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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 17 de agosto de 2020

México. Ritos y rituales, la mística que hace más bella a la tauromaquia / por Alberto Pérez-Palma


Más allá de una técnica depurada y un conocimiento absoluto de los terrenos del toro, más allá del temple y la valentía, un pequeño ritual o muchos pequeños rituales; que simbolizan una cultura, una tradición, que simbolizan un renacimiento en cada tarde, en cada arena. Que simbolizan sin palabras la vida en la tauromaquia.

En el tintero del Abogado Pérez-Palma… Ritos y rituales, la mística que hace más bella a la tauromaquia

Alberto Pérez-Palma
Toros en el Mundo /10 agosto, 2020  México,
Pequeños rituales, que simbolizan una cultura, una tradición; que simbolizan un renacimiento en cada tarde, en cada arena. Que simbolizan sin palabras la vida en la tauromaquia.

Lo invisible, lo intangible de la fiesta, ritos y rituales de formas variadas, pero con la misma fe, misterios mudos que en el fondo pueden definirse como vida, actos sencillos, un simbolismo profundo e infinito, un misterio que envuelve una cultura, un arte, una realidad que significa vida o muerte, que sólo los que pisan un ruedo conocen.

Más allá de una técnica depurada y un conocimiento absoluto de los terrenos del toro, más allá del temple y la valentía, un pequeño ritual o muchos pequeños rituales; que simbolizan una cultura, una tradición, que simbolizan un renacimiento en cada tarde, en cada arena. Que simbolizan sin palabras la vida en la tauromaquia.

Trajes reposados en una silla, zapatillas en el suelo, la taleguilla sin arrugas en un banco. Así se empieza todo en silencio, indicaciones sin palabras, ritual preciso perfecto, todo en orden sin prisa, con un solo testigo el mozo de espadas, manos que interpretan los movimientos del torero, escucha el silencio y sigue preciso hasta culminar con la colocación de la castañeta. Solamente el espada cuando lo considera rompe el silencio.

De ahí un sendero místico y profundo, misterios con fe infinita, esa fe que se transforma en valentía, temple y vida.

Don José –Pepe– Alameda, habló del seguro azar del toreo, “… acaso porque la casualidad no es tan casual en el momento en que Dios dispone y tiene reservado un destino para cada quien”… “En este arte católico no se conocen toreros ateos, pero tampoco se sabe de uno solo que no tenga por lo menos una superstición”.

Más allá de una fiesta y tradición multicolor, que incluyen bordados en oro y plata, hay colores que simbolizan suerte, por eso domina el rosa con varios significados, color que significa profundidad, color que vincula la protección y está asociado con la entrega y el amor, así como la tauromaquia. y hay otros simplemente prohibidos o simplemente se evitan, como el amarillo.

André Lagravère El Galo nos manifestó sus hábitos antes de una tarde de toros: “No tengo muchas supersticiones pero si tengo la manía de repetir siempre los mismos pasos a días de corrida.

“Los horarios de comida y la comida que ingiero, suelen ser los mismos siempre. Y al vestirme para torear siempre lo hago con el mismo orden”.

Así de solida y frágil puede ser la suerte, pero nunca la fe; esta es inquebrantable. Aunque en la fiesta Brava se acota mucho la suerte; de la más habitual “Suerte para todos”, hasta la más profunda “Que dios reparta suerte”.

El novillero yucateco, Jussef Hernández, dice no tener los rituales comunes de todos los matadores, pero tiene una costumbre personal y profunda: “Lo que si es costumbre para mi es que cada que empaco mi vestido lo envuelvo en una camisa charra de mi padre, que se me quedó desde que comencé en esto”.

El rejoneador  Cuauhtémoc Ayala entre rituales, costumbres y mucha fe, nos manifestó: “… antes del inicio platico con mis caballos, los reviso uno a uno monturas, frenos, veo su actitud y estado de ánimo, reviso el ruedo de la plaza“.


Entre otros hábitos o costumbres muy precisas es el no colocar algún adorno o cinta de color amarillo en sus caballos, de igual manera nos comentó, “… al salir de la habitación del cuarto ya para ir a la plaza es dejar encendida la luz y nunca poner el sombrero en la cama. Pero el ritual más importante es encomendarme a la Virgen de Guadalupe”.

Héctor García Ramírez torero de plata nos comparte: “… en realidad no soy tan supersticioso, creo que una de las cosas que más acostumbro hacer en las plazas es siempre para partir plaza salir con el pie derecho y antes de banderillear hacer una cruz con las banderillas en el ruedo, creo que es lo que más acostumbro”.

Al igual que Diego Martínez “… la mano de Dios, la mano milagrosa estuvo en aquella tarde que Navegante en la Plaza de Aguascalientes, estuvo a nada de quitarle la vida al matador José Tomas“.

Diego de costumbres y rituales no tan rígidos, pero de inquebrantable fe nos platica: ”No paso por debajo de una escalera, me paro de la cama siempre con el pie derecho, no pongo sombreros o gorras en la cama”.


De estilos y formas distintas y diversas, sin importar origen cada vez que se pisa un ruedo hay un serie de costumbre, hábitos o simplemente un ritual de profundo misterio y de infinita fe.

Todo aquel que tiene un toro de lidia enfrente y pisa arena en una plaza de toros tiene una ritual, claro los torileros no son al excepción, Jorge May torilero de la Plaza de Toros Mérida, comenta que “… tengo 3 imágenes que venero mucho La Virgen de la Macarena es una medalla que me obsequió un hermano recortador español Víctor Grimaldos.


“Una estampa de la Virgen de Guadalupe que me regaló un gran amigo Anuar Díaz y un rosario regalo de mis hijos, a ellos me encomiendo en cada corrida y le pido a mi familia que me dé su bendición.

“Ya en la plaza acostumbramos hacer una oración antes de entorilar con todo el grupo para pedir por todos nosotros. Siempre le damos gracias a la Virgen de Guadalupe por protegernos. Somos muy devotos de ella“.


Rolando Puc mejor conocido como Cholul, es el encargado de entorilar a los toros antes de la corrida:

“El día de la corrida salgo de mi casa despidiéndome de mi familia y mis hijos y me encomiendo a Dios y a la Virgen María para que proteja a mis hermanos torileros y a mi“.

Muchos de estos ritos y costumbres, pocos pueden tener el privilegio de obsérvalos, ya que se suscitan en la intimidad de una habitación, en el patio de cuadrillas, en la capilla de las plaza o en al callejón, pero otras quedan ahí frente al tendido, el espectador puede tener ese pequeño momento de intimidad, ese momento tan místico y etéreo, tan corto en tiempo pero de infinita fe.

La fe y la suerte juegan en el ruedo recordemos el origen de la Expresión “No hay quinto malo” tiene su origen en España, en las que antiguamente eran los ganaderos quienes escogían para un torero significativo de hace un siglo, el toro que para ellos tuviera mayores garantías y que saldría en quinto lugar.

Suerte y fe juegan cada tarde en cada arena, realizan juntos el paseíllo, infinitos actos o rituales, pisar el ruedo primero con la zapatilla derecha unos, otros con la zapatilla izquierda, dar el primer paso ya al inicio del paseíllo o ser el último en comenzar el paseíllo, besar la montera, persignarse tres veces, signar en la arena del ruedo una cruz, besar el burladero de matadores al final del paseíllo, actos de fe, enmarcados de esperanza, solicitando protección divina.

El acto más visible es en el tercer tercio después del brindis el ritual arrojar la montera en distintas formas para que esta caiga con los machos sobre la arena, presagiando así buen augurio.

La fe cargada en el hombro. El capote de paseo, prenda que va más allá de la belleza en sus bordados, prenda de fe y gratitud a la vida, con imágenes que evocan un profundo sentimiento religioso.

Sí, esa fe que está en el corazón y en el alma, la fe que permite la vida en el ruedo, capote de paseo utilizado por algún miembro de la familia o utilizado en alguna fecha memorable, prenda que lleva inserta una fe sólida e inquebrantable y el azar de la suerte.

En los ruedos un pequeño paso, tocar la madera del burladero, una plegaria, una imagen se convierte en un todo, en un universo de fe y de esperanza infinita, formas de agradecer a Dios el poder caminar ruedo al término de una corrida, que en el fondo lleva la esencia más pura y bella del arte del toreo: la vida misma.

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