'..no hay calles sino muros, escombros acumulados que hay que mover con cautela porque puede haber personas debajo. Personas vivas o muertas, en cuyo caso hay que retirar el cuerpo con sumo cuidado y llamar al forense. Esto hace lento el trabajo..'
Paiporta zona cero
HUGHES
La Gaceta/31 de octubre de 2024
Javier no se atreve a hablar de muertos. Su tono cambia. El respeto le hace ser en extremo prudente. 158 muertos es la cifra oficial en este momento. «Eso es nada… hay más, mucho más». Hay que tirarle de la lengua por su reticencia. Preguntarle más. «Pon el doble… Hay muertos a patadas. Hay garajes con gente dentro, coches colgando de puentes con gente dentro». Pero no se puede acceder a ellos. «Hay toneladas de barro. Toneladas. Hay gente que aun, todavía hoy, no ha podido salir de sus domicilios».
Javier es un policía local que colabora voluntario en los servicios de emergencia. Un Puesto de Mando Avanzado coordina las muchas unidades básicas de intervención, policías, sanitarios, forestales… todo tipo de cuerpos que participan en las muy variadas labores sobre el terreno: el rescate, la localización de fallecidos, el abastecimiento de agua y víveres, y la seguridad de la población, porque abundan los saqueos. «Es una barbaridad. Los comercios allí están arrasados, no queda nada». Se ha informado de la detención de decenas de individuos, aunque tampoco es la prioridad. «Entre detener a un ladrón y socorrer a un anciano, la prioridad, por supuesto, es la vida».
Los geriátricos de la localidad, afirma, ya están atendidos. Son uno de los colectivos más vulnerables y se les ha hecho llegar ayuda de forma prioritaria. Otro son las personas con movilidad reducida, pero esto obliga a ir calle por calle, casa por casa, y esta es la mayor dificultad.
«Hay calles inaccesibles, murallas de coches que la riada ha llevado allí y que están apiñados». El movimiento de los coches exige algo más que medios técnicos. «En los coches puede haber gente y antes de que actúe la excavadora hay que asegurarse con una patrulla».
Hay calles y calles que son una masa compacta de autos y barro. Y no es solo Paiporta, hay media docena de municipios en ese estado. «Las calles tienen tanto barro que no se puede circular por ellas. Se rompen los coches. Yo he pinchado una rueda del mío». La UME tiene desplegado un segundo escalón solo para la reparación de vehículos.
¿Qué se necesita allí? ¿Qué es lo más urgente? «Tiempo. Más que de gente o de medios, hay falta de tiempo. Se necesita tiempo. Hay mucho trabajo por hacer pero trabajo de verdad, de sudar».
Relata que no hay calles sino muros, escombros acumulados que hay que mover con cautela porque puede haber personas debajo. Personas vivas o muertas, en cuyo caso hay que retirar el cuerpo con sumo cuidado y llamar al forense. Esto hace lento el trabajo.
Él se ha estado dedicando a hacer llegar el agua embotellada, y lo hace tan rápido como puede. «La sacamos a más velocidad de la que se la llevan». Le pone tanto ardor que se ha hecho un esguince en un dedo.
Javier tiene muy vivo el recuerdo de las primeras horas. «Muertos en los coches y personas caminando por la calle como zombis». Algo que no se ha visto nunca aquí. Valencia ha recordado siempre la gran riada del año 57. Eso cambió la ciudad, y en cierto modo la traumatizó. El ejército socorrió a la población entonces, desde camiones los soldados tiraban chuscos de pan a los niños que hoy son abuelos. Ese recuerdo los padres lo contaron a los hijos. «Pero esto es otra cosa», afirma Javier, resuelto a no parar de trabajar. «Esto es dos o tres veces eso. No estamos preparados para lo que es».
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