Solo se puede ser comunista desde la ignorancia y desde el desconocimiento, o desde la maldad. El comunista que sabe lo que dice y conoce la teoría, solo habla de libertad y democracia como mero gancho, para hacer su mensaje atractivo a los incautos. El comunista convencido sabe que la libertad y la democracia son solo un medio para alcanzar la tiranía, nunca un fin.
El comunismo es una ideología bárbara que necesita de la miseria y de la pobreza para implantarse.
JAVIER GARCIA ISAC
El Correo de España / Madrid, 6 Junio de 2020
El comunismo es la negación de la democracia y, lo que es peor, es la negación de la libertad. Algo hemos tenido que hacer mal, muy mal, para que, en pleno siglo XXI, después de lo que sabemos y conocemos, después de los más de cien millones de muertos que provocó esa ideología maldita solo en el pasado siglo, después de los crímenes, abusos y violaciones cometidos en su nombre, después de tener sometidas a millones de personas a la ideología totalitaria más perversa que se haya dado sobre la faz de la tierra, todavía existan personas que presuman de ser comunistas y, además, intenten convencernos de que son demócratas ejemplares.
Es incompatible ser comunista y ser demócrata. Es incompatible la libertad con el comunismo.
Solo se puede ser comunista desde la ignorancia y desde el desconocimiento, o desde la maldad. El comunista que sabe lo que dice y conoce la teoría, solo habla de libertad y democracia como mero gancho, para hacer su mensaje atractivo a los incautos. El comunista convencido sabe que la libertad y la democracia son solo un medio para alcanzar la tiranía, nunca un fin. Las urnas son válidas mientras los resultados les son favorables. El comunista es un mentiroso compulsivo que no dudará en utilizar todo tipo de argucias y artimañas para atraer a personas con ciertas inquietudes, pero muy débiles intelectualmente. Canciones pegadizas, mensajes cortos y muy obvios a los que son difíciles poner alguna pega; todo es muy superficial, no interesa profundizar, interesa buscar adhesiones fáciles y sencillas, alejadas de toda complicación teórica. Estamos ante nuevas generaciones de borregos, muchos de ellos, niños de papá sin ellos saberlo, generaciones que han nacido en la abundancia o, por lo menos, entre ciertas comodidades. El comunismo posterior a la caída del telón de acero se reinventó. Se nos presentó con nuevas formas muy alejado de su estética tradicional. La lucha de clases pasó a un segundo término y hablar de la dictadura del proletariado, después de los ejemplos vividos en medio mundo, pasó a ser un tema tabú.
Se inventaron nuevas banderas en defensa de determinadas minorías. El feminismo, el ecologismo, el animalismo o el homosexualismo son instrumentos para resultar más atractivos, pero lo cierto es que, ni la mujer, ni los animales, ni el medio ambiente o los gays, importan lo más mínimo a una ideología culpable de las mayores atrocidades cometidas contra la mujer, contra el medio ambiente, contra la naturaleza o contra los que consideraban desviados o invertidos, a los que perseguían, mataban o, en el mejor de los casos, recluían en campos de reeducación con terapias que, como poco, podríamos calificar de agresivas.
Se inventaron nuevas banderas en defensa de determinadas minorías. El feminismo, el ecologismo, el animalismo o el homosexualismo son instrumentos para resultar más atractivos, pero lo cierto es que, ni la mujer, ni los animales, ni el medio ambiente o los gays, importan lo más mínimo a una ideología culpable de las mayores atrocidades cometidas contra la mujer, contra el medio ambiente, contra la naturaleza o contra los que consideraban desviados o invertidos, a los que perseguían, mataban o, en el mejor de los casos, recluían en campos de reeducación con terapias que, como poco, podríamos calificar de agresivas.
No existe un solo país en el mundo que podamos poner como ejemplo en el que el comunismo, o alguno de sus sucedáneos, haya dejado una nación prospera, avanzada, libre y modelo de democracia e igualdad. El comunismo solo deja miseria, tiranía y muerte allí por donde pasa. En los últimos años asistimos atónitos a un blanqueamiento del comunismo en España en todas sus ramificaciones y formas, tergiversando y mintiendo sobre su historia, sobre sus dichos y sobre sus actos.
Actos de los que ahora parecen sentirse orgullosos, como poner bombas en cafeterías y hoteles, en coches o en supermercados. Todo muy heroico para unos mierdas que no sabían lo que era disparar de frente. Mataban para implantar su modelo totalitario de sociedad, muy alejado de la libertad o del concepto de democracia que conocemos. Se confunde ser anti franquista con ser demócrata y se nos oculta que no existió oposición al franquismo que fuera mínimamente relevante, que pudiera ser considerada demócrata. El comunismo es una ideología bárbara que necesita de la miseria y de la pobreza para implantarse; cuando esta no existe, la crean, pero luego son incapaces de erradicarla.
Blanquean a organizaciones terroristas, organizaciones comunistas y marxistas en sus diferentes versiones leninistas o maoístas, cuyos logros para traer la democracia a España consistían en asesinar, secuestrar y extorsionar y que, por cierto, mataron más en democracia que con Franco y, por supuesto, no trajeron nada más que dolor y muerte a las familias de las víctimas.
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