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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 2 de noviembre de 2009

EL PRIMER RABO SE CORTA EN MADRID 1918



José Roger “Valencia"

"Pablo Romero"

--El Cartel Taurino (1)--
José Roger "Valencia" fue el primer torero que en la antigua plaza de Madrid consiguió llevarse en el esportón el rabo de un toro.

Fue a un novillo, pujante y noble ejemplar de “Pablo Romero”, admirablemente lidiado y muerto por el entonces novillero, se llamaba “Vallehermoso”
El crítico “Zig-Zag”, colaborador habitual de La Lidia, escribe una permenorizada crítica detallando lo ocurrido en este festejo histórico, dando importancia por igual a toro y a torero.

La primera vez que en la Plaza de Madrid se concedió un rabo de un toro fue el 11 de agosto de 1918.

Hasta entonces el entendido público de aquella inolvidable plaza de la carretera de Aragón –a la que no asistían tantas mujeres ni turistas como a la de ahora—se había limitado a solicitar una oreja como premio a una faena extraordinaria, y dos en caso muy excepcional. La vuelta a ruedo, o la simple salida al tercio constituían ya un alto honor para el torero que lo lograba.

Eran otros tiempos, otra Plaza, otra afición, otra crítica. Existía más seriedad en la organización y el desarrollo de las corridas, y los toros y los toreros respondían a tales nombres. ¡Había que ver lo que costaba triunfar en la Plaza de Madrid!

Pero vamos al caso. El domingo 11 de agosto de 1918 se celebró la novillada anunciada con cinco reses de don Felipe de Pablo Romero y una de don Matías Sánchez Cobaleda., que sustituía a otra de don Felipe, inutilizada en el desenjaule. Figuraban como matadores José Roger “Valencia”, que días antes había cortado la oerja de un novillo de Salas; Manuel Soler “Vaquerito”, y Eugenio Veltoldrá.

Salió en primer lugar el novillo de Sánchez Cobaleda, un bicho manso y remolón al que liquidó “Valencia” de muy buenas maneras, siendo este obligado a dar la vuelta al ruedo, apareciendo después, uno tras otro, cinco hermosos ejemplares de Pablo Romero, bravos y poderosos, nobles suaves, con arrobas y de fina estampa.

La pelea de todos ellos en la suerte de varas por demás sugestiva y emocionante. Voluntarios y alegres se arrancaron a los montados, empujando con codicia y despazurrando un crecido número de caballos. Por sus muchas carnes llegaron algo aplomados a la muleta, excepto el cuarto, un magnífico toro de veintisiete o veintiocho arrobas, de nombre Vallehermoso, de pelaje retinto oscuro y marcado con el número 33, que resultó bravo, poderoso y enormemente noble desde la salida de los chiqueros hasta que rodó a los pies de “Valencia”.

Un toro de bandera, al que, entre clamorosa ovación, se le paseó por el anillo, mientras el espada exhibía, además de las orejas, el peludo rabo del admirable animal, primera concesión de este género en la Plaza de Madrid. ¿Cómo se relató el inusitado hecho?

Véase lo que al siguiente día del acontecimiento publicó el semanario gráfico La Lidia bajo la firma de “Zig-Zag”, con el título “El más completo y nunca visto triunfo de un matador de novillos”:

Ayer “Valencia” se encaramó por las nubes y se puso cara a cara con el Sol llmándole de tú. ¡Dos orejas y el rabo! ¿Hay alguien que haya conseguido tanto?

Solo “Joselito” y Belmonte registran en su historia fechas memorables en las que lograron cortar dos y hasta tres apéndices auriculares en una corrida celebrada en Madrid. Pero ¿ y el rabo?

Ayer fue la primera vez que en Madrid pareció poca concesión las dos orejas de un toro, y a ellas hubo de agregarse el rabo del mismo para premiar la labor de un torero.”

Continuaba el cronista describiendo la bravura del toro y el brillantísimo trabajo de “Valencia” en verónicas, quites, y banderillas, terminando con los siguientes párrafos:

¿Quieren ustedes algo más? Pues aún hay más. Figúrense que Pepito, armado de todas las armas, muleta en la izquierda y espada en la diestra, llega hasta la misma cara del bruto, le cita y hay una serie de pases de tal calidad que creíamos que era poco lo que había hecho; pero los hubo por alto, por bajo, ayudados, molinetes y una colección de pases cambiando la muleta por la espalda con enorme elegancia. Cada pase necesitaría dos días para detallarse. Ovaciones, olés, delirio general, y el paroxismo el ver que el hombre “Valencia”, perfilándose en corto, tumbándose materialmente sobre el toro y saliendo limpiamente de la suerte, había colocado todo el estoque hasta la guarnición en el mismo hoyo de las agujas. Vaciló el toro un instante y cayó con las cuatro patas por alto.
La gente harta de olear y cansada de aplaudir, agitaba los pañuelos en demanda de la oreja. El presidente –señor Rocha—accede a ello y el público sigue pidiendo. Vuelve el Usía a la concesión de otro apéndice y sigue el pueblo soberano pidiendo más premio para el torero que, al fin, logra la lacia y sucia cola del cornudo”.

Por lo tanto, José Roger “Valencia fue el primer torero que en la antigua plaza de Madrid consiguió llevarse en el esportón el rabo de un toro.
Fue a un novillo, pujante y noble ejemplar de “Pablo Romero”, admirablemente lidiado y muerto por el entonces novillero, se llamaba “Vallehermoso”

(1) El Cartel Taurino, la Sociedad y los Toros.- Madrid 2008.-Pág. 414
Autor: Ángel Sonseca

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