”El maestro Pepín Jiménez ha sido uno de los toreros de más personalidad, de más compás, de más arte, de más creatividad y torería que yo he visto, y por tanto de los que más me han emocionado en una plaza de toros.”
Rafael Comino Delgado
Toros Noticias Murcia / Fotos Luis Godines
Una cosa es torear con temple, es decir, haberle cogido el ritmo al toro, y otra es “torear a compás”, aunque algunos, tal vez muchos, confunden, o hacen similares ambos conceptos, cuando son distintos.
“Templar -como ya expusimos, en otro artículo– consiste en llevar el engaño a la misma velocidad del viaje del toro, pero unos centímetros por delante, sin que los pitones lo rocen, siempre al mismo ritmo que el toro, es decir, adaptarse al ritmo de la embestida”
El Compás es otra cosa, pues éste surge cuando se templa con todo el cuerpo y no solo con el brazo y la muleta. Se puede Templar muy bien solo con el brazo, o brazos si se torea con el capote, pero, cuando además se templa con la cintura, con el pecho, con todo el cuerpo, se transmite al público una sensación diferente, más honda, de más sentimiento. Todo el cuerpo va girando a la misma velocidad que el engaño (aunque los pies permanecen clavados en la arena), y así todo el cuerpo expresa el sentimiento del pase. Cuando se torea a Compás, a ojos del espectador aparece toro, muleta (o capote) y torero como un conjunto escultórico que gira rítmicamente, armónicamente, con los pies clavados en la arena, en cada pase, lo cual genera una gran estética y una gran emoción.
Entendemos que el Compás fue introducido por el maestro Curro Romero, hasta el punto de que representa una de sus grandes aportaciones al Toreo.
Por ello, el maestro Romero, al principio impresionaba con su forma de torear a Compás, nunca antes vista, por lo que don Gregorio Corrochano dijo de él que “era el torero de la armonía”, pues al fin y al cabo el Compás es armonía entre la embestida del toro y como la conduce el torero, expresada con todo el cuerpo. Algunos, a este concepto, le llaman “acompañar”, pero nosotros creemos que, cuando solo se acompaña no se manda. Compás sería, pues, acompañar la embestida con el cuerpo pero templando y mandando. Entendemos que hay que procurar Templar con todo el cuerpo, es decir torear a Compás.
Cuando se Templa con todo el cuerpo surge el COMPÁS y se genera ESTETICA, BELLEZA, en definitiva, ARTE. Cuando se Torea a Compás se lleva al toro enganchado con la Muleta, con el Brazo, con todo el cuerpo pero, sobre todo, se le lleva enganchado con el Alma.
Rafael de Paula, que toreaba a Compás, dijo, “Se torea a Compás, como se baila y se canta, a Compás, pero también como se vive, o ha de vivirse, a Compás”; enorme frase, sobre todo la segunda parte, que suscribo y practico en su toda su amplitud.
Yo estoy viendo toros desde el año 1950, y debo decir que los dos toreros que mejor he visto torear verdaderamente a Compás han sido Curro Romero y Pepín Jiménez.
Con respecto a este último recuerdo perfectamente la primera vez que le vi, y lo mucho que me impresionó. Fueron tres o cuatro verónicas, más o menos en la primera raya, que me llegaron hasta lo más profundo del alma. Pensé, ¡Dios mío que estoy viendo! ¡Qué estética! ¡Qué obra de arte! ¡Qué pellizco en el corazón! Aquello era sentimiento, creatividad, arte puro derramándose sobre la arena. Todo hecho con gran naturalidad, como debe ser el buen toreo. Lógicamente la plaza enloqueció, porque fue de una belleza inenarrable, como lo es todo el buen arte, en cualquiera de sus ramas. Luego vino la faena de muleta, y lo que había visto con el capote se multiplicó por mil. Naturalmente me dije, ¡a este hay que seguirle! y le seguí. Pues uno de los mayores gozos, para mi espíritu, ha sido ver torear a Pepín Jiménez, cuando le salían las cosas.
Cada torero tiene unas características que le hacen diferente a los demás, y el maestro Pepín Jiménez ha sido uno de los toreros de más personalidad, de más compás, de más arte, de más creatividad y torería que yo he visto, y por tanto de los que más me han emocionado en una plaza de toros. Cada faena suya era completamente distinta a las demás, dependiendo del toro, como es lógico, pero sobre todo de su estado de ánimo, de su estado de inspiración, porque el arte es sentimiento, inspiración, diferencia, expresión, creatividad y emoción. Fue creativo y original incluso el día que, de pronto, sin que nadie lo esperara, hizo el Cristo, tumbándose con los brazos en cruz delante del toro. Aquel, desplante, si se puede llamar así, ha quedado para siempre en la historia del torero, porque fue un detalle genial de un torero genial. Otros hicieron después algo parecido, pero lo de Pepín Jiménez fue otra cosa, en todos los aspectos.
Fíjense si sería creativo que hasta la muleta la liaba, sobre el estaquillador, al revés que todos, para entrar a matar.
El problema es que de esos toreros, con esos dones, nacen muy pocos, poquísimos, y uno de ellos es el maestro Pepín Jiménez, al que nosotros, los aficionados de mi época hemos podido disfrutar.
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