la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 18 de marzo de 2020

Cuarentena / por Jorge Arturo Díaz Reyes


Fotograma de la serie Dark. www.netflix.com

La televisión muestra escenas propias de películas posapocalípticas. Las populosas calles y plazas de las megaciudades en todos los continentes, desiertas. La fiesta cancelada. El comercio en paro, la vida detenida, el tiempo congelado.

Cuarentena

Cali, marzo 17 de 2020
Es imposible abstraerse en los toros cuando pasa lo qué pasa. En mi vida vi nada como esto. Ni he sabido que haya ocurrido antes. El mundo entero en cuarentena. Nunca, pese a que la historia está plagada de terribles pandemias, tan gran confinamiento se había impuesto.

La televisión muestra escenas propias de películas posapocalípticas. Las populosas calles y plazas de las megaciudades en todos los continentes, desiertas. La fiesta cancelada. El comercio en paro, la vida detenida, el tiempo congelado. A las pantallas de cada refugio llegan el miedo, las alarmas, los recuentos de casos, de bajas, de altas, de augurios, de fronteras tapiadas, de llamados a obediencia, de patrullas vigilando el vacío...

Ni antes ni después de cuando Colón iniciara la globalización, trayendo a la vulnerable población indígena de América la gripa, el sarampión y la viruela, que en corto tiempo, no más al terminar su cuarta visita (1504), habían exterminado los aborígenes de las islas caribeñas, mientras que los del continente caían como moscas. Bien lo han contado entre otros Bartolomé de las Casas en su época y hasta no hace mucho el médico-historiador Francisco Guerra, españoles ambos.

Tampoco lo logró el cólera, que se llevó un tercio de la población de Atenas hace dos milenios y medio y ha seguido reapareciendo, por un lado y por otro, periódica y devastadoramente hasta nuestros días. Ni las vergonzantes olas de lepra y sífilis “castigos de Dios”, ni la romántica epidemia de tuberculosis en el siglo XIX. Ni la espantosa bubónica que mató el 40% de la población del Imperio Bizantino en el 542. Ni la peste negra que dejara  34 millones de víctimas entre 1347 y 1353 y alentara la imaginación de Chaucer, Bocaccio y Petrarca

Ni la llamada “gripa española” (que no era española) en 1918, la cual mato 50 millones de personas, el triple de las ocasionadas por la “Gran Guerra” en cuyo curso apareció. Ni las más recientes: de SIDA “otro castigo” (1881…) que ha liquidado más de 30 millones dicen, o el H1N1 (2009-10) con 18.000 decesos , o el Ébola (2014) que se llevó 4.500 vidas en medio año. Ninguna de estas calamidades pudo encerrarnos tanto como ahora el coronavirus.

¿Por qué todo el rebaño humano se ha logrado movilizar, o mejor inmovilizar, con este solo cometido? ¿Por qué como nunca estamos juntos contra un mismo enemigo y no unos contra otros? ¿Por qué al fin la humanidad parece haber aceptado una causa común?

Si bien la salud en juego, la velocidad y la universalidad del contagió dan para ello, su mortalidad, baja comparada con la de muchas otras desgracias previas y presentes, quizá no tanto.

Por supuesto los medios, con su tecnología, ubicuidad, información en tiempo real y capacidad de persuasión han sido factor determinante. Cierto, pero no pueden ser la única explicación, pues no hicieron igual en las muy recientes aterradoras anteriores en que también se  justificaba y necesitaba. ¿Qué pasó?

No se. Lo que si sé es que terminará. También las pandemias, nacen, crecen y mueren. El miedo cederá, volveremos a la calle, a nuestros ritos, a la desunión y a las otras rutinas letales que nos caracterizan. Seguro, hasta la siguiente.

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