Primoroso fue el comienzo de faena de Ginés Marín. Foto: Plaza1
Ha asistido el Rey Emérito Don Juan Carlos I, pero se ha echado de menos al Rey Felipe VI. Y no es que se le quiera ver más o menos, es que también eso era, digo era, lo tradicional y justo por aquello del apoyo a los millones de personas a quienes los toros les gustan.
DE PRIMOROSO A PRIMO ROSO
S.I.18.- Hoy ha tenido lugar la tradicional Corrida de Beneficencia, llamada todavía así aunque en nada sea benéfica, o a lo mejor sí, veremos.
Ha asistido el Rey Emérito Don Juan Carlos I, pero se ha echado de menos al Rey Felipe VI. Y no es que se le quiera ver más o menos, es que también eso era, digo era, lo tradicional y justo por aquello del apoyo a los millones de personas a quienes los toros les gustan.
Parece que todo aquello que fue hay que cortar con ello, pues muy bien, podíamos cortar definitivamente con llamar así a este festejo que, luego, de extraordinario tiene muy poco.
Tres espadas considerados extremeños trenzaron el paseíllo, aunque se sepa que dos de ellos no nacieron en la tierra de los conquistadores. Antonio Ferrera, Miguel Ángel Perera y Ginés Marín fueron los contratados para el evento, que no invento como la de la Cultura, Seis Naciones o el Desafío ganadero, todas paridas por el Sr. Casas, Don Simón (nos referimos al empresario no al vino).
Se enfrentaban a una corrida de Alcurrucén, mansa, pero luego colaboraban con su nobleza y sosería para que los espadas pudieran ponerse bonitos o feos, pero colaboraron con más o menos intensidad. Encierro que pudo proporcionar más que esa oreja cortada. Si no fue así pregúntenselo a la terna.
Hubo sí una oreja, para Ginés Marín. Una oreja necesaria para que la corrida siga llamándose de Beneficencia. Cuando la beneficencia actuaba lo único que se precisaba es que el damnificado lo necesitara. Así ha sucedido hoy, debe ser que Ginés Marín lo necesitaba y había que beneficiarle.
Comenzó su faena, bello comienzo, diría que primoroso. Todos creímos que no se podía empezar mejor. Luego aquello fue decayendo entre aciertos y desaciertos, cierta elegancia y también postureo, sin que el toro obligara a ningún alivio Marín fue haciendo uso de él, mientras la pasión de los tendidos se iba diluyendo como lo hace un azucarillo. Sí había gente que aplaudía pero eran cada vez menos. Cuando metió la espada baja al segundo intento parecía haberse frenado el frenesí, pero hubo gente que todavía estaba encantada de la vida. Pidieron la oreja sin que fuera mayoritaria y el palco, tras pensárselo mucho, claudicó.
Los no conformes discreparon con palmas de tango pero la beneficencia ya había cumplido su labor, beneficiar. Por todo lo sucedido podemos concluir que de primoroso pasamos al primo roso. Si porque de primos fue premiar un trasteo desigual y por debajo de las condiciones del toro. Primo principal Don Trinidad López que estaba en el palco y primos unos cuantos más cautivados por bastante oropel.
En el sexto se suponía que iría a por todas y lo que sucedió es que fue sí… pero a por todas las ventajas. No se ha visto en la feria torear a más distancia del toro creyéndose su propia mentira. Se le fue la puerta grande que le hubieran abierto fácilmente por ser el día de la beneficencia.
Ferrera y Perera estuvieron en la plaza, pero sin más protagonismo que su prosopopeya y una falta absoluta para interesar a los tendidos a pesar de sus largos trasteos. Por supuesto, a los entendidos… mucho menos. Los avisos dicen todo lo plúmbeas que han sido las actuaciones.
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