Pla Ventura
Toros de Lidia / 30 agosto, 2022
El festejo aludido tuvo su historia. A priori, por la mañana se rechazaron cuatro toros de Miura y, al final, entre dimes y diretes y todo lo que por allí sucedió, se aprobaron tres de los que estaban rechazados, un fraude de ley, pero como toreaba Morante todo le estaba permitido. Salvo el primero de Rafaelillo que era un Miura de verdad –qué cosas que el único toro serio cae en las manos de Rafaelillo- el resto eran “miuritas”, es decir, resquicios de lo que siempre fue una corrida de Miura que, don Eduardo y su hermano, ellos sabrán las triquiñuelas que aportaron para que se lidiara semejante parodia.
Para colmo se devolvió uno de los animales por enclenque y salió un toro de Núñez del Cuvillo en el que Rafaelillo estuvo genial. Pero, a su vez, había como sobreros dos toros de Juan Pedro. ¿Será casualidad? O sea que, Morante se apunta a la de Miura en Linares y se trae dos sobreros de Juan Pedro “por si acaso”. Justo lo mismo que hizo en Sevilla durante la feria que, mató un Miura y allí se acabó la historia; en Linares sucedió lo mismo, Morante los mató, pero en el acto, sin darles opciones para que demostraran que eran malos. Y aún siguen quedando memos que a esa parodia la califican como gesto. Hay que tener muy poca vergüenza para comulgar con estas corruptelas que, a lo largo de la historia, tanto daño le han hecho al toreo.
Bronca y gran bronca, fue el resultado que cosechó Morante en Linares pese a que sus enemigos, más que toros parecían gatos salvajes; sin opción alguna, es cierto, pero Morante tampoco puso la menor actitud para que aquello resultara más decente. Vaya homenaje que le hizo a Manolete rememorando su trágica muerte en dicho ruedo setenta y cinco años atrás. Claro que, lo peor de todo es que la gente ya no traga en anzuelo porque, como sabemos, había tres cuartos de plaza, con Morante como artista total, Curro Díaz como artista local y Rafaelillo, un tío con toda la barba que hasta pudo ejercer de artista, algo que sorprendió a muchos mientras lidiaba el toro de Núñez del Cuvillo.
Morante es un gran torero, yo diría que el mejor en la actualidad pero, siempre con el medio toro acorde a su arte; no le pidamos peras al olmo que jamás las tendremos. Queda claro que, la proeza que tan bien supo vender como era la corrida de Linares, al final quedó todo en la parodia de siempre y, en esta ocasión todavía mucho peor porque no los quiso ni ver. ¿Cómo sería todo aquello que me han contado porque en el sorteo se rechazaron cuatro Miuras? No me lo quiero ni imaginar y, lo que es más sangrante, ¿qué harían para que la autoridad cambiara de actitud y accediera a sortear tres de los toros rechazados?
Sin lugar a dudas, si nos mostraran todo lo que ocurre entre bastidores cuando actúan las figuras del toreo, de saberlo todo, no íbamos nadie a una plaza. Lo de Linares es un poco de lo mucho que se cuece a diario por esas plazas de Dios. Mejor así, Sigamos viviendo en la ignorancia y de tal modo seremos más felices. Sin embargo y pese a todo, a cualquiera, en calidad de aficionado se le parte el alma al comprobar hechos como los acaecidos en Linares de los que, para desdicha suya y del toreo entero, Morante fue el auténtico protagonista, pero no toreando que es lo que de él todos anhelamos; lo fue como motivo de toda la discordia que allí se sembró y de la que al final de la contienda, Morante se llevó las broncas y se quedó más ancho que largo. ¡Una corrida de Miura con sobreros de Juan Pedro! Que baje Dios y lo vea.
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