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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 20 de agosto de 2012

AJENOS A LA COMODIDAD / Por Antolín Castro


Este es el mejor, sin duda. Es evidente que no se enfrenta a uno de 'cuvillo'

AJENOS A LA COMODIDAD


Antolín Castro
España
Terminada la olimpiada de Londres a nadie sorprende cómo se mueve el interés por deportes incluso desconocidos. Y es que allí nadie se duerme en los laureles; muy al contrario, se sienten estimulados luchando con los mejores. Está de sobra la comodidad que existe en el toreo. Esa es la diferencia sustancial.

Cuando uno ve el esfuerzo de los atletas, de los deportistas todos, se entiende perfectamente que la gente haya dejado de ir a los toros. En cada competición está en juego el dirimir quién es el mejor de cada una de las especialidades deportivas. Muy lejos de lo que pasa en los ruedos.

Y no hablamos solo de fútbol, el deporte de masas, donde por cierto México ganó la medalla de oro superando al más ‘malo’, Brasil, lo que hizo que los mexicanos lo celebraran por todo lo alto. Sin citar torero alguno del querido México ¿quién hubiera movilizado a todo el país gozoso por un éxito suyo? Una figura del toreo desde luego que no y por una sola razón: Porque es seguro que su enfrentamiento estaría asistido por la comodidad de buscar en el campo los toros más dóciles y no los más difíciles de batir.

Es ese reto, alejado de toda comodidad, el que nos ha tenido pendientes de la actuación de nuestros atletas y deportistas. Desde México a Venezuela, o desde España o Francia, pasando por Ecuador o cualquier otra nación, el medirse a los mejores era el plus necesario para darle valor a sus logros. Incluso sin alcanzar las medallas nuestros deportistas, sabíamos valorar su esfuerzo, nunca valoraremos su comodidad.

En los toros los toreros, y sus voceros, se han empeñado en que valoremos su comodidad y ahí está la ruina del interés que no suscitan. Que nos sintamos felices viendo como ellos hacen el menor esfuerzo posible y con ello han empobrecido tanto el espectáculo que cada vez son menos los que se acercan a verlos.

No se dan cuenta, o lo ignoran a conciencia, que solo compitiendo con los mejores se hace posible el milagro del interés. Así se ha visto en estos Juegos Olímpicos, donde deportes de escasa audiencia, incluso desconocidos, mantienen en vilo a los espectadores por el solo hecho de saber si son capaces de superar la prueba. Esa es la motivación para interesarse.

Y la diferencia entre unos profesionales, los deportistas de élite, y otros, los toreros figuras, está en la búsqueda de la comodidad de estos últimos y la ausencia total de ella para los primeros. Ambos hacen esfuerzos, pero les diferencia el espíritu de ser el mejor enfrentándose a los mejores o el buscar lo de Cuvillo o Garcigrande para que les resulte más fácil su olimpiada particular. ¿A qué deportista le gustaría, para asegurarse medalla, el competir con una vieja, un cojo y un bebé?

Nadie lo puede imaginar porque eso solo se da en los toros, entre los que dicen ser los mejores, pero sin ponerse a prueba, y de tal comodidad ya se nota cómo lo estamos pagando.

"...En los toros los toreros, y sus voceros, se han empeñado en que valoremos su comodidad y ahí está la ruina del interés que no suscitan. Que nos sintamos felices viendo como ellos hacen el menor esfuerzo posible y con ello han empobrecido tanto el espectáculo que cada vez son menos los que se acercan a verlos..."

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