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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 30 de agosto de 2022

Cali. Por aquí pasó Manolete / por Jorge Arturo Díaz Reyes

Manolete en la Santamaría de Bogotá, 1946. Foto: Manuelhache

Ese fugaz paso le inscribió en la mitología taurina de la ciudad, hoy a punto de ser declarada herejía. Dieciocho años después, otro torero, también cordobés, o de cerca (Palma del Río), sin haber toreado, aunque luego si lo hiciera con gran éxito, causó un impacto similar solo con ser anunciado. ¡Qué revuelo! Entonces, la revolución manoletista ya no era revolución, era tradición.

Por aquí pasó Manolete

Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro / Cali, VIII 29 2022
Jamás toreó en Cali, ni en sus alrededores. Mejor dicho, en Colombia solo vistió de luces en las plazas de Bogotá y Medellín; la una cerrada desde hace años y la otra reemplazada por un Centro de espectáculos, cualquiera, el que sea, menos taurino. Fue por el año de 1946, agotó boletería en ambas y dejó historia. Más por su sola presencia que por lo que hizo en el ruedo, que fue importante. “Vimos a Manolete”, eso era todo, sí o no.

Bueno, los caleños también podemos consolarnos diciendo algo parecido. Lo vimos, ya qué toreara o no, es aleatorio. Esa fue otra de sus revoluciones. De él, en adelante las figuras de moda no necesitaron torear para poner patas arriba las ciudades y boca abajo las plazas. Y sin necesidad de ser Manolete, ni siquiera de parecérsele, algunas con solo presumir de ser su evocación o su caricatura lo han conseguido.

“El Monstruo” estuvo por aquí unos minutos, en el viejo aeródromo, “Calipuerto”. También extinto. Estaba ubicado en las afueras de la ciudad, donde ahora queda el gran mercado mayorista de alimentos “Cavasa”. Allí aterrizó en DC3, haciendo escala, en su viaje de Lima hacia Bogotá.  Venía con su séquito, sus consabidas gafas de sol y una camisa liviana de trópico, dicen.

Para qué fue eso. Todo el que pudo se desplazó a verle bajar y subir al avión, me contaba mi padre. Yo no, estaba recién nacido, pero es como si hubiese ido pues la historia la escuché muchas veces desde que tengo memoria. Además, no necesita ser cierta para que la crea.

Ese fugaz paso le inscribió en la mitología taurina de la ciudad, hoy a punto de ser declarada herejía. Dieciocho años después, otro torero, también cordobés, o de cerca (Palma del Río), sin haber toreado, aunque luego si lo hiciera con gran éxito, causó un impacto similar solo con ser anunciado. ¡Qué revuelo! Entonces, la revolución manoletista ya no era revolución, era tradición.

Hoy lunes 29 de agosto, a las cinco y siete minutos de la madrugada (Linares), y a las doce y siete minutos de la tarde (Cali), Manuel Laureano Rodríguez Sánchez cumplió setenta y cinco años de muerto, de gran muerto, y acá tan lejos, en la ribera del Cauca, donde nunca toreó, le seguimos recordando con tanta devoción como si lo hubiese hecho. Qué importa que no, en él creemos.

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