Castella
Pastelito japonés
Crónica de José Ramón Márquez
Fotos de Andrew Moore
Vivimos la dictadura de los presidentes.
Puedo entender que el presidente no atienda la demanda del torero o del ganadero,
pero no la de la plaza, que estaba pidiendo a voz en grito la vida de un toro.
Borja Domecq
Jandillas para la merendilla con Castella,
el sobao japonés
Después de las emociones del día de ayer, que tanto han hecho discutir a la afición en los bares, la pregunta crucial sigue siendo la de que alguien nos explique de veras lo del terno anticornadas de Roca, el Robocop del toreo, que ahora ya sabemos bien el porqué de tanta espaldina y tanto parón sin temor a la cornada. Sumamos esta nueva invención a las del peto, la cruceta, las banderillas que se doblan al clavarlas o el estoque de vanadio, todo ese conjunto de cosas que van produciéndose en los aledaños de la Fiesta para ir poniéndola al día. Hay que ver, con el cisco que se armó cuando Luis Miguel se presentó con aquel vestido más ligero, descargado de bordados y menos pesado, y ahora se presenta un tío en Las Ventas con la armadura de Carlos Ven Mühlberg y aquí no pasa ná, que dicen en un periódico “serio” que eran unos pantys negros de Marie Claire, que no era una protección, que era puro fetichismo. Pues eso.
Carlos V en la batalla de Mühlberg
Dimensiones:3,32 x 2,79 mts.
Tipo de cuadro: Óleo sobre lienzo
Fecha de ejecución: 1548
Tiziano Vecellio (hacia 1490-1576)
Pintura italiana (Siglo XVI)
Estamos en mitad del triduo que se inició ayer. Primero Roca, el del bombo, sigue hoy (ayer) con Castella y se remata mañana (hoy) con Julián, el del platillo: tres visiones muy parecidas del toreo en lo fundamental de sus tauromaquias. Hoy, pues, tocaba Castella, que es nombre que evoca a un delicioso pastelillo que venden en Japón y que no es otra cosa que una copia fidedigna del sobao pasiego: la castella (カステラ) Pues entonces, hoy Castella con el café con leche muy corto de café de Jandilla y junto a él Emilio de Justo, que es al que veníamos a ver, y Ángel Téllez que traía el encargo de confirmar la alternativa que le dio Morante en Guadalajara, con Julián de padrino y con ganado de Domingo Hernández, para que el buen entendedor se haga una idea de por dónde va la cosa, y no queremos hablar de los dineros de aquel día.
De lo de Jandilla, tan visto y tan sobado, sólo nos debe restar decir que de ahí se desgajó lo de Vegahermosa y que esa vega utiliza, según la Unión de Criadores y el programa oficial, el hierro de la Mercedes que perteneció a don Javier Molina (q.D.g) aunque luego, al salir el de Vegahermosa resulta que no llevaba el hierro de la Mercedes, que llevaba en el anca una te mayúscula, una T de tonto, como si hiciera falta decirlo, que alguien sabrá a qué diantres corresponde esa Vega T. Cinco (esa rima tan puñetera) de Jandilla y uno de la T formaron la piara que enviaron desde Badajoz a defender el honor de las divisas, luciendo de nuevo divisa de luto, igual que ayer: luto por la casta, por la fiereza, por el empuje, por la emoción. Luto por el toro bravo. Y aunque los toros de hoy presentaron un poco más de chispa en sus actitudes que sus hermanillos de ayer, nadie podría hoy haber explicado a un extranjero el misterio de la casta a la vista de la conducta de los 5 + 1 de esta tarde.
El primero se echó al caballo que montaba Carlos Prieto como el que se echa en brazos de la droga y cuando le entró la dosis de acero el bicho se puso a dar cabezazos y a demostrar que aquello no era para él largándose de allí a la carrera, y en el segundo encuentro sus mermadas fuerzas no le dieron más que para quedarse ahí a que Prieto obrase en él sus milagros. El paso del segundo por la cosa equina fue de un poco-pica a un pica-poco. En el tercero quiso Germán González explicar con claridad los conceptos de delante y detrás en sus dos leves puyazos. El cuarto empujó contra Santiago Pérez y su mascota guateada en la primera, recibiendo palo trasero, luego entró y salió, como el que se ha equivocado de puerta, y en la tercera vara hizo lo mismo que su hermanillo que había salido el primero. El quinto, el de la T, parece que se quiso emplear un poquillo en la primera cita, pero a la segunda llegó desengañado y con ganas de cortar la relación, y el sexto, que era de capa colorada, fue el que más cumplió con los montados acometiendo brioso al primer encuentro y empujando y entrando de nuevo con cierto son a dejarse pegar por Diego Ochoa.
Como se puede ver, quien quiera comprobar algo relativo a la bravura o las condiciones de los toros a través del tercio de varas, tendrá serias dificultades para sacar leche de esta alcuza jandillesca, que ya lo han dicho los amos por activa y por pasiva, que a ellos lo que les mola es lo de la muleta, que todo lo anterior es un trámite, porque lo que importa es lo muleteril. Pero claro, que si te dedicas a criar toros muleteros y tampoco te salen del todo así es que algo no debes estar haciendo lo que se dice bien. A efectos muleteros, por ir a ese terreno, tampoco la cosa ha sido de premio, ni mucho menos. Aunque bien es verdad que ese pararse, o esa manera de tardear, o ese puntito violento, o esa embestida descompuesta son esos argumentos que pueden convertirse en oro molido en manos de los habituales propagandistas para justificar las carencias de los matadores cargando la responsabilidad del tostón de la tarde sobre los animales.
Porque ahí hemos llegado al núcleo de la tarde que es el soporífero tostón que nos han pegado a pachas entre los toros y los toreros, que ahí cada cual ha puesto de su parte lo que le correspondía, para convertir esta corrida del jueves 23 de mayo en la típica corrida plúmbea, que ya estaba bien de corridas con cositas desde que empezó la Feria.
Por delante nos encontramos con la bisoñez de Ángel Téllez, de carmelita y oro con ribetes blancos, que vino a explicar su tema, cuyos capítulos estaban formados por lo de tantas tardes, por las carreritas, por lo de ponerse al hilo del pitón, por lo de no cruzarse con el jandilla. Así fue transcurriendo el trasteo hasta que el animal se lió a cabezazos, momento en que el público simpatizó un poco más con el madrileño al ver las fatigas que pasaba, lo cual viene a corroborar la vieja teoría de que los toreros que no tienen mucho que decir se arreglan mejor con toros que crean dificultades, pues eso mueve de manera inmediata la compasión del público hacia el diestro. Terminó Ángel Téllez su faena con un pinchazo soltando la muleta y con una buena estocada en la suerte natural que hizo rodar al toro, el cual, en un postrero deseo de no engañar a nadie, antes de reunirse con el Creador, soltó una solemne coz al aire por si a alguien le quedaban dudas de su condición. En su segundo, el colorado, trató de iniciar la faena de largo, citando de rodillas, y acabó el hombre haciendo el cuerpo a tierra, que si le engancha el toro, le destroza. El toro tiene cierta chispa y acaba desbordando las carencias taurómacas de Téllez, que no presenta argumentos de peso, ni concepto, ni atisbo de algo que se pueda reseñar.
Ahí tenemos a Castella, de morado Antoñete y oro, dispuesto a vérselas con su primero. Lo primero que llama la atención es que no hace su clásico inicio de pases cambiados y opta por un inicio rodilla en tierra muy al estilo de Ponce que le valió sinceras palmas. Hasta ahí la cal, y luego la arena del toreo por la banlieue en una serie por la derecha, lo mismo en otra serie idéntica, en la que el toro se mueve y va, luego una serie al natural en la que sigue sin cruzarse y donde el toro le engancha la muleta, y hasta ahí llega lo que se puede decir, porque a continuación el toro empieza a pararse en las series y ahí ya queda la cosa ventajista muy al descubierto, que con el toro en movimiento se nota menos. En su segundo ofreció un quite por chicuelinas de buen trazo salvo en su remate final y luego brindó al público. Ahí aprovechó para que, ya que estaba en el platillo, ponerse con su canónico inicio de pases cambiados. Dio tres hasta que el toro le arrebató la muleta de la mano y después comenzó Castella la enésima exposición de su toreo accesorio, que consigue el milagro de que el público vaya desentendiéndose de su labor a medida que avanza la faena, que se va deshaciendo como un azucarillo en un vaso de agua clara, produciéndose uno de esos impresionantes silencios que a veces se dan en Madrid cuando el desinterés ha cundido por el tendido. Llama la atención que a un torero con 19 años de alternativa aún le tengan que estar cantando la faena los peones desde la tronera, que ellos sabrán a santo de qué.
Y Emilio de Justo, de grana y oro, que se habrá apuntado a lo de Jandilla porque él lo que querrá seguramente es estar donde están los elegidos, sin darse cuenta de que a él lo que le va es lo que tiene casta. Es verdad que con lo de casta es menos grato estar, que se pasa más miedo, pero te evitas dar la impresión tan mala o jarro de agua fría que ha echado sobre los que veníamos con la idea de su actuación en Madrid el pasado otoño o la de la pasada Feria de Abril frente a Victorino. A Urdiales le pasa igual, pero ellos o los cerebros que les rodean sabrán por qué toman esas decisiones. La cosa es que Emilio de Justo hoy nos ha dejado con un palmo de narices con su toreo acelerado, con esa profusión de gritos: ¡eeeeeeeee!, ¡aaaaaaaaagh!, que no viene a cuento, con esa muñeca como escayolada que no resuelve el muletazo, y dejándose ir al toro con más fuelle y más posibilidades de la tarde, con su puntito de violencia y de viveza, sin llegar a decir prácticamente nada. El toro se fue sin torear y Emilio de Justo se retiró a la barrera a esperar al quinto ante el cual presentó un catálogo de enganchones, un toreo torpe hecho desde cualquier lado que remató con una estocada arriba, algo acelerada en su ejecución, que es lo mejor de su actuación en esta olvidable tarde.
Reseñemos a Morenito de Arlés, gris plomo y plata, que sacó los pares de banderillas desde abajo con torería y suficiencia.
Andrew Moore
el primero se echó al caballo que montaba Carlos Prieto
como el que se echa en brazos de la droga
nadie podría hoy haber explicado a un extranjero el misterio
de la casta a la vista de la conducta de los 5 + 1 de esta tarde
Ángel Téllez, de carmelita y oro con ribetes blancos
Pinchazo y estocada (silencio)
Estocada desprendida (silencio)
"No me ha dado nada para pegarle una tanda a gusto"
vino a explicar su tema, cuyos capítulos estaban formados por lo de tantas
tardes, por las carreritas, por lo de ponerse al hilo del pitón,
por lo de no cruzarse con el jandilla
una buena estocada en la suerte natural que hizo rodar al toro,
el cual, en un postrero deseo de no engañar a nadie, antes de reunirse
con el Creador, soltó una solemne coz al aire por si a alguien
le quedaban dudas de su condición
Castella, de morado Antoñete y oro
Estocada casi entera. Aviso (ovación)
Media estocada trasera. Aviso (silencio)
no hace su clásico inicio de pases cambiados y opta
por un inicio rodilla en tierra muy al estilo de Ponce
Hasta ahí la cal, y luego la arena del toreo por la banlieue
la enésima exposición de su toreo accesorio, que consigue el milagro
de que el público vaya desentendiéndose de su labor a medida
que avanza la faena
Emilio de Justo, de grana y oro
Dos pinchazos y estocada (silencio)
Gran estocada (silencio)
Nada a derechas
Nada a izquierdas
La Santa Faz
Morenito de Arlés, gris plomo y plata, que sacó los pares
de banderillas desde abajo con torería y suficiencia
¡Al cielo con ellas!
Brega de España
Guernica con cura al fondo
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