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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 20 de septiembre de 2018

PACO UREÑA. ENTEREZA, EXCESO O INSENSATEZ / por Antolín Castro

Grave percance de Ureña en el recibo de capa. No se retiró hasta matar el toro.

Los facultativos, los médicos, deberían gozar de la autoridad suficiente como para que su criterio prevalezca sobre el de un ‘loco’ en ese momento. La lucidez del facultativo es mayor garantía que la locura del torero. No es admisible que el tiempo perdido haga imposible soluciones que minutos antes eran totalmente posibles. 

ENTEREZA, EXCESO O INSENSATEZ

Lo sucedido el pasado viernes con Paco Ureña en Albacete, vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de tomarse muy en serio los percances de los toreros. Nos referimos a tomárselo en serio ellos mismos.

Son muchas las veces en que los diestros se obstinan en no pasar a la enfermería tras sufrir un percance. Vale que todos pensemos que cada cual hace con su vida lo que quiere, pero es necesario que prevalezca el sentido común, y ese no es precisamente el que mantienen en ese momento los espadas, con el corazón a mil revoluciones.

Así que habrá que pensar en otra solución o alternativa. Por mucho orgullo y ganas de seguir que ellos manifiesten alguien debe poner coto. No es admisible que por minutos consumidos innecesariamente -nadie les va a quitar sus emolumentos ni siquiera es garantía de cambiar el signo de la tarde- se puede poner en sumo riesgo su anatomía y hacer más difícil la labor de los galenos.

Los facultativos, los médicos, deberían gozar de la autoridad suficiente como para que su criterio prevalezca sobre el de un ‘loco’ en ese momento. La lucidez del facultativo es mayor garantía que la locura del torero. No es admisible que el tiempo perdido haga imposible soluciones que minutos antes eran totalmente posibles. 

En temas como este hay que ser muy serios. Perder la visión de un ojo no es un mal menor ni tiene ningún beneficio, por mucho que a Padilla le haya servido para codearse con las figuras y evitar el torear determinados encastes que antes fueron su día a día. Si el torero lorquino perdiera la visión definitivamente nos encontraríamos, se encontraría, con una minusvalía de primer orden. Y si eso fuera por una insensatez, cabezonería, de su parte, estaríamos ante un acto de mini suicidio.

Los toreros ya son héroes cuando hacen el paseíllo, no necesitan mostrar, ni mostrarnos, más elementos de esa heroicidad que contribuyan de forma exagerada y puntual a fatales consecuencias. Abogo por dar autoridad a los médicos y que éstos la tengan, apoyada en su capacidad y conocimiento. Si el torero decide qué hacer con el toro, el médico ha de decidir qué hace con el paciente. Ciertos excesos son totalmente innecesarios.

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