la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 22 de septiembre de 2020

!Todos al agua! / por Jorge Arturo Díaz Reyes

 Titanic. Oleo Willy Stöwer, https://commons.wikimedia.org/

No vale a un capitán que naufraga distribuir la responsabilidad entre todos y subirse a un bote salvavidas. Gaje del oficio que debe tenerse presente antes de aceptar la jerarquía. Pero en fin, mejor no comparar la fiesta con un barco a pique. 

!Todos al agua!

Jorge Arturo Díaz Reyes
Crónica Toro / Cali septiembre 22 de 2020
Simón Casas es el gran capitán de la fiesta. Comanda su buque insignia “Las Ventas” y otros de gran calado. Cuanto dice trasciende. Condición del rango. Más ahora, cuando con mar tormentoso su flota libra una batalla quizá definitiva, quizá última.

En circunstancias tales, frases que fuera de contexto sonarían simples, adquieren dimensiones épicas. La historia se complace atesorándolas.

César entrando en las Galias: La suerte está echadaRicardo III, cercado en un lodazal de Bosworth: Mi reino por un caballoBarreiro acorralando a Bolívar en el Pantano de Vargas: ¡Ni Dios me quita la victoria! McArthur huyendo de las Filipinas: ¡Volveré!

Pues anteayer, Simón, transbordado a Nimes, buscando las aguas más propicias de La Vendimia, soltó tras la corrida, una no menos impactante: “Sí el barco de la fiesta se hunde todos somos responsables” Y agregó: “Todo el mundo, desde los profesionales hasta la prensa”.

Ese mismo “todo el mundo”, al que semanas antes había hecho saber por medio de su contramaestre, que Madrid no daría toros este año. Mejor dicho, que el gran portaaviones de la armada no entraría en combate.

Bueno, ya que andamos en metáforas navales, sigamos la corriente y recordemos también que bravos capitanes se han hundido con sus barcos. Prefiriendo morir antes que abandonar ningún pasajero, tripulante, o el patrimonio que se les confió. Código de honor.

Frente a Finisterre, hace 138 años, el capitán y la tripulación entera del Douro, excepto el oficial al mando de los botes salvavidas y dos marineros para gobernar cada uno, se fueron al fondo sin queja, tras poner a salvo todo el pasaje. Edward John Smith, impasible se sumergió con su Titanic. Hans Langsdorff, se envolvió en la bandera de combate del Graff Spee y se pegó un tiro, avergonzado por haber sobrevivido.

De otro lado, no ha mucho, al italiano Francesco Schettino le condenaron a 16 años de cárcel por escapar del Costa Concordia y al surcoreano Lee Joon-seok a cadena perpetua por abandonar el Sewol; naufragios donde desaparecieron centenares de personas. Dejar la nave sin liderazgo en trance crítico, fue lo que más pesó en el criterio de los jueces.

No vale a un capitán que naufraga distribuir la responsabilidad entre todos y subirse a un bote salvavidas. Gaje del oficio que debe tenerse presente antes de aceptar la jerarquía. Pero en fin, mejor no comparar la fiesta con un barco a pique. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario