El problema es intenso y altamente preocupante. Los resultados de una plaza inactiva en una segunda temporada serian irreversibles. De hecho, todo puede ocurrir. Sobre todo, con propuestas viables que hagan posible el arranque y que permitan, abaratando costes, salvar unas fechas de la primavera sevillana previamente consensuadas con todas las partes intervinientes en el espectáculo.
No debe ser fácil intentar programar en el contexto actual. La enfermedad vírica es galopante. Un nuevo confinamiento está a la vuelta de la equina. El país está bajo mínimos y con la impresión de que todavía no ha tocado fondo. La tauromaquia vive unos de sus peores momentos y el aficionado lo sufre impotente. No les queda más remedio a los diferentes sectores del toreo que adaptarse a un panorama en continuo declive donde cuesta encajar la realidad.
El problema es intenso y altamente preocupante. Los resultados de una plaza inactiva en una segunda temporada serian irreversibles. De hecho, todo puede ocurrir. Sobre todo, con propuestas viables que hagan posible el arranque y que permitan, abaratando costes, salvar unas fechas de la primavera sevillana previamente consensuadas con todas las partes intervinientes en el espectáculo. Única forma de encontrar motivaciones a las dudas.
Uno puede preguntarse si las respuestas de unos y otros inquietan más que evocan el difícil presente. O matan la ilusión que recompensa el esfuerzo de quien debe estar dispuesto a la organización de unos pocos festejos sin Feria de Abril en el Real.
Sí así fuere puede que se alce el telón de una nueva, aunque corta, temporada de toros en Sevilla. Iniciar unos de los ciclos taurinos con más entidad en España. Conseguir estabilizar una oferta que incluya una programación interesante con unas combinaciones de alto nivel que incluya a veteranas figuras con jóvenes destinados a serlas. Mejor intentar que vivir en el fracaso.
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