No fue así y como digo, muerto el perro se acabó la rabia, como dice el refrán popular. Claro que, tampoco echemos las campanas al vuelo al respecto de que los ayuntamientos sean propietarios de los cosos taurinos porque, muchos de ellos, por esa compra, han acabado para siempre con la fiesta de los toros, tenemos el ejemplo de Gijón, Játiva, Villena, La Coruña y decenas de localidades más esparcidas por toda España en que, no actuó la piqueta, pero sí la dictaduras de sus gobernantes que han enterrado la fiesta para siempre.
Tras aquel derribo del Chofre, San Sebastián estuvo casi treinta años sin toros y, al parecer, nadie los echó en falta, sin duda, la tragedia más grande que pudiéramos imaginar; digamos que, los donostiarras, sin toros, no se rasgaron las vestiduras y, de aquellos barros estos lodos.
En su momento, tras muchas idas y venidas, Manolo Chopera logró construir lo que hoy conocemos como Illumbe, plaza de toros que tomó su nombre porque se construyó en el paraje así denominado. Chopera logró su sueño pero ya nada fue como antaño. Tantos años de silencio taurino en La Bella Easo permitieron que murieran las ilusiones de sus aficionados, hasta el punto de que, este año, vencidas las dificultades de dos años funestos sin toros, sus aficionados no han respondido a la expectativa de sus carteles.
Son cosas inexplicables porque, por ejemplo, en Pontevedra, con carteles similares a los de San Sebastián se llenó la plaza en sus festejos y, la plaza que era el gran referente norteño, incluso por encima de Bilbao, ahora ha quedado como un solar desmantelado. Cualquiera, en calidad de aficionado siente pena al comprobar que una ciudad como Donostia, tan arraigada a la fiesta de los toros, en la actualidad, los mismos apenas son una anécdota para dicha capital.
¿Se podían haber hecho mejores carteles? ¡Por supuesto, y peores! Entiendo que, la gravedad de dicha cuestión es que la afición donostiarra perdió el hábito por ir a los toros y, lo que suceda en la actualidad les tiene sin cuidado pero, es muy grave que una capital tan taurina, desde que se construyó Illumbe, nada volvió a ser como antes.
Ver esa hermosa plaza que construyó con infinito amor Manolo Chopera, con apenas medio aforo, la tristeza no puede ser mayor. Ni el mismísimo Roca Rey, el único diestro con tirón verdadero ha conseguido el milagro porque, en la actualidad, en cualquier coliseo de España, llenarlo es un auténtico milagro. Cierto que, la peor parte se la lleva Donostia, toda una tragedia al más alto nivel porque, insisto, ¡qué tiempos aquellos del Chofre!
No es nada halagüeño que veamos plazas de toros vacías puesto que, estamos hablando del detonante que nos anuncia la muerte de una fiesta tan legendaria como hermosa y eso no congratula a nadie. Cierto es que, como dije en muchas ocasiones, los presupuestos para la organización de festejos taurinos se basan en que habrá medio aforo y si de tal modo nos conformamos, iremos tirando para adelante aunque sea de mala manera.
Y lo más sangrante de la cuestión es que, todos, sin duda que nos albergue, esperábamos que Illumbe sustituyera al Chofre y con mayor énfasis tras más de cinco lustros de ayuno y abstinencia taurina. No pudo ser y, como decía, Manolo Chopera murió con esa pena al comprobar que, Illumbe nunca pudo suplir al antiguo Chofre que tantos miles de aficionados congregaba año tras año.
Como fuere, pese a todo, se ha dado la feria, muy reducida en cuanto a número de funciones pero, la realidad es la que tenemos y, celebrar más festejos sería ir sumando más pérdidas y no está el horno para bollos. No queda otro remedio que la resignación.
En las fotos contemplamos las dos plazas de San Sebastián, la actual Illumbe y la tan recordada El Chofre. En la última imagen, Manolo Chopera, el hombre que logró su sueño por construir Illumbe.
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