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La portada que comentamos aquí es un prodigio técnico de la estereotomía, arte de la cantería o de la montea, que estudia el modo de cortarse y aprovecharse las piedras para su perfecta colocación en las obras de arquitectura. Esta técnica exigía una elevada preparación en geometría y mecánica, de la que el propio Andrés de Vandelvira era un consumado maestro.
Esta «puerta en esquina y rincón» como es denominada en la documentación histórica, es una de las creaciones más singulares de la Sacra Capilla del Salvador de Úbeda. Este templo fue originalmente concebido en 1536 por Diego de Siloé, como panteón funerario de Don Francisco de los Cobos, secretario personal del emperador Carlos V. A partir de 1540 la responsabilidad de su construcción recayó enteramente sobre el arquitecto Andrés de Vandelvira, quien lo terminó en 1559. El conjunto incluía un amplio y complejo programa iconográfico, en el que participaron destacados artistas, y constituye una de las obras más sobresalientes del Renacimiento Español y del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
La portada que comentamos aquí es un prodigio técnico de la estereotomía, arte de la cantería o de la montea, que estudia el modo de cortarse y aprovecharse las piedras para su perfecta colocación en las obras de arquitectura. Esta técnica exigía una elevada preparación en geometría y mecánica, de la que el propio Andrés de Vandelvira era un consumado maestro. Pero más allá de su virtuosismo, el diseño de esta puerta pretendía dar solución a un problema práctico, que era la falta de coincidencia entre uno de los extremos del transepto del templo y el eje la nueva sacristía, construida con posterioridad de manera ligeramente oblicua. El resultado fue una construcción que se despliega como en dos batientes pero que guarda perfectamente la regularidad y simetría características del estilo renacentista.
El artefacto sirvió además para condensar un interesante programa iconográfico, que entronca con el que se despliega en la decoración del interior de la sacristía. En lugar de columnas, la portada está enmarcada por dos cariátides, representación de la religión judía, que sostienen un friso con grutescos y un entablamento sobre el que se dispone un grupo escultórico con el milagro de Augusto, tal como identifican las inscripciones que acompañan a cada personaje.
Este milagro, recogido en La Leyenda Dorada de Santiago della Voragine, es una historia sucedida en un oráculo romano que venía a confirmar el pasaje del Antiguo Testamento en el que Isaías anunciaba el embarazo de la Virgen María y el nacimiento de Jesús. La historia cuenta que el Emperador Augusto, después de someter al mundo, preguntó a la Sibila Cumana si había alguien superior a él. Entonces apareció en el cielo una joven hermosísima con un niño en su regazo y una voz que decía «este es el altar del cielo». La Sibila contestó al emperador que aquel niño alcanzaría mayor gloria que él y que por tanto debía de adorarle. Así se muestra en este grupo escultórico, con Augusto a la izquierda arrodillado, la Virgen de Araceli con el Niño Jesús en el centro, y la Sibila Cumana a la derecha.
La representación fue adecuadamente actualizada al momento en que se construyó la obra porque, a pesar de estar identificada con una cartela, la figura de Augusto presenta una serie de atributos que aluden en realidad a Carlos V: la corona imperial, el toisón de oro y el manto ricamente decorado, que es la capa de la coronación del propio Carlos. Esta capa fue regalada por el emperador a Francisco de los Cobos y se conservó en esta Sacra Capilla hasta el siglo XIX. La extrapolación de Augusto a Carlos V se justifica por la estimación de este como el mayor de los príncipes de la Cristiandad, capaz de traer una nueva era de paz en todo el mundo.
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