prudencia es virtud del gobernante pero la inoperancia no lo es, y, hoy, cuando vemos cuanto sucede en Cataluña a uno le entran temores fundados de que lo peor puede estar por venir si no se ponen los medios para impedir tanto desatino. Y, lo siento, las FAS no pueden permanecer ajenas al peligro de desmembramiento de nuestra Patria. Y no pueden estarlo simplemente porque se lo ordena la Constitución por la que se rigen. Por eso, y como dijera Clausewitz, “la guerra es la continuación de la Política, y por tanto, es el Ejército el que mantiene la política cuando fallan los medios pacíficos”, es decir, al Ejército corresponde la guardia de aquellas constantes históricas de un país, al servicio de las cuales se halla la gestión política. Es esto lo que con distintas palabras proclama nuestra actual Constitución en su articulo 8 y que de forma tan sutil nos ha recordado la que en ese momento era todavía Ministra de Defensa.
La unidad de España, hoy puesta de nuevo en entredicho por partidos independentistas con la parsimonia de otros denominados nacionales al negociar para obtener o mantenerse en el poder, fue siempre una obsesión del Generalísimo Franco hasta los últimos días de su muerte.
Son muchos los testimonios de la firmeza de este principio pero el más ilustrativo nos lo dio el propio Rey Emérito Don Juan Carlos I al describir uno de sus últimos encuentros con el Generalísimo: “La última vez que le vi apenas podía hablar. Pero la intensidad de su mirada lo decía todo. La última frase que salió de su boca en mi presencia, cuando ya se hallaba prácticamente en agonía, fue:
‘Alteza, prometedme que pase lo que pase mantendréis siempre la unidad de España’.
Más que sus palabras, lo que más me impresionó sobre todo fue la fuerza con que sus manos apretaron las mías para decirme que lo único que me pedía era que preservara la unidad de España. La fuerza de sus manos y la intensidad de su mirada. Era muy impresionante. La unidad de España era su obsesión. Franco era un militar para quien había cosas con las que no se podía bromear. La unidad de España era una de ellas”.
Sí, la unidad de España - la que juran defender ante su Bandera los ejércitos - siempre fue un principio a mantener por el Generalísimo y hoy los que nos hemos impuesto como obligación el defender su legado no podemos por menos que concordar con sus palabras - en el contexto histórico en que las pronunció - cuando dijo que “el Movimiento Nacional no ha sido nunca una sublevación. Los sublevados eran, y son, ellos: los rojos. Vulnerada la Constitución que ellos mismos hicieron, negados los más elementales derechos de] hombre, comenzando por el de la vida; entregada España entera al dominio de los pistoleros, lanzadas las clases trabajadoras a una cruenta lucha fratricida, el Ejército interpretó el anhelo de la mayoría de los españoles, harto ya de asesinatos, saqueos y arbitrariedades. El Movimiento llegó cuando tenía que llegar: antes hubiera sido imprudente. Al Ejército no le es lícito sublevarse contra un partido ni contra una Constitución, porque no le gusten, pero tiene el deber de levantarse en armas para defender a la Patria cuando está en peligro de muerte”.
Soy consciente, como dije al principio de estas líneas, que la España de hoy no es la de 1936 si bien no deja de ser cierto que si el Estado pierde el sentido de su misión, si deja de creer en la filosofía política que le dio nacimiento y fuerza, si empieza a adquirir un complejo de inferioridad, si inicia una etapa de disimulo y si utiliza un idioma contradictorio y débil, abdicante y enfermizo, lo que hace es dejar que las fuerzas secesionistas se envalentonen y avancen, pululen y brujuleen. La quiebra de la unidad nacional es objetivo claro de algunas fuerzas en el presente y ahí no hay diferencia con ese luctuoso pasado y ahí comprendo la petición postrera del Generalísimo al Rey. ¿ Clarividencia ?
Cuanto escribo no es sino una reflexión personal y evidentemente subjetiva. Reconozco lamentablemente que a muchos mis ideas les parecen trasnochadas y fuera de tiempo o época; y es que vivimos tiempos en los que el relativismo moral se ha adueñado de todo y donde los valores permanentes que han constituido referencia moral para muchos hombres y mujeres de mi generación, hasta ahora, se encuentran en clara crisis. A pesar de todo, mantengo un optimismo creciente cuando veo a muchos de nuestros jóvenes, y entre ellos a los que mandan nuestras unidades militares, manteniendo enhiesta la Bandera con la misma dedicación y desvelo que sus mayores y es que, pese a tanta medida conducente a que esto no fuera así, va a ser cierto que puede más el ejemplo de padres y abuelos.
Han pasado ya 40 años de la muerte de quien fuera Jefe del Estado y Generalísimo de los ejércitos y, hoy, vilipendiada su figura por grandes sectores sociales, incluso por aquellas personas, instituciones o grupos que le deben su supervivencia, con una actitud cobarde y vil, cobran relieve sus palabras respecto a las FAS cuando dijo aquello de que ” la máquina se deshace pero la obra queda”
No hizo mal la Señora de Cospedal cuando recordó las misiones constitucionales de las FAS. Nunca está de más leer la Constitución:
Artículo 1.2 : La soberanía nacional reside en el pueblo español .....
Artículo 2 : La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española .....
Artículo 8 : Las FAS ... tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender SU INTEGRIDAD TERRITORIAL Y EL ORDENAMIENTO CONSTITUCIONAL
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