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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 20 de febrero de 2022

DE BUFONES, SAINETES Y GÁNSTERES / por Ignacio Miranda

El bufón "Calabacillas", llamado "Bobo de Coria" / Diego Velázquez - (Museo del Prado, 1636-37)

En la España del siglo XXI, Calabacillas tendría complicado ganarse la vida como bufón. Porque ya no sería considerado, de forma hiriente, enano y bizco, sino persona aquejada de acondroplasia y estrabismo. Por aquello del eufemismo y el respeto a los discapacitados. Le asombraría observar que, con bastante frecuencia, son los hombres y mujeres que detentan el poder los que hacen reír con sus torpezas y desatinos.

DE BUFONES, SAINETES Y GÁNSTERES

Juan Martín Martín era oriundo de la alquería de Las Calabazas, actual villa jurdana de Caminomorisco, de ahí que fuera llamado Juan Calabacillas. A causa de su deformidad física y su ingenio, cayó en gracia al duque de Alba, que se lo llevó como bufón a su casona solariega de Coria para divertirse con sus ocurrencias y chanzas. Algo habitual entre los señores de la época, que sin Netflix ni redes sociales a veces se aburrían, por muchas piezas de caza mayor que abatieran. El desparpajo de aquel personaje alcanzó celebridad por toda la comarca, hasta el punto de ser conocido como ‘el bobo de Coria’. Llegó a Madrid y encandiló al mismísimo rey Felipe IV, a quien se lo tuvo que ceder el aristócrata. En la corte hizo carrera y disfrutó de una posición privilegiada respecto a otros compañeros: les daba órdenes, recibía un sueldo y tenía para moverse una acémila, que no estaba nada mal habida cuenta de su estatura. Poco antes de fallecer, en 1639, Velázquez lo inmortalizó en un retrato con claras influencias de Tiziano, expuesto en el Museo del Prado.

En la España del siglo XXI, Calabacillas tendría complicado ganarse la vida como bufón. Porque ya no sería considerado, de forma hiriente, enano y bizco, sino persona aquejada de acondroplasia y estrabismo. Por aquello del eufemismo y el respeto a los discapacitados. Le asombraría observar que, con bastante frecuencia, son los hombres y mujeres que detentan el poder los que hacen reír con sus torpezas y desatinos. Es decir, que se están invirtiendo los términos. Desde la malhadada tarde en la que el diputado cacereño Alberto Casero votó a favor del proyecto de reforma laboral del Gobierno de Sánchez, al PP le están creciendo los enanos hasta alcanzar marcas insospechadas. Es lo que tiene haber convertido Génova en un grupo de scouts amigos de Teodoro, en un internado guay de Nuevas Generaciones, en un botellón de niñatos insulsos sin litrona.

Cuando hay que digerir victoria pírrica de Mañueco en las elecciones de Castilla y León y buscar fórmulas serias de gobernabilidad para asentar el segundo mandato ‘alfonsino’, el tosco ingeniero de Cieza que maneja el incensario intoxicador como nadie y Casado declaran la guerra a Isabel Natividad. De modo que nuestra región pasa a un segundo plano de la actualidad nacional hasta que se calmen las aguas, si es que lo hacen, en esta pugna fratricida de una derecha cainita con tendencia histórica a suicidarse. Nihil novum sub sole. Seguramente, un escenario más adecuado para que el PP inicie la ronda de negociaciones con todos los partidos. Pero la aritmética manda: habrá que cerrar acuerdos con Vox para no inmolarse. En la capital han pasado del sainete de Arniches a una trama de espionaje, comisiones, celos, carromeros y puñaladas. Todo un guion de película de gánsteres. Más cloacas no, por favor.

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