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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 17 de junio de 2018

Ni por esas… / por Paco Delgado


El efímero ministro Máxim Huerta 

Uno trataba de ser optimista, pensar bien y concedía, por eso, un tiempo de espera para comrobar qué y cómo lo hacía el nuevo ministro de Cultura, Máxim Huerta. Pero no ha habido tiempo. Ha sido dimitido, como quien dice, a los dos días de su nombramiento. De nuevo Unamuno lleva razón… ¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje!

  • Esto se escribió, y mandó a redacción, el día 12 de junio; pero anteayer, tras irse a porta gayola, no pudo evitar el fiero envite de un escándalo que le hizo tomar el olivo. Más breve que Frasquito. Qué pena damos….


Ni por esas… 

La vida pública y la cosa política siguen sorprendiendo y dando que hablar. Habría que desear que fuese para bien pero, como dicen los ingleses, cautos y avisados, wait and see, hay que esperar y ver.

El último revuelo se armó con el nombramiento del nuevo gobierno, en general y conjunto muy bien visto por todos y con grandes posibilidades de hacerlo bien, dado el curriculum y categoría profesional de la mayoría de los elegidos. Y, desde luego, lo que más llamó la atención fue la designación de Máxim Huerta como titular de Cultura y Deporte, Ministerio que ya de por sí parece que viene muy justo para acoger bajo un mismo techo dos materias de tan amplio espectro y no poca dedicación.

También la gente del toro, profesionales y aficionados, se asustaron al pronto, con la entrega de esa cartera al periodista y escritor valenciano, de Utiel en concreto, tierra taurina y castellanoparlante, y de familia oriunda de Minglanilla, Cuenca. Y no por nada, sino por que enseguida salieron a la luz escritos y mensajes que había ido dejando en las redes sociales y en las que cabía una muy razonable duda en cuanto a su gusto por la tauromaquia. Como también dejaba claro que el deporte no era lo suyo, si bien enseguida se fue a saludar a la selección y dirigentes futboleros y acudió a París para, tocado de un sombrerito sorollesco -se nota que tira la tierra ¡bien!-, animar a Nadal en la consecución de un nuevo gran éxito para España.

Victorino Martín, con la mosca tras la oreja, y rápido y ojo avizor como siempre, le mandó una carta en la que, como presidente de la Fundación del Toro de Lidia, quería transmitir su bienvenida como entidad al nuevo ministro de Cultura, recordándole que la tauromaquia  es una manifestación incluida en la protección que la Constitución otorga al hecho cultural, como recordaba recientemente el Tribunal Constitucional, poniéndose a su disposición para iniciarle en el conocimiento de la materia y asegurando su convencimiento de que, conocido su espíritu abierto, cambiará de opinión con argumentos mejores, apoyado, por si fuera poco, en compañeros suyos de gabinete como los ministros de Vicepresidencia o Fomento, Carmen Calvo y José Luis Ábalos -su padre hasta intentó en serio la aventura del toro-, grandes conocedores de esta expresión de nuestra cultura.

Sea como fuere, lo bien cierto es que no tardó mucho en reconocer que si bien no era, efectivamente, aficionado a los toros, “mis gustos no tienen por qué coincidir con todas las sensibilidades”, sí que es “ministro de todas las culturas” y dejó apuntado que “el conflicto taurino está enconado” y que le gustaría “abrir un diálogo con sensibilidad”. Añadiendo que ni El Juli ni Rivera Ordóñez, que habían manifestado públicamente sus temores por su nombramiento, tenían de qué preocuparse. Bueno, para empezar no está mal. Hay que darle tiempo y esperar, qué menos, esos cien días que se conceden a los nuevos mandamases para empezar a juzgar su trabajo.

Pero, como persona culta y leída, habría que recordarle que Unamuno, uno de los más grades sabios que ha dado este país y sin ser especialmente admirador del espectáculo taurino -más bien lo contrario…-, dejó dicho que le parecía un disparate prohibir las corridas de toros, pues eran el compendio de las bellas artes y de  todas ellas, la que mejor prepara al alma humana para la contemplación de las grandes verdades.

Como verdad es que el toro sigue siendo nuestro símbolo, como bien saben hasta en Rusia, donde hace poco, en un partido jugado por nuestros mejores futbolistas, decoraron en su honor el campo de juego, recortando en el césped una gigantesca reproducción del toro que diseño Manolo Prieto y que desde hace sesenta años vigila, atento desde su otero, nuestras carreteras y nos recuerda, como Miguel Hernández -y tantísimos otros…- debe hacerlo con el nuevo Excelentísimo Señor, qué somos y de dónde venimos.

Esto se escribió, y mandó a redacción, el día 12 de junio; pero anteayer, tras irse a porta gayola, no pudo evitar el fiero envite de un escándalo que le hizo tomar el olivo. Más breve que Frasquito. Qué pena damos….

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