Como expliqué, si de toreros hablamos, en este caso respecto al diestro de Galapagar, su actuación dejó mucho que desear puesto que, como dije, todo rayó en la más pura parodia pero, en la ocasión que nos amerita, respecto a los toros, todos quisiéramos que hubiera media docena de toreros de su estirpe porque, de tal modo, se salvarían todas las ferias y, como siempre ocurre, la repercusión económica en todas las ciudades sería un hecho clamoroso por la admiración que podamos sentir los aficionados y, ante todo, los comerciantes que, gracias a este tipo de eventos en pocos días hacen “la caja” que en condiciones les cuesta meses.
Lo de José Tomás es un oasis dentro del toreo pero, como abogo, de tener unos cuantos diestros de semejante tirón, la fiesta de los toros, como tal, habría que declararla patrimonio mundial de la economía. ¡Y todavía quedan malnacidos que la quieren destruir! No entremos en valoraciones artísticas puesto que, dicha tarea la hemos abordado en muchas ocasiones. Lo que en verdad me motiva en este instante en la comprobación de lo mucho y bueno que puede aportar la fiesta de los toros a las ciudades o pueblos donde se celebren. Esa es la cuestión. Porque, toda fiesta, para bien o para mal, siempre aporta grandes beneficios a los comercios de toda índole; es como la tienda humilde del pueblo chiquito que, durante el invierno apenas pueden pagar el recibo de la luz pero, llegado el verano en que acuden al citado pueblo todos los originarios del lugar, la misma tienda durante el verano cubre todo el año.
Fijémonos que, si dentro del mismo contexto del mundo taurino son cientos, miles de personas las que viven directa o indirectamente de los toros, nos faltaba por contabilizar su repercusión económica fuera de los ruedos que, como se demuestra, es un caso único en la sociedad en que vivimos, que se lo pregunten a los comerciantes de Gijón que, sin duda alguna se están acordando de todos los muertos de la alcaldesa actual que, por sus “cojones” se cargó la feria con todo el daño que eso conlleva.
Digamos que, la celebración de los festejos taurinos aporta pan en todos los lugares donde tengan lugar y, solo por ese sagrado pan que perciben los comercios de toda índole que, como decía, hacen “caja” gracias a los toros, solo por dicho motivo, el gobierno debería de haber declarado a nuestra fiesta bien inmaculado por aquello de los beneficios que aporta a nuestra sociedad pero, ¿qué podemos esperar de un gobierno que solo dicta leyes para destruir al ser humano y, para colmo, queremos que amparen la fiesta de los toros? Se trata de un imposible pero, llegado el caso de que hubiera un gobierno con cerebro, automáticamente deberían de blindar la fiesta para siempre para que ningún hijo de puta la mancillara como sucede en la actualidad. ¿Se imagina alguien la repercusión económica que dejaría la fiesta de los toros en las ferias de Sevilla o Madrid, por citar las más emblemáticas? Desde luego, si tuviésemos esos datos sería fantástico porque nos valdrían para apuntillar a cuantos no saben de toros que, podría valer, pero que no sepan reconocer la grandeza de este espectáculo en su aspecto económico, eso es pecado mortal, por darle un calificativo generoso.
Ya, dentro del contexto de toda España, si en Alicante, en una sola tarde, la presencia de un torero dejó cinco millones de euros en la ciudad. ¿Cuántos millones aportará la fiesta de los toros a lo largo y ancho de España en toda la temporada, siempre, como digo, al margen del dinero que se pueda mover dentro del mundillo? La cifra sería tan brutal que, hasta el retrasado mental de Pedro Sánchez sentiría escalofríos. Un respeto para la fiesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario