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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 28 de marzo de 2020

Sobre picadores antiguos que vestían el oro a ley (Parte II) / por Julián H Ibáñez



En este artículo os hablamos de picadores de las cuadrillas de Chicuelo, Rodolfo Gaona, Dominguín, Antonio Márquez, Félix Rodríguez, Cagancho, Domingo Ortega y El Estudiante...
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Sobre picadores antiguos que vestían el oro a ley (Parte II)

Julián H Ibáñez
Pureza y emoción / 26 de marzo de 2020
Apenas un año ha pasado desde el centenario de la alternativa del genial torero Manuel Jiménez “Chicuelo”. Es por esto que vamos a empezar esta segunda parte de este tratado técnico de picadores de la edad de oro del toreo, recordando al mejor picador que tuvo el artista sevillano en su filas, Rafael Andrade “Artillero”.

Rafael Andrade “Artillero”
Fue un picador de vanguardia. Alto , fornido, de fuerza hercúlea,
tiraba el palo con arte, agarraba los altos y se sacaba los toros convertidos en obedientes animales. Nacido en La Puebla de Cazalla, en la provincia de Sevilla, el 8 de noviembre de 1894, a los 17 años entra como voluntario en el ejército, sentando plaza en un regimiento de artillería de guarnición en Sevilla. De ahí el origen de su sobrenombre.

Habituado al manejo de los caballos, pensó en ser picador de toros, consiguiendo salir como reserva en Sevilla, en 3 o 4 novilladas que en aquella plaza se celebraron durante el año 1915. Al año siguiente se trasladó a Barcelona, donde también como reserva, estuvo en la plaza Monumental durante toda la temporada. En 1917 vuelve a Sevilla y ejerce todo el año y parte del siguiente, logrando que sobre él fijen la atención los toreros y buenos aficionados. Tanto es así que el gran Joselito “El Gallo” hizo que tomara parte como reserva en las corridas de la feria de Valencia del año 1918, en las cuales picó los 38 toros que se lidiaron, y todos "en la puerta del chiquero", como se decía en la jerga taurómaca para expresar que se actúa en primer lugar y se colocan las primeras varas. Esta hazaña no podía pasar inadvertida para los Gallos, Gaona y Saleri, que en tales corridas tomaron parte y, en efecto, el último de los citados espadas le hizo proposiciones para incorporarlo a su cuadrilla y se lo llevó a Lima en el invierno de 1918-1919.

A las órdenes de Saleri toreó en España durante la temporada de 1919 y luego pasó a las de Chicuelo, con quien estuvo los años 1920, 1921 y 1922 y al lado del cual redondeó todo su prestigio. Tuvo por jefe a Nacional II durante las temporadas de 1923 y 1924, y al reaparecer Juan Belmonte en 1925, se sumó a su cuadrilla y en ella permaneció aquel año y el siguiente. Al dejar a Belmonte, se incorporó de nuevo a Chicuelo, de quien fue subalterno en los años 1927, 1928 y parte del siguiente, hasta que el 30 de junio de 1929 Manolo Bienvenida tomó la alternativa en Zaragoza y le ofreció un puesto en su cuadrilla.

Tuvo dos cornadas importantes y muchos porrazos, siendo el percance más importante el que le sucedió en la Feria de Abril de Sevilla de 1941, picando a las órdenes de Manolete, cuando se dislocó el hombro y quedó en el dique seco todo ese año y el siguiente. Una feliz intervención quirúrgica le hace reaparecer, esta vez a las órdenes del exquisito torero madrileño Manuel Escudero.

Se mantuvo 36 largos años en la profesión. Fue un conocedor exhaustivo del buen coñac y del vino, tenía a ley conocer todas las marcas existentes y procedencias de esas dos bebidas alcohólicas.

Muere en Sevilla a finales de 1951 a consecuencia de una terrible enfermedad.

Manuel Menéndez “Artillerito”
Pocos datos hay sobre este veterano picador. El Cossío apenas le dedica 2 líneas sin ninguna clase de elogio, pero si puedo asegurar que Artillerito era uno de los picadores más importantes que pululaban por el escalafón de los varilargueros. Para aportar algunos datos sobre él, me apoyaré en una entrevista que publicaron en la revista El Ruedo, hace más de 50 años.

—¿De dónde le vino la afición?

La afición iba por dentro, como demuestra que siendo yo gallego y no andaluz, como parece que tienen que ser todos los toreros, me lancé a la empresa de torear con la misma ilusión y el mismo entusiasmo que si hubiera nacido en Ronda y llevara por nombre Cayetano...

—¿Dónde debutó usted?

En Madrid, el 1 de noviembre de 1903.

—¿Dejó usted satisfecha a la afición?

No debió quedar descontenta, cuando tanto me alentaron con sus aplausos y no dejé ya de torear durante muchos años ininterrumpidamente.

—¿En una misma cuadrilla siempre?

Aunque permanecí temporadas enteras al lado de un mismo matador (Diego Mazquiarán “Fortuna”), he tenido tiempo también de torear con todas las grandes figuras del toreo durante todos esos largos años.

—¿Ha sufrido usted muchos percances?

No muchos para el número de toros con los que me he tenido que ver cara a cara. Algunos, sin embargo, han revestido cierta gravedad y he tardado algún tiempo en curar de ellos.

—¿Como cuántos toros habrá usted picado en todo el tiempo de sus actividades?

Alrededor de los 3.500.

—¿Qué toros le han resultado mejor para la lidia?

Para mí no hubo nunca toros malos. Los ha habido que embestían o no, sencillamente. De mí se puede decir que si el toro no venía por donde yo quería, iba yo a su encuentro, pero el toro salía siempre picado.

—¿Estima usted que la suerte de varas es un arte que puede decidir, no solo del propio toro, sino también de los toreros y de la Fiesta en general?

También lo considero así y desde luego que donde hay un toro bien picado y se le ha dado la muerte que requiere, puede afirmarse que habrá Fiesta y habrá toreros.

—iNo siente usted la nostalgia de su vida pasada!

¡Cómo no he de sentirla! A decir verdad, sólo vivo del recuerdo de aquellos días: ¿esto que tenemos ahora qué puede significar comparado con aquello?

—¿Ha ganado usted mucho con los toros?

Mucho. Pero como lo he ganado, lo he gastado.

José Reyes “Manos Duras”

Excelente picador nacido en Carmona (Sevilla) el 24 de junio de 1889. Durante muchos años en la cuadrilla de Juan Belmonte, hasta la primera retirada de éste. Al comenzar la temporada de 1928 se coloca de tanda con el diestro Tato de México.

La primera vez que interviene en la arena de la plaza de Madrid, queda en el recuerdo, una frase del gran “Manos Duras” al picador Francisco Vega “Aceitero”, cuando se las veía este último con un torazo de Aleas y que decía así "como sigas picando así, pronto te pones en los setenta duros".

Y es que setenta duros sólo los cobraban entonces una docena escasa de picadores y constituía el sueño dorado de toda la plebe del castoreño. Y con la idea fija de alcanzar el vaticinio del respetado compañero, no cejó hasta conseguirlo dos años más tarde.

Salustiano Rico “Sevillanito”
Este diestro de a caballo para muchos considerado cordobés debido a que en la ciudad de Los Califas residió y allí se hizo picador, pero como su apodo indica era natural de Sevilla, del pueblo de Carrión de los Céspedes, donde nació el 8 de junio de 1894.

Vivió siempre en el campo, pues a los nueve años de edad entró al servicio del ganadero don José Barca para cuidar toros en la dehesa y luego perteneció a la servidumbre del Marqués de los Castellones, en cuya vacada fue cabestrero y después ayudante del conocedor. De su vida de vaquero nació su afición a los toros y su propósito de hacerse torero de a caballo, y el 25 de septiembre de 1914, en una corrida que se dio en Córdoba con reses de Sotomayor y los espadas Ostioncito, Luis Freg y Vázquez II salió a picar por primera vez actuando como reserva.

El primer espada a quien sirvió como picador de plantilla fue el cordobés José Flores “Cámara”, a cuyas órdenes trabajó durante los años 1918 y 1919; en 1920 perteneció a la cuadrilla de “Joseíto de Málaga”; en 1921 a la de Saleri II; en 1922 a la del infortunado Varelito; en 1923 a la de Gitanillo de Triana; y, en 1924 a la de Martín Agüero.


Toreando con Agüero en Bilbao el 7 de septiembre de 1924, un toro del Conde de la Corte le infirió una cornada que le atravesó el pie derecho y a consecuencia de tal herida, de muy lenta curación, estuvo sin poder torear por espacio de 2 años. No fue el único percance, Sevillanito fue un picador tremendamente castigado por los toros. Además del percance mencionado, sufrió de un toro de Murube, el 20 de abril de 1915, en Sevilla, una herida en la ingle izquierda. El 19 de septiembre de 1920 en Bilbao, un novillo de Angoso le rompió dos costillas. Y el 1 de octubre de 1927, un toro de Santa Coloma en Úbeda le fracturó otras 2 costillas y le infirió una cornada en el costado izquierdo.

En 1928 ingresó en la cuadrilla de Luis Fuentes Bejarano.

Salustiano Rico y León, que así era su nombre completo, fue considerado casi guatemalteco, pues por espacio de 3 inviernos seguidos, de 1926 a 1928, fue a la capital de dicha República al cuidado de los toros adquiridos en España para ser lidiados allí y aprovechó tales viajes para picar en las corridas que en Guatemala se celebraron.

Ya retirado de la profesión fue nombrado delegado del Sindicato del Espectáculo en el reconocimiento y sellado de las puyas utilizadas en la plaza de Madrid, cargo que tuvo que dejar al quedar inválido como consecuencia de haber sido atropellado por una motocicleta.

Falleció en Madrid el 23 de noviembre de 1964.

Agustín Ibáñez “Marinero”
Picador nacido en Carrión de los Condes (Palencia) el 29 de octubre de 1883. Tejedor de oficio, no se las vio con los toros hasta cumplidos 22 años. A esta edad supo que su paisano Antonio Martínez “El Cid”, picador de toros, tenía un cierto renombre y vivía holgadamente en Valladolid. Y cuentan que tras las primeras reflexiones dijo: "si El Cid es tan feo y sirve para picador, yo también, yo también debo servir".

Y a Valladolid que se fue siguiendo el rumbo de su modelo y allí se avecindó y en su plaza vistió por primera vez el traje de luces, el 30 de mayo de 1907, en una corrida en la que mató 6 toros Ángel Carmona “Camisero”. En la plaza de la ciudad del Pisuerga fue picador reserva dos temporadas completas. Siendo el vallisoletano Pacomio Peribáñez el primer matador que le reclamó para su cuadrilla por 4 años. Tanto sobresalió que nada más y nada menos Antonio Fuentes, ya en el ocaso de su carrera, lo contrató y con él estuvo hasta la retirada de éste. Luego pasaría por las cuadrillas de Bombita III, Manuel Mejías “Bienvenida” (el Papa Negro), Rodolfo Gaona, José Flores “Camará”, Dominguín, Antonio Márquez, Félix Rodríguez, Cagancho, Domingo Ortega y El Estudiante.

Su biografía y el cartel de matadores con los que actuó, deja bien a las claras la categoría que tenía como picador de toros. Tenía un estilo muy particular para picar, tremendamente elegante, y se puede decir con seguridad que ha sido uno de los mejores picadores de la historia. Como casi todos los picadores de su época fue muy castigado por los toros, tanto cornadas como roturas óseas y, por supuesto, los porrazos característicos de cada tarde, sin que esto le mermara lo más mínimo en gallardía y valor.

Dacio Martín “Pontonero”
Nacido el 14 de enero del año 1885 en Granja de Muedra, un pequeño pueblo de Valladolid. Hijo de unos humildes hortelanos, vivió hasta los 12 años en dicho caserío. Trasladado a la capital de la provincia, aprendió allí el oficio de albañil, que practicó hasta que fue soldado. Prestó el servicio militar en Zaragoza, en el regimiento de Ingenieros Pontoneros, origen de su apodo y, para el que no lo sepa, así se llama a los que montan puentes en un santiamén cuando los de verdad han sido destruidos. Como sentía mucha afición a ser torero, con la permanencia en un cuerpo de a caballo le sugirió la idea de hacerse picador. Picó por vez primera allá por el año 1910 en Palencia. En aquella misma temporada actuó de reserva en las corridas de Gijón y Aranda de Duero, y continuó adiestrándose cuando y donde tenía ocasión y podía . En 1912 se fue a Madrid, donde empezó a actuar de "entra y sal".

Su primer jefe fue Serafín Vigiola (Torquito); después, Agustín García Malla; más tarde, su paisano Pacomio Peribáñez; y, luego, Dominguín (Domingo González). Pero estuvo a las órdenes de numerosos matadores, tanto de toros como de novillos, antes y después de su estancia con el mencionado Dominguín.

Los años 1923, 24, 25 y 26 perteneció a la cuadrilla de Braulio Lausín (Gitanillo de Ricla); en 1927 y 1928 tuvo por jefe a Valencia II; y, en 1929, 30 y 31 al mexicano Armillita Chico.


Una de las muchas anécdotas de este fantástico picador tuvo lugar el 16 de julio del año 1912. Presenciaba Dacio Martín y Torres, como mero espectador, una corrida en Burgos en la que tomaban parte Vicente Pastor y El Gallo y se lidiaban toros de Anastasio Martín, reses que salieron pegando fuerte a los picadores y en un santiamén mandaron a la enfermería a Pegote, Alejo y Cochero. La tarde fue aciaga para los montados. Según iban saliendo al ruedo iban camino de la enfermería. Hasta que llegó el momento en que no quedó ningún picador disponible. Ante tal situación, nuestro voluntarioso Pontonero se puso al habla con el presidente de la corrida y le dijo que él era picador, que si no había otros picadores disponibles, él estaba dispuesto a picar lo que quedaba de corrida. No sabemos si pudo seguir Dacio picando el otro toro que quedaba en los chiqueros puesto que sus condiciones físicas (y las anímicas también) se vieron mermadas, después de su primera y desafortunada intervención en el quinto de la tarde. Resultó que, nada más calzarse la mona y tocarse con el castoreño reglamentarios, prestados por uno de sus accidentados compañeros, fue tan terrible la embestida del toro de Atanasio Martín, que Pontonero fue descabalgado bruscamente con tan mala fortuna que su rostro golpeó contra un pilar de la barrera y en ella dejó 5 dientes. Tampoco sabemos si las ovaciones del respetable le compensaron, ni sabemos si los matadores le pasaron algún billete para que las penas y los dolores producidos por tan inoportuna extracción dental se amortiguaran. Otra vez, en Murcia, el 4 de abril de 1926 un toro de los Herederos de Esteban Hernández le rompió la pierna izquierda en otra caída.

Era un hombre sencillo y cordial. Como picador, demostraba siempre una gran seguridad, no era muy espectacular pero sí lo era en firmeza y en honradez.

Tras su retirada fue nombrado asesor de la plaza de toros de Valladolid, ciudad donde murió el 6 de septiembre de 1959.

Por Julián H Ibáñez
Twitter: @julianhibanez
Aficionado

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