La falsedad no puede eternizarse, ni entonces ni ahora
El fracaso final de la mentira
La República del Estat Catalá significaba desde el primer momento la desmembración de España, su desaparición como nación integral. La debilidad de aquel Gobierno (de la República) pactando con el viejo separatista, concediéndole honores y poder, en vez de castigarle justamente como enemigo de la unidad de la patria, ha traído como fruto ese Estatuto que ahora se presenta a las Cortes, y que es, pese a todas las apariencias de falsa cordialidad, un arma que en manos de los separatistas se volverá terriblemente peligrosa para el resto de los españoles».
«La intransigencia catalana, partidaria del “tot o res”, (…) que afirma que si las Cortes no aprueban íntegro el Estatuto los catalanes no aceptarán la resolución de las Cortes. (…) Hay que decirlo claramente: Es mentira que el Estatuto responda a la aspiración unánime del pueblo catalán. El Estatuto es obra de Maciá y su pandilla, enemigos de España, que ven en él un arma política bastante fuerte para sostener su caciquismo abusivo, para satisfacer sus tristes ambiciones de poder y medro».
«El Estatuto no representa la voluntad de Cataluña, porque el plebiscito que aparentemente lo refrendó fue una farsa grotesca y espectacular, amañada con el dinero que el señor Maciá arrebató a las necesidades de los Municipios y Diputaciones… El referéndum fue una mentira que solo pudo lograrse porque el Gobierno toleró, sin contrarrestarlas, aquellas mascaradas separatistas, de propaganda a lo yanqui, y a la que la prensa de Madrid colaboró con informaciones falsas y aduladoras… En aquellos momentos todos los elementos españolistas de Cataluña se sintieron coaccionados por el frenesí catalanista, desamparados ante la burda maniobra con la que se pretendía hacer creer que todo el pueblo catalán estaba sumido a las exigencias de la partida triunfadora acaudillada por el viejo separatista Maciá…»
«A pesar de todo esto, llega a las Cortes el Estatuto, que moralmente es un atentado sacrílego contra la unidad sagrada de España y materialmente un inicuo intento de despojo de la mayoría de los españoles en beneficio de los habitantes de una sola región… (…) Pero por encima de todo perjuicio material y total quebranto económico está la indignante situación de inferioridad en que el Estatuto coloca a todos los españoles en relación a los habitantes de Cataluña. (…) A pesar de todas las hipócritas protestas de cordialidad, la aprobación del Estatuto significa la desmembración, no solo espiritual, sino material de España».
«El Estatuto (…) será el arma con que se aseste un golpe alevoso al corazón de la Patria. Después de ese código injusto que hace de los catalanes una casta privilegiada, que de momento los convierte en algo así como españoles de cuota, vendrá la escisión rencorosa… El separatismo, dueño del Poder en Cataluña, no tardará en arrojar su torpe máscara de cordialidad y dará suelta al odio secular, al veneno de la envidia y el despecho que han ido acumulando esas gentes, que con el vesánico de Maciá al frente desprecian estúpidamente al resto de los españoles».
«Pese a todo, yo soy optimista. Por sentimiento y reflexión. (…) Por eso, porque tengo fe en la justicia inmanente de la vida y en los destinos de España, yo confío en que este movimiento odioso y abusivo del separatismo fracasará en un futuro próximo. Porque yo no creo que esa farsa del Estatuto representa los verdaderos intereses de Cataluña, sino que es la plataforma de una minoría de caciques sin freno, yo estoy seguro de que todo ese tinglado entre grotesco y trágico de la Generalidad se derrumbará pronto y con estrépito».
Y para que conste, queda firmado por El Caballero Audaz en mayo de 1932 y por mí, hoy mismo.
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