Plaza de Toros de Córdoba
El personal deserta de las plazas de toros
Por Alvaro R. del Moral
Plástico.
Plástico.
Las semifinales de la Copa Davis legaron al Coso de los Califas de Córdoba toda la sillería de plástico que ahora cubre el cemento de sus inmensos tendidos. Y el color de esos asientos desnudos de público, el carmesí, es el que ha teñido el poso de decepción que ha acompañado la finalización de la recentísima Feria de la Salud. No se si a los hermanos Chopera le saldrán las cuentas después de ajustar al máximo el difícil equilibrio entre la cantidad y la calidad de una oferta taurina que se ha vuelto a ver revocada en las taquillas cordobesas, que sólo han respondido a un cartel, el viernes de feria, en el que gravitaba el atractivo imán de José María Manzanares.
Preocupación.
Preocupación.
Pero al día siguiente, El Juli no logró meter más de un cuarto de entrada confirmando que su primacía en la arena no se ve reflejada en un tirón taquillero que otras empresas han empleado para trasquilarle su liderazgo en el famoso conflicto televisivo. No se pueden negar los esfuerzos de los empresarios vascos en el coso cordobés pero deben andar cavilando seriamente su papel al frente de esa plaza inmensa, lastrada por una primera categoría que siempre le ha venido ancha, y que ha sido quemada sin piedad desde los lejanos días de vino y rosas de aquel Finito que revolucionó una ciudad entera que ahora mira a su renaciente equipo de fútbol local como evasión de sus frustraciones históricas. El mal está hecho y el resultado del trabajo de los Martínez Labiano, si perseveraran en el costoso empeño, sólo podría verse a medio plazo pero el balance del ciclo cordobés es desolador y se suma a un panorama que ya sorprendió en Sevilla y se está recrudeciendo en la larga isidrada: el público está desertando de las plazas de toros y la crisis, ese cajón de sastre en el que queremos meter todos los males, empieza a ser un argumento excesivamente recurrente. La verdad es que este planeta invertebrado permanece dividido e incapaz de ver su propia derrota. O los estamentos del toreo no se han enterado de nada o se han sumido en una especie de autodestrucción paranoica ante un panorama -con o sin la monserga de los antitaurinos- que comienza a pintarse bien feo.
Tónica habitual.
Tónica habitual.
Y aunque el caso de Córdoba podría ser uno de los más dramáticos de la piel de toro, sólo confirma esa constante que despobló los tendidos sevillanos en Abril y ha mermado esa babélica parroquia que sostenía el rentable y aburrido negocio del largo mes de toros que bendice San Isidro en el Foro. Pero la cuerda ya no se puede estirar más y todos, absolutamente todos, éstan condenados a entenderse pero sobre todo, a adaptarse a una situación económica que costará muchos años y lágrimas espantar. La brutal disminución de espectáculos celebrados; el cierre o abandono de plazas de enorme solera o tradición y las ridículas entradas de tantas citas con supuestas figuras no pueden ser ignoradas indefinitivamente. Nos estamos acercando peligrosamente a un punto de no retorno.
Más cosas.
Más cosas.
En esta situación también preocupa el estado de la máxima figura -en la taquilla y en el ruedo- del momento. Manzanares no alcanzó sus propias cumbres en tres compromisos sucesivos de Sevilla, Madrid y Córdoba que podrían evidenciar un bache pasajero. Espero que sea lo más breve posible. La primera fila anda escasa de efectivos aunque algunos siguen creyendo que las cinco o seis corriditas de un incierto mesías van a salvar esto. Ni hablar.
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Via Sevilla Toro
(*) Publicado en El Corrreo y en el blog La tarde colgada al hombro
(*) Publicado en El Corrreo y en el blog La tarde colgada al hombro
Pero todo esto será lo contrario el día que toree JOSÉ TOMÁS, y es que JOSÉ TOMÁS, tendría que torear en campos de fútbol de como mínimo 40.000 localidades, lo malo sería para aquellos aficionados que ocupara una localidad alta del Bernabeú verian solamente a JOSÉ TOMÁS, porque con los toritos que torea a cierta distancia ni se ven.
ResponderEliminarTendría que torear TOROS y eso no lo veran nuestros ojos.
Francisco Nieto