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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 31 de agosto de 2012

Bermúdez / Por Ignacio Ruiz Quintano


Villalón entre Ignacio y Gallito 
Bermúdez 

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Mientras el “gudari” Bolinaga pide al juez Castro que cumpla “su ley”, el juez Bermúdez pide al ministro Fernández que cierre la boca, que ésta es la herencia de Zapatero, tenernos a todos pidiendo.

    “Bermúdez” era el mote que el gran Fernando Villalón, ganadero de toros de ojos verdes (ahí te queremos ver, Juan Pedro), tenía puesto a Belmonte, al que taurinamente no podía ver.

    
Tampoco vaya nadie a creer ahora que al decir Bermúdez decimos Garzón, aunque su estrépito mediático sea el mismo, cada cuál, eso sí, con su libro femenino y periodístico. Pilar Urbano y “El hombre que veía amanecer”, en el caso de Garzón, y en el caso de Bermúdez, Elisa Beni y “La soledad del juzgador”.

    ¿Para qué querrá el juez Bermúdez mandar a callar al ministro Fernández? ¿Para inhabilitarlo y hacernos a todos un favor? ¿Para meter pitones en Interior, ahora que El Juli había conseguido llevárselos a Cultura?

    La incontinencia es un mal ministerial, y no creo yo que la incontinencia verbal del ministro español Fernández sea más dañina que la incontinencia urinaria del ministro taiwanés Shen, que manda a sus súbditos a orinar sentados, como si todos lo taiwaneses fueran Nacho Vidal, paisano, por cierto, de ese economista de Cabrera de Mar que dice que si Cataluña fuera independiente los mercados la enterrarían en dinero.

    
Y, además, el Barcelona habría ganado la Supercopa, pues no tendría que vérselas con un Madrid que, “poc a poc”, va interiorizando los valores culés de la humildad (cuatro mano a mano perdonó Higuaín) y la concordia, con Casillas, el hombre que eliminaba barreras, de director de imagen de Xavi, con el que hace collera para un Príncipe de Asturias… de la Concordia.
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