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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 16 de agosto de 2020

Neymar es la antítesis del Real Madrid / por Mario de las Heras


Neymar nunca ha querido, además, jugar en el Madrid. Para jugar en el Madrid lo primero es que el Madrid te quiera y lo segundo es que tú quieras al Madrid. Yo me temo que Neymar no sabe lo que es querer al Madrid y nunca lo sabrá. Tampoco quiere al Barcelona. Ni al PSG. A todos les ha hecho feos mientras permanece incomprensiblemente expuesto en el escaparate como un objeto de lujo.

Neymar es la antítesis del Real Madrid 
  • El jugador brasileño del PSG es un producto de mercado

Mario De Las Heras
La Galerna - 13 agosto, 2020
Podríamos decir que Neymar es una fiesta que nos sigue, como decía Hemingway de París, precisamente. Pero no lo vamos a decir. Al menos lo de que sea una fiesta. Que nos sigue es indudable, aunque en realidad no es que nos siga, sino que hacen que le tengamos que seguir. Aunque no queramos. Nos hablan tanto de Neymar que acabamos pensando en él en exceso. Lo cogemos, lo ponemos de un lado, lo ponemos del otro a ver si está más guapo. Decimos: “Pues será este su lado bueno”, pero no lo encontramos.


Y mientras tanto que si Neymar al Madrid. Cada vez que hace algún partido destacable, Neymar es objetivo del Madrid. A mí esto me huele a chamusquina. ¿Qué pasa, que nos lo quieren endilgar? Vaya por delante lo del “partido destacable”. ¿Fue lo de ayer una demostración palmaria de que Ney es un jugador singular, un elegido? Sigan intentándolo. Yo no sé cuántos años llevan intentando convencernos de esto. ¿Diez? Y tiene 29. Como decía ayer Manuel Matamoros: “Aún puede tener hijos”, pero oigan, dejen al personal abandonar toda esperanza, no en lo de los hijos sino en lo otro.

Déjennos seguir adelante. Permitan al Barcelona sufrir en soledad su deseo enfermizo por él. Hagamos posible que lleven su patético duelo sin rumores desasosegantes. Que el peso de sus asuntos en los tribunales sea lo menos grave posible. ¿Recuerdan de Neymar algún taconazo en Old Trafford? ¿Alguna chilena en una final de la Copa de Europa? ¿Algún gol como aquel cabezazo de Anelka? ¿Recuerdan algo de Neymar? Yo no consigo recordar nada más allá de jugadas y actuaciones que prometían que ese algo al que me refiero llegaría.

Florentino Pérez.

Me recuerdo esperándole sin demasiadas ganas, obligado por la insistencia de los medios y de los entendidos. Pero a estas horas aún no ha llegado y yo ya me he ido. Ya no me importa que sigan con la matraca, aunque creo que oír hablar de Neymar casi me incomoda. Nunca me pareció un jugador para el Real Madrid, pero hubo algún momento en que llegué a pensar que estaba equivocado. Ese es el quid. La maquinaria publicitaria de Neymar ha funcionado muy bien. Y continúa funcionando.

Nos ha mantenido enganchados a la posibilidad del nacimiento definitivo del futbolista anunciado. Pero es como si nos hubieran tomado el pelo. Neymar es un buen futbolista y nada más y nada menos. Es como aquel caballo de Pat Stamper, el personaje de Faulkner, que deslumbró a Ab Snopes. Luego llovió y el magnífico ejemplar resultó estar teñido e inflado. Todos somos Ab Snopes obsesionados por un buen caballo. No perdamos la cabeza por un caballo bonito. Florentino Pérez y el Real Madrid no la perdieron en su momento (no así otros), y ese momento pasó.

Neymar Sr. y Neymar Jr.

Neymar nunca ha querido, además, jugar en el Madrid. Para jugar en el Madrid lo primero es que el Madrid te quiera y lo segundo es que tú quieras al Madrid. Yo me temo que Neymar no sabe lo que es querer al Madrid y nunca lo sabrá. Tampoco quiere al Barcelona. Ni al PSG. A todos les ha hecho feos mientras permanece incomprensiblemente expuesto en el escaparate como un objeto de lujo. Neymar no quiere a nadie más que a sí mismo en la representación de su lucrativa comedia.

Sólo le ha importado el dinero y su cotización personal en una ya larga experiencia carente de emoción y de emociones, esas sustancias del fútbol, de la vida, del amor y del Real Madrid que decidió obviar desde el principio para permanecer en la superficie, donde quedará para los restos, muy lejos de aquello en lo que siguen insistiendo, cada vez con menor fuerza y convencimiento, que llegará.
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Fotografías Getty Images.

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