Una gravísima ofensa para todos los matadores de a pie y, sobre todo, para las grandes figuras que vienen triunfando con un máximo de dos orejas con infinitamente mayor mérito que los de cualquier figura del rejoneo.
Indignante rabo
J.A. del Moral - 10.06.2018
Llevábamos ya muchos años contemplando impasibles las distintas varas de medir sobre los triunfos habidos en las corridas de toreo a pie con respecto a los infinitamente más obsequiosos del toreo a caballo, también conocido como rejoneo. Pero ayer se colmó el vaso hasta lo indecible y nada menos que en la plaza más exigente y tantas veces la más injusta del mundo por la exagerada cuando no equivocada decisión de otorgar el máximo premio a una gran actuación de Diego Ventura a la quiero calificar de excepcional en esta clase de toreo, pero en absoluto merecedora de un rabo. Sencillamente porque el toreo a pie nada tiene que ver , sobre todo en cuanto riesgo, con el de a caballo.
El rejoneo siempre será un gran espectáculo más cerca del circense que el de la lidia y el toreo a pie con la “red” del desmoche de la cornamenta de los toros. ¿O no? Por eso y solo por eso, en mi opinión, tampoco tienen ambas modalidades por lo que respecta a las exigencias de los públicos, casi siempre más que serias con una clase de toreo y las para nada rigurosas y ni siquiera entendidas con el otro. En las corridas de rejones, siempre se conceden muchísimas más orejas que en las del toreo a pie. Diferencia que en la plaza de Las Ventas roza con lo escandaloso. Y más ayer con la concesión de un rabo a Diego Ventura.
Una gravísima ofensa para todos los matadores de a pie y, sobre todo, para las grandes figuras que vienen triunfando con un máximo de dos orejas con infinitamente mayor mérito que los de cualquier figura del rejoneo.
De tal modo que, por lo que respecta a quien firma, cada vez que un torero de a pie sea herido leve o gravemente y, no digamos, si pierde la vida en su empeño, maldeciré esta espero que sea la última concesión de un rabo a cualquier rejoneador.
Algunos han recordado el último rabo que hasta el de ayer fue concedido en Las Ventas y del que fui testigo directo, el que dieron a Sebastián Palomo. Como recuerdo el gran escándalo que provocó con las subsiguientes y acervas críticas de la crítica de entonces, con el estúpido “luto” que guardó el sector más ultra de la plaza entonces, y mucho más, hasta con la injustísima decisión de las autoridades de entonces, destituyendo ipso-facto al presidente que se atrevió a concederlo, el comisario Pangua.
Ah y, por cierto, ¿en donde se metieron ayer los “exigentísimos” sectores contestatarios y reventadores de la plaza?
Señor, Señor, hazme bueno, pero todavía no.
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