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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 5 de agosto de 2012

El Cid en El Puerto. Qué gran vasallo, si hobiera buen señor (toro) / Por José Ramón Márquez



El Cid en El Puerto. 
Qué gran vasallo, si hobiera buen señor (toro)


José Ramón Márquez
Toros en El Puerto. Las grímpolas y los gallardetes de Aquilino Duque saludan la primera corrida de la temporada de este verano caracterizado por la abolición del elemento toro de la centenaria Plaza. Este año nadie sabrá lo que es un día de toros porque la presencia del toro no está programada en El Puerto, y el que quiera ver uno no tiene más remedio que meterse bajo los soportales a ver la cabeza disecada del toro Viborito deAnastasio Martín, retinto y bien puesto, segundo toro que salió a esta Plaza en su inauguración al que el cartel confunde con otro.


Y para que se vea lo que las empresas se preocupan por el toro, para que se haga notar lo interesante que fue la corrida deCebada Gago del año pasado, con la que David Mora estuvo hecho un tío, este año han decidido no traer los toros de La Zorrera, no vaya a ser que el llamado ‘respetable’ se ponga a hacer comparaciones que no interesan.


Para esta primera corrida se anunciaron toros de Manolo González, aunque al final salieron más con el hierro deGonzález Sánchez Dalp, que es lo mismo. Núñez fueron en su origen, y hoy día, vaya usted a saber.


De los seis que salieron por chiqueros el único que parecía más o menos un toro fue el sobrero que sustituyó al sexto, toro de más presencia y de seriedad acorde a la Plaza Real. De los seis que salieron con antelación a él, se puede decir una porción de cosas tales como que el primero era un zapato del pie derecho y el cuarto otro del pie izquierdo, que el segundo se llevaba en la tablilla cinco quilos con el primero aunque comparándoles eran como David y Goliath con la particularidad de que este segundo era, además, un rato feo, que el tercero tenía en el fondo de las anfractuosidades de su ADN algo de lo que hace mucho tiempo debió ser la casta de su origen, porque el pobre se lanzó a derrotar con brío en los burladeros de donde sacó los pitones como escobillas, se arrancó al penco con la pobre alegría que le permitían sus menguadas fuerzas y se echó a los lomos a David Mora cuando más le ninguneaba; que el quinto, pese a su pequeñez, fue el de embestida más vibrante y lista y el que demandaba más toreo.


Con estos dijes, que no parecía que esos siete toros fuesen siquiera del mismo amo ni mucho menos que tuviesen parentesco alguno entre sí, se anunciaron El CidCésar Jiménez y David Mora.
De El Cid digamos que hoy hemos visto una sesión de entrenamiento, un ensayo general con público y vestido de luces, porque es tal la superioridad que este hombre demuestra sobre sus, digamos, oponentes, que lo mejor es relajarse y disfrutar en la contemplación de la técnica impecable del torero al servicio de una causa muy menor. Constantemente le demandamos a El Cid que se anuncie con toros acorde a sus condiciones, sobradamente demostradas. Este año brilló con Victorinos en Valencia y se diluyó como un azucarillo en agua tibia en Madrid cuando no tuvo toros enfrente. Dentro de poco se verá de nuevo con Victorinos en Gijón. Hoy ha firmado en El Puerto dos faenas completas y macizas y con esto quiero decir faenas con principio, nudo, desenlace y significado... pero sin oponente a su altura. Al primero lo toreó con extremada suavidad aprovechando la bondad natural del bicho y reventando de puro toreo en una extraordinaria serie de naturales corriendo la mano, llevando al toro muy toreado, empleando esa muñeca prodigiosa que tantas buenas faenas nos ha dado. A su segundo le tuvo que hacer el enfermero pues se derrengaba hasta en los pases por alto y dio un recital de técnica enfocada a exprimir el poquito jugo que tenía el bicho, manejando con gran solvencia los recursos escénicos. Todo la mar de bien, pero en vez de toro tuvo a dos sparring.
De César Jiménez no esperábamos nada a priori, pues al ser un torero tan camaleónico uno nunca sabe por qué registro puede salir. Hoy optó por el registro del chico al que le acaban de dar la alternativa apresuradamente y se encuentra como perdido. Ni el tercero, el cacho feo que antes se dijo, ni el quinto, el más encastado y fuertecito de los siete, le sirvieron para poner sobre el albero de El Puerto más que la imagen de un César Jiménez torpe, sin ideas y de brazos escayolados. Siendo un torero tan influenciable a lo mejor debía acercarse a un apoderado del tipo de Luis Álvarez o similar para que le ayudase a encontrar su camino, que por lo visto en el pasado San Isidro y confirmado hoy en la Plaza Real, anda la cosa bastante desdibujada.


David Mora, que tantas expectativas hizo concebir a la afición en la temporada pasada, está empeñado el hombre en remedar el toreo a base de hacer lo contrario de lo que hacía el año anterior y tan bien le salía. Parece que el bueno de David se ha bajado la colección de vídeos del toreo del siglo XXI y está dispuesto a aplicar las nefastas enseñanzas de los maestros contemporáneos del destoreo con el fin de ser admitido en el innecesario trust deljediez. Hagámosle justicia constatando que, con los torillos que le tocaron en suerte, no echó la pata adelante ni una sola vez, que resolvió sus faenas entre los cites de perfil y el artero uso del pico de la muleta o manta de Béjar que porta, y que sus faenas sólo estuvieron orientadas a mantener al animal en movimiento, en la ligazón sin ton ni son. Digamos también, en honor a la verdad, que lo más torero que hizo fue el inicio de faena a su segundo, con ayudados por alto, celeste imperio, natural y trinchera, precioso y variado principio que por un momento nos hizo rememorar al David Mora que el año pasado expuso muy sólidos argumentos en las plazas en las que se anunció.


Lo demás fue a la altura: peones tomando el olivo en homenaje a las Olimpiadas de Londres, otro que se tira de zambullón al callejón huyendo de una sombra, otro al que casi le alcanza el toro cuando corre hacia el burladero y, para remate, la nota esperpéntica de un espontáneo que se arroja al ruedo sin muleta ni un mal trapo durante el tercio de banderillas del cuarto, con el ruedo lleno de gente.


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