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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 30 de septiembre de 2018

2ª de San Miguel en Sevilla. El prestigio de La Maestranza por los suelos / por J. A. del Moral



Siento mucha pena tener que escribir sobre esta corrida que todo el mundo taurino esperaba con verdadera expectación. Y yo el primero.

El prestigio de La Maestranza por los suelos

Imponente y a reventar llenazo en la plaza de la Real Maestranza. Pero en su mayoría compuesto por público pueblerino y verbenero. Muy desigual con algunos toros absolutamente impresentables de los tres hierros de la familia Matilla. Especialmente los dos últimos, uno rechazado y otro soportado, indignamente anovillados. Dieron dispar aunque muy pobre juego. Generosísima la señora que presidió el festejo. Y muy amable la banda de música hasta pasase tres pueblos con Juan José Padilla, que se despidió en Sevilla e hizo lo poco que pudo a estas alturas de su larga campaña. Es penoso decirlo, pero aparte sus indiscutibles dotes teatrales y de sus habilísimos efectismos, lleva más de dos meses acabado porque, físicamente, ya no puede ni con su alma. El público le homenajeó tras el paseíllo como sin duda merece. Pero luego le regalaron la oreja del cuarto toro totalmente inmerecida. 

A cargo de Morante de la Puebla corrieron los mejores pasajes del festejo, tanto con el capote a la verónica como en majestuosos aunque aislados muletazos frente a dos animales que no tardaron en venirse completamente abajo. 
Y Andrés Roca Rey tan entregado como siempre aunque frente a dos toros minimalistas, especialmente el abecerrado que cerró plaza que fue un sobrero de la misma ganadería. También le regalaron la oreja de este animalejo a cuenta de varios muletazos espeluznantemente cambiados al límite de haber sido cogido.


Sevilla. Plaza de la Real Maestranza. Sábado, 29 de septiembre de 2018. Segunda de feria. Tarde muy calurosa con lleno de «No hay billetes».

Siete toros de Hermanos García Jiménez, Olga Jiménez y Peña de Francia, incluido el sobrero que reemplazó al sexto, devuelto por su extrema debilidad.  Muy desigualmente presentados con algunos indignos de ser lidiados en la prestigiosa plaza. Todos muy flojos, descastados, mansos y deslucidos.

Juan José Padilla (tabaco y oro): Estocada, silencio. Estocada trasera caída, oreja verbenera.
Morante de la Puebla (grana y oro): Pinchazo y bajonazo, silencio.  Estocada, ovación con saludos.
Andrés Roca Rey (blanco y plata): Dos pinchazos, estocada baja y dos descabellos, silencio). Pinchazo hondo que fue suficiente, oreja pueblerina.
Padilla fue obligado a saludar una vez deshecho el desfile de cuadrillas. 
Apenas se cubrieron los tercios de varas. En la brega y en palos destacaron Duarte, Mambrú, Miguelete, José Antonio Carretero, Lili, Javier Sánchez Araujo, Viruta y Paco Algaba.



Siento mucha pena tener que escribir sobre esta corrida que todo el mundo taurino esperaba con verdadera expectación. Y yo el primero. Claro que, sobre Juan José Padilla a quien he visto muchísimas tardes durante la presente campaña, ya en agosto empezamos a verle sin apenas facultades físicas, agotado y muy cansado aunque eficazmente teatral y hasta soberbio en sus habituales efectismos que hasta ayer en La Maestranza y aunque parezca increíble, calaron al público hasta los huesos. Pero, claro, ¿qué clase de público agotó ayer todas las localidades?.


Pues, increíblemente, un público verbenero como nunca habíamos visto en La Maestranza. Verbenero por facilón sin el más mínimo rigor ni la seriedad y el conocimiento que siempre distinguió a los más habituales aficionados de esta Real Plaza. Los pocos que hubo de esta clase, sufrieron mucho y no les  cupo más remedio que aguantar la “marea” de gentes y gentes fácilmente convencibles y hasta entusiasmadas a poco que los espadas hicieran algo, bien sea lucido toreramente hablando, sobre todo con Morante, o vistoso cuando no emocionante de lo que gozó muy especialmente Andrés Roca Rey en su suicida final de faena con el birrioso e impresentable animalejo que cerró el festejo.


Ahora bien. O mejor dicho, ahora mal. ¿Como es posible que quienes apoderan a Roca Rey, la misma empresa de La Maestranza y el ex-matador de toros José Antonio Campuzano, no hayan puesto el más mínimo interés en elegir, reseñar y pagar, claro, una corrida digna del acontecimiento que iba a suponer la última corrida de la grandiosa temporada que ha cubierto el espada limeño? Les juro solemnemente que no encuentro justificación alguna a tamaña torpeza.
Aparte tal consideración, he de señalar a la todavía muy joven y prematura gran figura, que los pases repentinamente cambiados por la espalda, tanto en pie como sobre todo de rodillas, sin duda son emocionantísimos. Pero a la vez muy perjudiciales con los toros que carecen de fuerza en mayor o menor grado. Ayer su segundo toro tuvo que ser devuelto tras romperse una mano como consecuencia de las violentas embestidas que tuvo que soportar con los cambios de Roca Rey para abrir boca. Y esto, admirado Andrés no se debe ni se puede hacer en ningún caso parecido. Y lo digo por su bien.

Item más y no digamos lo que estos ayer calamitosos responsables de la organización del festejo también fueron los culpables de que Morante de la Puebla, que voluntariamente había dejado de torear en la Feria de Abril tras su extraña aunque breve retirada y de su repentina reaparición, dejó su vuelta a Sevilla para dos corridas de la Feria de San Miguel y ya veremos con no poco temor lo que ocurra hoy, tuvo que contentarse con dejar algunas bellísimas gotas de su muy especial arte con el capote y con la muleta ante dos toros que apenas duraron no más de tres o cuatro minutos.  En fin, como para mear y no echar gota.


Mas lo de la despedida sevillana de Padilla que, a la postre, no fue más que una vistosa burla del toreo y de sí mismo, al intentar compensar su ya consabida falta de facultades físicas con toda la parafernalia de su especialidad que, tras su terrible cogida en Zaragoza, ha venido desplegando muy bien disfrazado de pirata y desde que esta temporada sufrió otro funesto percance cuando un toro le arrancó de cuajo el cuero cabelludo, a Juan José, que es un consumado maestro de la escena, se le ocurrió  la felicísima idea de anudarse sobre su cabeza un pañolón negro cual el más auténtico de los más famosos capitanes de navíos que en el cine tanto han abundado para solaz de adultos y menores de toda clase y condición.

Bueno pues todo esto vimos y sufrimos ayer en la plaza tenida por madre y maestra de la Tauromaquia. Ojala que no vuelva a repetirse nunca más. Nunca más… Nunca más…

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