Desde que cundió la moda del toro grande, ande o no ande, los toros de Miura – también entonces los de Pablo Romero aunque en menor grado – que siempre habían destacado por su mayor volumen, bastante mayor alzada y largura, sobre todos los de la mítica divisa, dejaron de impresionar porque a casi todos los demás de otras divisas los criaron enormes. De modo que mucho de los de Miura empezaron a ser más pequeños. Ayer en la plaza de las Ventas, algunos nos quedamos atónitos e incluso nos indignaron las protestas y los pitos con que fueron recibidos cinco de los de Miura, salvo el sexto que fue de los actualmente en boga, grande ande o no ande. Este sexto, por cierto, malanduvo. Es decir, que tuvo serio peligro tras saltar al callejón en su salida e intentó volver a hacerlo inmediatamente después, mirando desafiante a los que estaban más que asustados en el callejón. Momento, digamos, culminante del festejo por cumplirse tan espectacularmente la ferocidad de siempre achacada a los toros del hierro miureño. En fin, que así si así os parece…
Pepe Moral y Román rozaron el triunfo
en una terrible corrida de Miura
Madrid. Plaza de Las Ventas, Domingo, 3 de junio de 2018. Vigésima séptima de feria. Tarde de sol y nubes con casi lleno.
Seis toros de Miura, desigualmente presentados. Agalgados con aspecto de escurridos, realmente difíciles y muy complicados salvo el segundo que fue el único realmente manejable. El sexto por su grandura, fue el único que no fue protestado. Sorprendentemente, los demás fueron pitados por los sectores intransigentes.
Rafaelillo (añil y oro): Estocada atravesada resultado dramáticamente cogido y once descabellos, aviso y silencio tras leve división. Pinchazo hondo trasero tendido y dos descabellos, silencio.
Pepe Moral (negro y plata, incluido el chaleco): Estocada y cuatro descabellos, aviso y saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada caída (silencio).
Román (grana y oro): Cuatro pinchazos, estocada atravesada y descabello. Aviso (silencio). En el sexto, estocada caída y descabello, ovación de despedida.
A caballo, destacaron Pedro Iturralde y Santiago Morales “Chocolate”. Y en banderillas, Juan Sierra, El Sirio, Raúl Martí, Álvaro Oliver y Pascual Mellines.
Como casi siempre que se lidian toros de Miura, el ambiente reinante fue de morbosa expectación. Casi llena la plaza porque también los diestros anunciados tenían su aquel. Empezando por el actual gran especialista con estos toros, el pequeño gigante Rafaelillo, seguido por el sevillano Pepe Moral quien llegaba de triunfar en la plaza de la Real Maestranza, no poco crecido sino ya con asegurada vitola, mas el ya famoso por su aguerrida y hasta heroica simpatía, Román. Ayer por cierto, al mismísimo borde de cortar la oreja del más imponente sexto por todos los conceptos. Fue el de mayores hechuras a la vez que uno de los más difíciles.
Román estuvo hecho un jabato, sin que le importara tres cominos resultar cogido y herido. No sucedió esto por milagro de Dios y por la gran habilidad con que Román sorteó los gañafones del burel hasta que, desgraciadamente, falló a espadas, diría que levemente porque mató de estocada algo baja y descabello. Inexplicable que el público no le obligara a dar una más que merecida vuelta al ruedo que hubiera sido la única de la tarde. Y ya que estamos con Román, decir que con el apenas manejable tirando a malo tercero, hasta tuvo que escuchar “miaus” mientras aguantaba muy valeroso los tremendos derrotes y las coladas sorpresivas del animal.
Rafaelillo fue que tuvo la peor suerte con un lote pésimo. Mansísimo y muy difícil que abrió plaza hasta terminar desbordado el valentísimo diestro que pasó las del Caín hasta resultar dramáticamente cogido al entrar a matar dejando una estocada atravesada, sufriendo un terrible golpe del que salió desmadejado y con la ropa destrozada. Vamos, como un guiñapo humano. Situación que, aún siendo tan terriblemente dramática, no terminó con el valor sin tacha de este torero que luego, con el cuarto, una alimaña, tuvo el gesto de saludarlo con un farol del rodillas saliendo el toro barbeando tablas, llegando también imposible al último tercio con progresivo además de evidente peligro.
Bueno pues, también sonaron gritos de “miau” que partieron del horripilante sector del tendido 7. Creo que la autoridad debería de acabar de una vez con estos energúmenos que solo van a los toros por lo tanto que les gusta hacerse notar con un griterío absolutamente intolerable y con su intención de cargarse a los toreros y a los ganaderos. Van a los toros a gozar más con los fracasos que con los triunfos. A reventar todo lo reventable. A incomodar a la mayoría de los espectadores… ¿Basta ya!. ¿Es que nadie va a poner término a estos salvajes?
Me gustó mucho Pepe Moral con el levemente manejable segundo toro. Digo manejable porque fue uno de los menos malos. Moral bregó sereno y tranquilo en la salida y recibo del animal y empezó su faena de muleta francamente bien por bajo con doblones sabrosos a derechas, siguió por más que estimables redondos hasta que el animal empezó a empeorar. No obstante, Moral logró torear al naturales meritísimamente aunque tuvo que dar los pases de uno en uno hasta terminar de nuevo con la derecha y un postre de más naturales contra viento y marea. Lástima que fallara con los aceros. El sexto fue quizá el peor toro de la corrida. Intratable y desde luego absolutamente intoreable. Fueron inútiles los esfuerzos del sevillano que, menos mal, lo mató pronto y efectivamente.
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