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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 6 de mayo de 2010

PUERTAS GRANDES CON ERRATAS / Por Ignacio Ruiz Quintano

Mami, que será lo que tiene el negro...¡el negro del chino!


IGNACIO RUIZ QUINTANO
ABC.-

Madrid.-Jueves , 06-05-10
Decíamos ayer de la extrañeza que a Domecq causaba su inclusión en el entierro lorquiano del «Camborio» y de la imposibilidad, según Pemán, de que un poeta de Sabadell o Reus escriba un romance «donde los nababes y pachás promiscúen en un entierro con el señor Codorníu», pero donde Pemán decía «pachás» el corrector de Word dice «pacas», que hasta aquí llegó la vulgarización de la vida.
¡Una paca por un pachá! Metidos en erratas, también decíamos que el consejero de Cultura de Madrid presentó en un programa de mano la corrida goyesca del domingo como «la evocación del 2 de Mayo de 1812», cuando todo el pescado de la guerra estaba ya vendido, pero Carlos Abella ha tenido la gentileza de hacerse cargo de la errata, descargando al consejero de cualquier malentendido, salvo el de firmar el folio que no había escrito. Un consejero no es un Rosco, que tiene todo el tiempo para los toros. El consejero, si pone tiempo en los toros, se lo ha de quitar a la Cultura. Ayer dedicó la mañana a descubrir en Las Ventas el azulejo con los nombres de los veintiséis toreros que han salido por la Puerta Grande desde 1995, la mayoría de ellos desconocidos, lo que demuestra que en los toros lo que cuenta -lo que se recuerda- no son las puertas, sino las faenas.
Lévi-Strauss (y hablo de Lévi-Strauss porque es el pesado en cuyas teorías los franceses justifican su afición taurina) decía que se sentía como una puerta por la que entraban los mitos de las culturas extrañas. ¡En Las Ventas quería yo ver ayer a Lévi-Strauss! Hubo más autoridades que público (por algo Ortega dijo que los toros son el reflejo de España), y entre los toreros del azulejo sólo faltó sin justificante Julián López, epígono del toreo moderno inventado por Dámaso González y popularizado por Espartaco.
Víctor Puerto no dejó ni a sol ni a sombra a Esperanza Aguirre, y me acordé de Salvador Rueda, quien para llevar a Rubén Darío a los toros le hablaba de El Guerra y decía: «¡Es Mallarmé!»

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