"...Si queda algún aspecto que resalte lo mucho que comparten Lorca y el Real Madrid es sin duda el más importante: y es que siempre vamos a poder disfrutar de ambos y recordar con mimo y cariño sus obras más importantes. Porque por mucho tiempo que haya pasado y por muchas vicisitudes que atravesaran club y escritor, si algo tiene Lorca del Real Madrid es que es eterno..."
Federico García Lorca es madridista
Escrito por: Hank
La Galerna/3 agosto, 2023
Así es, galernautas. Uno de los más grandes escritores que ha dado este planeta en general y este país en particular, el célebre poeta y dramaturgo granadino Federico García Lorca también es madridista. Y no lo digo yo por decirlo, porque se me antoje o porque desee que así lo fuera. Lo dicen las pruebas, irrefutables como el sol que se asoma cada mañana y se marcha a su reposo en cada ocaso. Y lo dijo el propio poeta granadino cuando definió al Real Madrid como, y cito textualmente palabras de Federico, “lo más elevado, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad universal.” Una parte de mi malograda memoria trata sin éxito de recordarme que a lo mejor Lorca no se estaba refiriendo con estas palabras al club blanco, pero viendo una definición tan precisa, elegante y acertada del club de nuestra vida, opto en cambio por fiarme de mi instinto, pues ¿a qué otra cosa podría referirse Lorca al emplear estas palabras si no al Real Madrid?
Afortunadamente no tenemos que fiarnos de la memoria de este humilde servidor que les escribe, ya que existen pruebas gráficas que demuestran de manera fehaciente el ferviente madridismo de Federico. En la siguiente imagen pueden ustedes ver a Lorca, como un madridista más, posando ante nuestra diosa Cibeles, símbolo inequívoco de cada título blanco.
EXISTEN PRUEBAS GRÁFICAS QUE DEMUESTRAN DE MANERA FEHACIENTE EL FERVIENTE MADRIDISMO DE FEDERICO GARCÍA LORCA
Por supuesto, este hecho puede no ser más que una mera casualidad, pues al fin y al cabo, ¿cuántas personas no se habrán hecho una foto con la diosa Cibeles de fondo sin tener que ser necesariamente seguidores del club blanco? Podría ser una casualidad si no fuera por la fecha de la que data esta fotografía, que fue realizada el 6 de junio de 1932. ¿Y qué pasó ese año apenas un par de meses antes de la realización de esta instantánea? Pues nada más y nada menos que el histórico hecho de que el Real Madrid, bueno, el Madrid Football Club —ya que era el primer año en el que la liga se celebraba bajo la recién proclamada Segunda República Española y esta no permitía los títulos de realeza— consiguió su primer título liguero de la mano (o manos) de su portero Ricardo Zamora (el equipo consiguió aquella liga de manera invicta). De modo que no sólo Lorca fue acérrimo madridista sino que probablemente fuera la primera personalidad que instauró la costumbre de acudir a la diosa Cibeles a presentar cada trofeo que obtenía el club madridista hasta que, pasados los años 70, el resto del madridismo comenzara a hacer buena dicha tradición.
Pero Federico García Lorca no se conformó únicamente con ser madridista. Lorca era puro madridismo. Tan universal como el sentimiento blanco que arraiga en cualquier zona geográfica del planeta, Federico no se acomodó en nuestras tierras sino que viajó a otras partes del mundo, inspirándose e inspirando, dejando imborrables letras, recuerdos y amistades allá por dónde pisaba. Desde Granada hasta La Habana. Desde Santiago de Compostela hasta Montevideo. Desde Barcelona hasta Buenos Aires. Desde Madrid hasta Nueva York. Como si de una pretemporada del club galáctico se tratara.
Federico entendía mejor que nadie la exigencia que requiere un club de tal grandeza como el Real Madrid y de ahí que incluso se tomara la molestia de dedicarle al soberano del templo blanco esta pequeña oda a las pañoladas que han hecho célebre a nuestra afición:
“¡Ay qué trabajo me cuesta
Quererte como te quiero!
Por tu amor me duele el aire,
El corazón
Y el sombrero.
¿Quién me compraría a mí
Este cintillo que tengo
Y esta tristeza de hilo
Blanco, para hacer pañuelos?
¡Ay qué trabajo me cuesta
Quererte como te quiero!”
Casi eternamente incomprendido en vida, como el Real Madrid, que ya saben ustedes que siempre lo hace todo mal, Lorca fue una rara avis de lo suyo. Un maestro poeta de rima asonante, que en un principio puede poseer una menor musicalidad que la consonante salvo en el caso del granadino, que consigue que cuando se lee en voz alta un poema suyo, el lector se quede embelesado e hipnotizado cuál espectador madridista contemplando una contra del Real Madrid de Mourinho y sencillamente no pueda dejar de leer con admiración. Dos pases en corto, una sola rima asonante en los versos pares, un veloz desmarque de Di María que lee astutamente Özil, una pregunta retórica y cargada de ironía, un balón al que se adelanta y remata Cristiano, un estribillo que se repite y la obra maestra queda completa y sólo mejorable por una partitura de James Newton Howard.
NO SOLO ERA MADRIDISTA, SINO QUE LORCA INSTAURÓ LA COSTUMBRE DE ACUDIR A LA DIOSA CIBELES A PRESENTAR CADA TROFEO QUE OBTENÍA EL CLUB MADRIDISTA
A nivel poético, Lorca era un autor con una habilidad pasmosa para mezclar un nivel cultural muy alto con elementos más castellanos o tradicionales como el flamenco de una forma muy natural. Poetizaba con esa cultura humilde de pueblo de tan pulcra manera, con un uso tan bello de sus metáforas más habituales (mención especial a la luna y la sangre) que podía parecer que estaba trasladando al lector ambientes de la más alta aristocracia. En eso, Federico también nos evoca al Madrid de Zidane (entrenador), que sobaba y sobaba la bola durante minutos (“no juega a nada”—esbozaban indignados los agoreros, perdón, los periodistas—), pareciera que con parsimonia, casi hasta con simpleza y sin intención asesina, pero nada más lejos de la realidad. Cambiaba el juego de un lado a otro. Iba encontrando espacios y jugadores. El rival basculaba de un lado a otro y cuando uno de ellos giraba la cabeza, de repente se encontraba contemplando a su propio cancerbero recogiendo el balón de su red y a los blancos celebrando el pertinente gol. Lo mismo ocurre con un Lorca al que uno empieza a leer pensando que no tiene gran cosa de especial hasta que uno mira el reloj y se da cuenta de que lleva 3 horas leyendo sin poder soltar el libro.
Como maestro dramaturgo, Lorca siempre destacó por adentrarse como nadie en la tragedia humana, siendo capaz de transmitir los sentimientos de sus personajes a través de la potencia de sus diálogos; y pocos pueden dudar que si Federico hubiera vivido en esta época, no le habría faltado inspiración para sus obras en ese continuo drama que parecer acechar al Real Madrid. Los veranos sin fichajes, las derrotas en octubre, la falta del 9 o el culebrón Mbappé, por mencionar algunos ejemplos, hubieran dado al granadino no ya para su obra cumbre sino incluso para una decalogía que dejaría casi en comedias obras como La casa de Bernarda Alba o Bodas de sangre. De hecho, la última Champions que conquistó el Real Madrid bajo el mando de Carletto fue una historia con tintes lorquianos, cuyos en un primer momento crueles giros de guion parecieran trazados maliciosamente por la pluma del mismísimo Federico, y en la que el Madrid supo moverse como pez en el agua en la más oscura de las tragedias, manteniéndose siempre en el lado correcto del abismo para superar cada momento dramático que se le presentó hasta alcanzar un desenlace, esta vez sí, diferente a los que nos tenía acostumbrados el trágico autor andaluz.
CASI ETERNAMENTE INCOMPRENDIDO EN VIDA, COMO EL REAL MADRID, QUE YA SABEN USTEDES QUE SIEMPRE LO HACE TODO MAL, LORCA FUE UNA RARA AVIS DE LO SUYO
La vida de Lorca está cargada de paralelismos con la historia del Real Madrid. Si bien siempre fue un autor exitoso, sus obras fueron desde un principio mal entendidas o cuestionadas. Algunas de sus obras fueron recortadas o prohibidas en su estreno (Amor don Perlimplín con Belisa en su jardín) tanto por la República como posteriormente por la dictadura, que directamente las censuró. No hace falta ni explicar cómo el Madrid ha sido capaz de ganar Champions pese a no jugar cómo los cánones de los eruditos mandaban o sin fichar a los jugadores que la prensa demandaba. Además, el autor granadino demostró una gran polivalencia literaria al no encorsetarse en un solo género, sino ser capaz de mostrar su talento innato tanto en poesía como en teatro o prosa, de igual manera que el club blanco ha sido capaz de obtener sus triunfos más destacados adaptándose a diferentes estilos. Incluso se podría hallar cierta semejanza en esa turbulenta relación de Lorca y el imponente artista catalán Salvador Dalí, que influyó de gran manera en su vida y obra con la relación del Real Madrid y el FC Barcelona, condenados a la ruptura pese a los intentos de Florentino Pérez por mantener una mayor cordialidad. Quizá sea algo exagerado comparar el episodio de El perro andaluz (supuesta broma conjunta de Buñuel con Dalí a costa de Lorca) con respecto a la traición de Laporta en 2004 (no sólo al Real Madrid sino también al resto de equipos de la liga, que esto acostumbra a caer en el olvido) o incluso con la próxima y esperada puñalada trapera de Joan en el asunto de la Superliga, pero ahí quedan esos episodios.
Otro aspecto en el que convergen el Real Madrid y Lorca es en el político. Ambos han sido continuamente utilizados como arma arrojadiza por diferentes bandos que los han tildado de abanderados políticos pese a la incomodidad que esto producía a Federico y produce al Real Madrid. Es cierto que Lorca estuvo relativamente vinculado a la República (fue funcionario de la Junta Nacional de Música y Teatro Lírico). Tan cierto como que los círculos sociales en los que se movía realizaban la circunferencia completa del espectro político a raíz de la gran mentalidad abierta y sociable de Federico: desde Jose Antonio Primo de Rivera (extrema derecha) hasta su colega Rafael Alberti (izquierda radical). Sin embargo, Lorca no se consideraba político como tal sino un artista, como él mismo defendió con cierto malestar en una entrevista posterior a la presentación de una de sus obras: “Yo nunca seré político. Yo soy un revolucionario porque no hay verdadero poeta que no sea revolucionario. Pero político no lo seré nunca. ¡Nunca!”.
Al Madrid, por su parte, le han recriminado injustificadamente ser el equipo del régimen franquista y atribuido sus éxitos deportivos y títulos internacionales al imaginario poder que poseía el caudillo español sobre el deporte europeo. Independientemente de las pruebas y documentos gráficos que se aportan y que demuestran no sólo que el Real Madrid no era el equipo con el que mejor relación tenía Francisco Franco, ni el que más ayudas recibió; sino que incluso la relación del régimen franquista con el Real Madrid no era precisamente la más cordial, la etiqueta del equipo de Franco parece ser una de esas que nos va a acompañar a lo largo de la historia.
En cuanto a una comparación con jugadores de la amplia historia blanca, intuyo que a muchos les pedirá el cuerpo comparar a un poeta con otro y establecer una convergencia lírica y futbolística entre Federico García Lorca y Zidane. Es inevitable pensar en el vocablo “poesía” e impedir que la primera imagen futbolística a la que les catapulten sus cerebros sea la de Zidane realizando uno de esos controles imposibles, una de sus célebres ruletas con las que se escabullía de sus rivales o su mágica volea en la final de Glasgow. Sin embargo, en mi caso se me antoja más natural establecer una comparación con otro jugador con una menor historia en el conjunto blanco pero que dejó una huella inolvidable amén de su inconfundible y especial talento: Mesut Özil.
Y lo hago por un motivo en concreto a raíz de unos comentarios del propio Federico acerca de su infancia en los que comentaba que se consideraba a sí mismo un gran observador, dado que creció paseando y observando diferentes paisajes que escrutaba con meticulosidad para posteriormente escribir precisa y detalladamente sobre ellos. Lorca siempre se preció de cuidar su visión y fijarse en cada detalle de cuanto le rodeaba, lo cual le ayudó también a conocer la intimidad de la naturaleza humana de quienes le circundaban. Si hay algún jugador blanco que se haya caracterizado por una visión de juego infinita, con permiso de José María Gutiérrez, ese ha sido el germano Mesut Özil. El alemán tenía un verdadero don para visualizar la posición de sus compañeros, por lejana que fuera, y otro don que terminaba de complementar y perfeccionar al mismo con esa precisión que le permitía dar unas asistencias impredecibles a un compañero que se encontraba absolutamente desmarcado y al que lo único que le podía urgir ya era pensar en cómo celebrar ese gol inesperado que le acababa de regalar nuestro Mesuto. Su capacidad de asistir de la manera más inverosímil posible, sumada a su elegante y grácil zancada hicieron de Özil un verso tan libre en el campo como lo fue escribiendo Federico García Lorca.
Si queda algún aspecto que resalte lo mucho que comparten Lorca y el Real Madrid es sin duda el más importante: y es que siempre vamos a poder disfrutar de ambos y recordar con mimo y cariño sus obras más importantes. Porque por mucho tiempo que haya pasado y por muchas vicisitudes que atravesaran club y escritor, si algo tiene Lorca del Real Madrid es que es eterno. Les deseo un buen día mientras me marcho recitando ese otro poema que Lorca le dedicó al Madrid y que decía: “Blanco, que te quiero blanco…” ¿O era verde? No, estoy casi seguro de que era blanco.
Getty Images.
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